martes, 14 de mayo de 2013

Mascotas y socialización en niños con TEA



Desde hace décadas se sugiere que la interacción con animales de compañía beneficia a las personas mayores, a niños y especialmente a las personas convalecientes o con discapacidad. A los largo de los últimos años se acuñó un conjunto de teorías y los primeros abordajes en zooterapia con el objetivo de promover mejoras en el desempeño físico, social, emocional y cognitivo para estos colectivos vulnerables.Gracias a los resultados obtenidos, cada vez son más los profesionales que reconocen el enorme potencial de la utilización de animales en la terapéutica específica para niños y adultos con trastornos del espectro autista (TEA). Un reciente estudio afirma que los niños con autismo son más propensos a hablar, mirar las caras de otras personas y hacer contacto físico cuando están en presencia de animales de compañía. ¿Puede una simple mascota hogareña convertirse en un buen aliado para facilitar la integración?

No es casual que ya en la antigüedad las relaciones entre los seres humanos y los animales hayan sido profundamente estudiadas por los romanos, egipcios y  griegos y que muchas culturas en todo el mundo les hayan otorgado a los animalitos incluso el rango de divinidad. Las relaciones de beneficio mutuo entre personas y animales ocupan uno de los grandes capítulos de nuestra historia. 

Ya desde la perspectiva de nuestra ciencia moderna, la zooterapia, término introducido por el psiquiatra estadounidense Boris Levinson en 1964, se inicia en el ámbito de la medicina después de varios experimentos con niños que tenían discapacidades de comunicación. En dichos estudios, Levinson contempló a fondo las diversas posibilidades para utilizar animales en el tratamiento de enfermedades y problemas de salud. 
A partir de allí se contempló a la zooterapia como el uso terapéutico de los animales y desde entonces su eficacia se ha demostrado con suficientes investigaciones científicas que aseguran que la interrelación con animales puede mejorar la salud de personas con enfermedades psicológicas, trastornos del desarrollo o comunicativos, ansiedad, estrés, afasia y depresión, entre otras condiciones y dolencias.
Las mascotas son cada vez más utilizadas en los hospitales y hogares de ancianos. Incluso estudios experimentales en diferentes clínicas han demostrado que los animales pueden inducir un estado de relajación, ayudar a bajar la presión arterial y acelerar los procesos curativos y reducir el tiempo de hospitalización.
También se han realizado experiencias piloto y estudios profundos en relación al beneficio de las terapias asistidas con animales en casos de trastornos específicos. 
Ya desde los comienzos, Levinson centró sus estudios en la observación de los beneficios resultantes de la interacción entre niños con autismo y todo tipo de mascotas. 

Para esta población en particular, los efectos de la zooterapia han sido variados y muy eficaces, como también lo han sido para niños con retraso del desarrollo, síndrome de Down y niños con bloqueos emocionales.
Los animales han colaborado efectivamente para mejorar habilidades físicas y motoras, sociales y comunicativas e inspirar buen humor. 
Ahora bien, si pensamos en terapias asistidas con animales, enseguida nos haremos la idea de que los animales utilizados para dicho fin han sido previamente entrenados y que se trata de especies y ejemplares con una cierta predisposición al relacionamiento con niños, que han desarrollado o ya traen determinadas habilidades. Difícilmente podríamos pensar que cualquier perro sin entrenamiento o un animal pequeño como un gato, un hámster o pez podría resultar de ayuda para una labor terapéutica. Sin embargo, una reciente investigación llevada a cabo por científicos de la Universidad de Queensland, en Australia, asegura que el contacto de un niño con autismo con cualquier tipo de mascota, incluso un cobayo, aumenta las posibilidades de que el niño participe socialmente y se relacione más abiertamente con las personas de su entorno.
Dicho estudio se uniría a otros que vienen postulando que con sólo acariciar a un animal se obtiene una sensación reconfortante y relajante, que alivia el estrés, eleva la autoestima y ofrece paz y tranquilidad, predisponiendo al organismo y a la mente a enfrentar mejor los desafíos.
Según este enfoque sería muy recomendable tener una mascota en casa,  aunque no se trate de un perro entrenado para terapia, también puede promover un mejor entorno para la salud mental.

Mascotas y entorno estimulante
El equipo de científicos liderados por Marguerite O'Haire, de la Universidad de Queensland, dio a conocer que los resultados de su investigación “sugieren que la presencia de un animal en la casa puede facilitar una mayor interacción social positiva para los niños con TEA."
Para realizar este estudio fueron observados 99 niños de entre 5 y 13 años que se dividieron en tres grupos, uno de niños con autismo y dos con niños de desarrollo típico. Los investigadores observaron los grupos durante varias sesiones de juego de 10 minutos, donde se les proporcionaron juguetes o conejillos de Indias, también conocidos como cobayos.  
La pesquisa estableció que los niños con autismo que fueron evaluados se mostraron más propensos a hablar, mirar las caras de otras personas y hacer contacto físico cuando estaban en presencia de los animales en comparación con el comportamiento que tenían cuando utilizaban los juguetes. También se pudo comprobar que reían y sonreían más y eran menos propensos a fruncir el ceño, llorar o quejarse.
Además de percibir una mayor socialización de parte de los niños con autismo en  presencia de los animales que ante los juguetes, los investigadores encontraron que los niños con desarrollo típico se acercaron más frecuentemente a los niños con autismo cuando los conejitos de indias estaban alrededor.
Aún no está del todo claro por qué los niños con autismo manifestaron estos beneficios al entrar en contacto con los pequeños animales, pero los investigadores sugieren que es posible que su presencia haya creado un ambiente menos estresante para ellos.
"Los participantes con TEA hablaron más, fijaron más su mirada en los rostros a su alrededor y se animaron a un contacto físico más cercano ante la presencia de los animales que al interactuar con los juguetes", describió O'Haire, quien además aseguró que los animales domésticos funcionan a menudo como un “lubricante social” para esta población.
El estudio de O'Haire tomó como referencias a otras investigaciones realizadas recientemente en este campo, como el llevado adelante por la especialista Marine Grandgeorge en Francia. 
Grandgeorge, de la clínica de investigación del Centro de Recursos para el Autismo del Hospital Académico de Brest, pudo establecer a mediados del año pasado que “la llegada de una mascota en la familia puede provocar cambios en aspectos específicos en el desarrollo socio-emocional de los niños con autismo".
En esta experiencia se realizó un seguimiento de niños autistas de edades comprendidas entre los 6 y 16 años, todos asistentes de un centro de cuidado de niños con discapacidad. En su análisis, los investigadores compararon los comportamientos sociales de 12 niños con autismo de familias que recibieron una mascota después de que el niño cumpliera 5, con el comportamiento de 12 niños autistas que nunca se relacionaron con una mascota. Ambos grupos fueron emparejados por la edad, género y habilidades generales del lenguaje.

Los resultados revelaron que aquellos niños que recibieron una mascota, con el tiempo mostraron menos déficit en sus habilidades para compartir la comida o juguetes con sus padres u otros niños, mientras que los que no se relacionaron con animales no evidenciaron mejoría alguna. 
Los investigadores comentaron también que el tipo de mascota no tenía importancia en cuanto a los beneficios obtenidos, para la experiencia se utilizaron indistintamente perros, gatos y hámsters. 
Si bien el equipo francés tampoco pudo concluir acerca de qué tipo de factores posibilitan estas mejorías, existe una serie de indicios y sugerencias que pueden ayudarnos a comprender por qué las mascotas pueden ayudar a los niños con autismo.
Las mascotas tienen la capacidad de influir directamente en el comportamiento humano. Cuando un ser humano y una mascota interactúan, cada uno utiliza determinadas señales emitidas por el otro para ajustar su propio comportamiento. Por lo tanto, las mascotas pueden promover interacciones muy simples y sutiles que logren fortalecer las facultades comunicativas y las interacciones entre los miembros de la familia.
Por otra parte, los animales domésticos promueven un sentido de la responsabilidad en el niño, donde las cosas simples de rutina, tales como la alimentación, el aseo y el juego los ayudan a crear y valorar lazos de interdependencia. La creación de este vínculo especial permite que el niño se vuelva más abierto y pueda comunicarse fácilmente con su mascota, desarrollando gradualmente una amistad que le enseña valores como la mutua comprensión y la empatía.
En cuanto al entorno hogareño, los padres tienden a estar más tranquilos y menos estresados cuando disfrutan observando a su hijo interactuando pro-activamente junto a su mascota. 
En relación al estrés, una investigación de la Universidad de California y la Davis School of Veterinary Medicine concluyó que los pacientes con enfermedades como el Alzheimer sufren menos estrés y tienen menos brotes de ansiedad si hay una mascota en el hogar. Las mascotas pueden proporcionar una fuente de comunicación positiva, no verbal a través del juego y el tacto que ayudar a calmar al paciente de Alzheimer y disminuir la conducta agresiva. También se comprobó que los dueños de mascotas en general tienen menos probabilidades de sufrir depresión que los que no tienen animales en su casa. Una de las razones de estos efectos terapéuticos es que la mayoría de las mascotas satisfacen la necesidad humana básica del tacto, un sentido tan importante y sensible para las personas con autismo, a veces demasiado vulnerables ante el estrés sensorial. Incluso los criminales en prisión han mostrado cambios a largo plazo en su comportamiento después de interactuar con los animales domésticos, muchos de ellos experimentan afecto mutuo por primera vez. Acariciar, sostener, abrazar, o simplemente dejarse tocar por una mascota puede crear rápidamente una sensación de calma interior.
Jugar con una mascota puede elevar los niveles de serotonina y dopamina, sustancias químicas del organismo que contribuyen a la calma y el relajamiento.
Asimismo los dueños de mascotas tienen menores niveles de triglicéridos y colesterol (indicadores de enfermedades del corazón) que aquellos sin mascotas. De hecho, los pacientes que sufrieron ataque cardiaco y tienen mascotas presentan una mayor sobrevida. 
La mejora de la calidad de vida es tal que incluso existen estudios que sugieren que los adultos mayores de 65 años que interactúan con animales realizan hasta un 30 por ciento menos de visitas a sus médicos que los que no tienen mascotas.
No debemos olvidarnos de la importancia del constante ejercicio que implica tener una mascota en la casa, además de proporcionar toda una serie de rutinas diarias, algo de mucha ayuda para niños con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Son innumerables los artículos y estudios que hablan acerca de estos y otros tantos beneficios que se generan a partir de la interacción con mascotas, pero todos hacen especial hincapié en el desarrollo emocional saludable: cuando un niño logra establecer un vínculo con su mascota aprende además a expresarse y relacionarse mejor, estableciendo al mismo tiempo una nueva manera de vincularse consigo mismo, con sus sentimientos y percepciones. 
Gatos y animales pequeños

Por lo general, ya sea en nuestro imaginario o cuando nos encontramos con un informe relacionado a la terapia asistida con animales difícilmente podamos encontrarnos con animales pequeños, sino con perros de razas mas bien robustas o caballos.
Sin embargo, como pudimos comprobar anteriormente, muchas de las más recientes investigaciones se han llevado a cabo con animales pequeños. Un ejemplo de ello son los gatos. 
Los felinos se mueven lenta y armónicamente, llevan su propio ritmo interior y presentan una personalidad astuta y muy dócil, afecta al cariño pero a la vez independiente. Estas particularidades los hacen animales ideales para trabajar terapéuticamente en hogares de convalecencia e institutos de salud mental con gran éxito.
No obstante, aunque mucho se ha escrito sobre el uso de caballos, perros y delfines con niños autistas, poco o nada se ha escrito sobre la valiosa ayuda que pueden prestar los gatos. De todos modos son ya varios los centros especializados en terapia asistida por gatos en los Estados Unidos, como la Delta Society, y por supuesto muchos están especialmente capacitados para trabajar con niños con trastornos del desarrollo para ayudarlos a sacarlos del cascarón y que puedan comunicarse con mayor fluidez.
El papel de los gatos en los procesos terapéuticos sigue sorprendiendo a los investigadores y profesionales de la medicina, a medida que aprendemos más y más acerca de su impacto en las vidas humanas y los procesos de salud.
Las innumerables historias de aquellos que se han beneficiado de alguna manera en su interacción con estos animales se multiplican tanto en relatos personales como en estudios científicos. 
Por ejemplo, si bien los investigadores no están seguros de las causas exactas, los dueños de gatos tienen menos accidentes cerebrovasculares que las personas que tienen otras mascotas o no tienen animales en su casa. Los científicos especulan que los gatos pueden tener un efecto más calmante sobre los dueños que otros animales. 
Para validar esta percepción, científicos del Instituto de Investigación de la Fauna de Carolina del Norte, descubrió que el ronroneo del gato es un verdadero mecanismo natural de curación del cuerpo. La frecuencia con la que los gatos ronronean está dentro del intervalo 27-44 Hz y la exposición a tal frecuencia estimula la cicatrización y el crecimiento del hueso. Esto no sólo afecta a los gatos sino las personas que conviven con ellos. Se sabe que en esta frecuencia de sonido específico mejora la densidad ósea y el tono muscular en seres humanos, por lo tanto podría compararse el ronroneo con un efecto similar al tratamiento por ultrasonidos.
Además de la terapia con gatos y las experiencias con roedores domésticos, también se han realizado distintos estudios en lo que se ha denominado acuarioterapia. 
Con sólo mirar un entorno acuático artificial y entregarse a la contemplación del movimiento y el colorido de los peces, pacientes con distintas dolencias como Alzheimer o condiciones como el TDAH o autismo logran desarrollar una sensación de tranquilidad, relajación y placer que se convierte en una influencia muy beneficiosa sobre el estado su salud.
Las investigaciones han demostrado que tan sólo cinco minutos de contacto con la naturaleza característica de un acuario puede reducir significativamente el estrés, la ira, el miedo, y aumentar los sentimientos placenteros.
Un creciente número de pediatras y clínicas de Europa y Estados Unidos han ido incorporando acuarioterapia en sus áreas de espera y consultorios para promover una salud mental positiva. 
Un estudio publicado en el "Journal of Attention Disorders" encontró que los niños con problemas de conducta y autismo están más centrados después de una caminata por un entorno natural, sugiriendo que la incorporación de elementos naturales, como árboles o arbustos ornamentales, plantas, flores y acuarios en los ambientes escolares mejoraría la capacidad de atención de los alumnos con TDAH.
La ciencia de hoy en día está descubriendo conexiones interesantes entre contemplar un acuario y sus efectos positivos sobre la salud humana. Entre las principales reacciones orgánicas se ha observado la disminución de la presión arterial y del estrés, una mayor estabilidad en los pensamientos y concentración. 
Observar peces estimula los neurotransmisores de serotonina en el cerebro, lo que conduce al aumento de la producción de endorfinas. 
A partir de estas experiencias queda claro que estamos frente a los efectos de un misterio que aún la ciencia no ha terminado de desentrañar. Podemos aceptar y maravillarnos en cuanto a cómo las mascotas pueden mejorar la capacidad de un niño con autismo y otras dolencias para participar actividades sociales y de ocio, vencer la angustia, reducir el estrés asociado a la interacción y ampliar su empatía, pero fuera del terreno de la emoción desconocemos completamente los factores específicos que contribuyen a esta magnífica colaboración entre especies.
Quizás sea que la clave no esté en el entendimiento sino en el fortalecimiento de cada vínculo. Quizá la verdadera potencia terapéutica resida en el respeto y entendimiento mutuo, aun cuando las partes de ese vínculo manejen lenguajes distintos y tengan diferentes maneras de percibir el mundo y a los otros. Tal vez los animales nos estén invitando a una experiencia demasiado obvia para que podamos valorarla y ponerla en práctica. 


Luis Eduardo Martínez

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