Caracterización de la
esquizofrenia
Se trata de un
trastorno mental grave que afecta la percepción de la realidad, al extremo de
que complica seriamente el funcionamiento diario de las personas.
Para la Real Academia
Española, el vocablo en dicho idioma proviene del alemán Schizophrenie, el
cual, a su vez, deriva del griego schízein, que significa escindir, y de
phrenos, mente, con el significado de “1. f. Med. Grupo de enfermedades
mentales correspondientes a la antigua demencia precoz, que se declaran hacia
la pubertad y se caracterizan por una disociación específica de las funciones
psíquicas, que conduce, en los casos graves, a una demencia incurable”.
Sus síntomas incluyen
una serie de problemas cognitivos, del comportamiento y de los aspectos
emocionales. Como ocurre con otras afecciones, los mismos pueden variar entre
diversos sujetos no solamente en intensidad sino también en cuanto a cuáles de
ellos se presentan. Los más corrientes son:
1. Fantasías: los
sujetos manifiestan creencias que no tienen ningún ancla con respecto de la
realidad. Entre otras formas, pueden creer que existen conspiraciones de
terceros para perjudicarlos, acosarlos, burlarse de ellos, que alguien que
presta atención está enamorado de sus personas, que van a ocurrir catástrofes de
acuerdo con signos que solamente el individuo percibe, etc.
2. Alucinaciones: se
escuchan, ven o huelen cosas que no tienen existencia, aunque se tiene la
certeza de que sí, como si se tratara de una experiencia normal. Las más
frecuentes son las de orden auditivo.
3. Pensamiento
desorganizado: el mismo se percibe a través del discurso, lo que afecta la
eficacia de la comunicación, con un habla que es posible que resulte difícil de
comprender y respuestas a preguntas que en ocasiones poco o nada tienen que ver
con lo que es requerido. Con menor frecuencia la emisión de estas personas se
conforma con una mezcla de palabras que carecen de sentido, aunque ello puede
ocurrir.
4. Comportamiento sin
orden o anormal: Este puede no enfocarse hacia un objetivo claro, sino que
frecuentemente es errático, con lo cual cuesta llevar a cabo casi cualquier
tarea, así como también es habitual que exista resistencia para seguir
instrucciones, la falta de respuesta ante situaciones que requieran alguna,
mientras que la motricidad puede mostrar posturas inadecuadas, extrañas,
movimientos carentes de sentido, inútiles o excesivos, e incluso raramente
estados de inmovilidad que se denominan catatonia.
5. Hábitos y otros
aspectos negativos: Esto implica que los sujetos tienen una capacidad limitada
para llevar su existencia de una manera normal, en el mejor de los casos. Una
manifestación frecuente es el descuido respecto de la higiene tanto personal
como de su hábitat, apariencia de falta de emociones (las más corrientes, no hacer
contacto visual, mantener una expresión facial independientemente de lo que
suceda o de lo que se le comunique, hablar con tono monótono), también la
paulatina pérdida de interés en realizar las tareas cotidianas, retracción
social o aparente incapacidad de sentir placer.
Otros síntomas que
suelen aparecer son problemas de ansiedad, depresión y pensamientos o
comportamientos orientados hacia el suicidio. Asimismo, tienden a afectarse la
capacidad de atención, la concentración y la memoria.
En lo que respecta a
las causas, no se sabe a ciencia cierta qué es lo que la produce, por lo cual
se especula con que podría deberse a cuestiones genéticas imbricadas con
factores ambientales que fungirían como disparadores. También se ha asociado la
esquizofrenia con el consumo de sustancias psicoactivas ilegales, aunque como
conductas que implican un aumento de la probabilidad de padecerla.
Algunos sujetos
manifiestan las diferentes formas de este estado mental en forma constante,
aunque es más frecuente que existan remisiones y regresiones que se presentan
como brotes psicóticos.
En cuanto a su
prevalencia, la Organización Mundial de la Salud estima que habitan nuestro
planeta alrededor de 24 millones de individuos con esquizofrenia, lo que daría
una afectación de 1 de cada algo más de 300 personas. Las estimaciones respecto
de la República Argentina indican que algo así como 400.000 habitantes la
portarían. De todas maneras, no existen cifras exactas al respecto ni a nivel
global ni al regional.
Por otra parte, algunas
investigaciones dan cuenta de que se presenta con una ligera mayor frecuencia
en mujeres que en varones, en una relación de 1,4 a 1.
Aunque no se han
hallado evidencias de que sea hereditariamente transmisible, se ha señalado
que, existiendo un hermano con diagnóstico, la probabilidad de que otro también
porte esquizofrenia aumenta un 10%. Algo similar ocurre si el afectado es
alguno de los padres. Aunque no se señalan porcentajes, que existan dos o más
miembros de una familia con este trastorno incrementaría el riesgo de que algún
otro integrante también la porte.
El DSM IV habla de
cinco tipos diferentes de esquizofrenia: el desorganizado o hebefrénico, el
catatónico, el paranoide, el residual y el indiferenciado, categorías que se
descartaron en la versión posterior del Manual porque en la enumeración
anterior se superponían algunas de las características, lo que daba cierta
imprecisión a la hora de realizar el diagnóstico. Siguen considerándose la
paranoia, el comportamiento desorganizado, la catatonia y demás como posibles
síntomas, pero sin que ello derive en clases diferentes.
La eclosión de la
esquizofrenia es mucho más frecuente entre principios y mediados de los 20 años
en varones y hacia el final de esta década en las mujeres. Muy raramente aparece
después de los 45. También en niños es menos usual, pero existen casos.
Similitudes y
diferencias en niños
Las estadísticas
indican que una tercera parte de los pacientes, sin embargo, inicia su cuadro
antes de los 18 años, aunque solamente el 6% lo haría previamente a los 16 y la
prevalencia con antelación a los 13 años se ubicaría entre 1 de cada 10.000 a
30.000 nacidos, mientras que estudios de hace casi tres décadas atrás señalaban
que la incidencia de la esquizofrenia infantojuvenil se ubicaría en el orden
del 0,23% de la población.
Por otra parte,
prácticamente se registran pocos casos infantiles que se presenten antes de los
5 años, sino que los existentes generalmente aparecen a esa edad o tiempo
después. De todas maneras, un señalamiento importante a considerar respecto del
número es que los trabajos de investigación dan cuenta de que el diagnóstico en
niños resulta mucho más dificultoso, ya que es posible que se confundan los
signos con los de otras problemáticas e incluso que algunos de ellos se
enmascaren bajo la apariencia de ser parte del desarrollo típico, por lo cual
quizás haya muchos más de los que se cuentan.
En lo que respecta a la
sintomatología, la misma es similar a la que presenta la población joven y
adulta, aunque con diferencias.
Las discrepancias
principales que hacen más difícil el diagnóstico son: distanciamiento de amigos
y familiares, baja en el rendimiento escolar, problemas con el sueño, humor
irritable o depresivo, inercia por falta de motivación, todas ellas conductas
que también suelen producirse en el desarrollo considerado como normal.
También se apunta que
aun los síntomas compartidos con los adultos muestran diferencias. Como
ejemplo, puede citarse que la aparición de ideas suicidas es menor en los niños
y que exista una mayor probabilidad de que las alucinaciones sean visuales y no
tanto auditivas.
Si bien se afirma que
estas personas (y sobre todo los niños) no tienden a presentar comportamientos
violentos, sino que, por el contrario, suelen estar más frecuentemente del lado
de las víctimas que de los agresores, también hay excepciones, sobre todo en
los casos más complicados.
Por otro lado, aunque
la esquizofrenia en sí misma no es una afección que produzca un acortamiento de
la existencia, por sus derivaciones existe una probabilidad de muerte prematura
entre dos y tres veces mayor que la de la población general, a menudo por
enfermedades a las que el propio sujeto no presta atención y también como causa
de su falta de conexión con la realidad que obstaculiza la consideración de
riesgos.
Otra diferencia estriba
en que el inicio en niños y adolescentes tiende a ser más gradual que a otras
edades, con inclinaciones a volverse más solitarios, a presentar dificultades
crecientes respecto de la atención (por mayormente prestarla a sus alucinaciones),
a mostrarse ansiosos (las experiencias ilusorias pueden y suelen ser
amenazantes, infundiendo temor) y más, para luego ir creciendo en importancia,
con los altibajos típicos de la condición.
En lo que respecta al
tratamiento, suele sel el mismo que para los adultos, normalmente una
combinación de terapia de tipo psicológico y psiquiátrico reforzado por
medicación acorde a los síntomas principales, a la edad, al estado físico del
paciente, a su peso y a las demás variables que los profesionales tratantes
dispongan.
En lo concerniente a
los medicamentos, los más prescriptos son los antipsicóticos, con los cuales se
busca bajar la intensidad de los síntomas con la menor dosis posible, porque
sus efectos a largo plazo pueden ser peligrosos por sus derivaciones
secundarias. En ese sentido, se prefiere a los más modernos, conocidos como de
segunda generación (aripiprazol, ansenapina, brexpiprazol, etc.), a algunos más
antiguos como el haloperidol, utilizado desde 1958, que puede causar problemas
cardíacos, de control motriz y síndrome neuroléptico maligno, caracterizado por
alteraciones en el estado mental, rigidez muscular, hipertermia e
hiperactividad incontrolable, aunque más frecuentemente las consecuencias
adversas sean menores y controlables.
El pronóstico siguiendo
el tratamiento adecuado a cada persona es de mejora importante. El mismo se
sigue durante toda la vida del paciente, aunque los síntomas hayan
desaparecido. De todas maneras, muchos necesitarán de ayuda y supervisión
incluso para tareas simples, mientras que un número relativamente pequeño
requerirá de internaciones, en algunos casos para estabilizar, en otros la
institucionalización será permanente para garantizar la seguridad, la
alimentación, la higiene, el descanso nocturno, etc. Si, por el contrario, se
deja sin tratar la esquizofrenia las complicaciones irán sumándose, con cuadros
cada vez más graves.
Casuística: algunos
ejemplos de esquizofrenia en niños y adolescentes
Luke Watkin
A los 12 años, de
repente, escuchó el frenazo de un tren seguido por el ruido de metales
chocando, pero ello no ocurrió. A continuación continuó oyendo ruidos
inexistentes, luego palabras, su nombre y frases enteras. Pero como nadie le
prestó atención, decidió guardarlo para sí. Entonces pensaron que se trataba de
alguien callado.
Luke pasó casi 10 años
sin diagnóstico, ya que su entorno le hizo creer que era algo sobre lo que no
había que hablar. Pero al entrar a la universidad ya no pudo controlarse más.
Por fin logró el
diagnóstico y con los tratamientos correspondientes, hoy con 31 años, este
británico intenta ayudar a otros con problemas similares, puesto que el
silencio y el ocultamiento no curan, sino que tienen el efecto contrario.
Antonio
Ya desde pequeño y
hasta los dos años presentó dificultades con el sueño. Más adelante, en
preescolar y en la primaria lograba buenas relaciones. Pero a los 12 años se
produjo la eclosión. Su lenguaje se tornó menos organizado, saltando de un tema
a otro, es poco expresivo gestualmente, tiende a no mirar a la cara de quien le
habla, su autoestima es bajísima (cree que todo lo hace mal, que es un inútil),
su rendimiento escolar ha descendido mucho, está obsesionado con el tema ovnis
y repite que quisiera morir. También muestra manías (lavarse las manos una y
otra vez, dejar las zapatillas colocadas de la misma forma, observarse
constantemente en el espejo, etc.), pensamientos extraños (si hace o deja de
hacer determinada acción sucederá algo terrible), miedo a que le lean los
pensamientos, a molestar a los demás, problemas para dormir, realiza
movimientos raros sin sentido, se ríe en circunstancias que no lo ameritan y
una serie de otras conductas que derivan en un diagnóstico de esquizofrenia
desorganizada.
Eva
Nacida en parto normal,
a los dos años los padres hacen una consulta de Psicología y obtienen un
diagnóstico de trastornos del comportamiento, del desarrollo y de la
comunicación.
Dos años más tarde la
familia se traslada a Córdoba. La escolarización de la niña es fallida, ya que
su comportamiento lo impide. A los 5 se van a vivir a Francia, donde tuvieron
problemas sociales y la madre presenta signos de esquizofrenia. El padre no
puede hacerse cargo y la niña se integra a una familia de acogida, donde su
cuadro eclosiona, por lo que inicia un tratamiento que la estabiliza hasta los
10 años. Pero entonces Eva refiere que puede controlar a otros con su
respiración, que hay quienes pueden leer su mente, que está siendo enfocada por
cámaras de TV y que se graban videos de ella para venderlos. Además, voces
insistentes le dicen que morirá pronto porque ha hecho cometer crímenes a otras
personas, cerrando el cuadro de esquizofrenia.
January Schofield, el
caso más famoso
Nació el 8/8/2002 y
parecía normal, hasta que su madre notó que la miraba fijamente sin apartar la
vista. Al séptimo día casi dejó de dormir. Más adelante parecía seguir con la
mirada el recorrido de algo que no estaba allí.
Poco antes de cumplir 3
años los padres creyeron que hablaba con un amigo imaginario llamado Lo. Pero
después apareció 400, un gato malvado que le decía que hiciera cosas malas.
También se cambiaba el nombre y reaccionaba violentamente cuando la llamaban
por el real.
La preescolaridad la
mostró agresiva y perturbadora, además de aislarse de los demás, porque ellos
eran un 13 y ella un 17.
En 2007 nace un hermano
y los síntomas empeoran, incluyendo autolesiones y el temor de que pudiera
dañar al pequeño.
Tras una serie de
diagnósticos errados y una internación de dos semanas para estabilizarla, se
llega a que January padece de esquizofrenia.
Ratas con nombres de
días de la semana, números antroporfizados (es amiga de 24 y 80 horas),
distinta medicación surte efectos parciales para sus diversos síntomas.
De todas maneras, la
niña, ahora joven, continúa con las tendencias agresivas, aisladas de las demás
personas porque, según ella, la odian.
Los Galvin,
esquizofrenia al por mayor
Era una familia bien
conformada, él militar, ella ama de casa, considerados positivamente por la
comunidad. Tuvieron nada menos que 12 hijos. Al llegar a la adolescencia
Donald, el mayor, se paseaba desnudo por la casa, sacaba los muebles al jardín
y tenía delirios religiosos, al extremo de creer que su hermana Lindsay era en
realidad la Virgen María.
En 1972 Mary, como la
llamaba su hermano, niña de 7 años, llevaba a su hermano mayor de la mano hacia
la cima de una colina cercana para atarlo a un árbol y quemarlo, como sucedía
en las películas con los herejes. Afortunadamente no pudo concretarlo.
Además de Donald
(nacido en 1945) y Lindsay, otros cuatro hermanos también fueron diagnosticados
como portadores de esquizofrenia. Todos ellos dieron muestras tempranas de que
algo no funcionaba, aunque los signos fueron ignorados.
James (1947-2001), el
segundo, además de pelear con el mayor, victimizaba al resto de sus hermanos
menores.
Brian (1951-1973),
rockero, pudo mantener en secreto su problema, hasta que se fue a vivir a San
Francisco, se puso de novio y en un arranque psicótico mató a su pareja y se
suicidó.
Joseph (1956-2009) fue
el más tranquilo: simplemente escuchaba voces de lugares y épocas diferentes y
nada más.
Matthew (1958),
ceramista, estaba convencido de que él era Paul McCartney y que sus estados de
ánimo causaban el clima.
Por último, Peter (1960)
es una persona maníaca y violenta que, además, rechaza todo tipo de ayuda.
Estos son apenas
algunos de los millones de casos, la mayor parte de los cuales son susceptibles
de importante mejora con el tratamiento adecuado, aunque la condición perdura
durante toda la vida y estas personas necesiten apoyos durante el resto de su
existencia.