lunes, 17 de febrero de 2014

¿Por qué algunos niños con autismo no reconocen rostros?


Si bien no todos los niños con autismo presentan esta dificultad, la mayoría la experimenta en algún grado. Entre las causas que se mencionan, están las relativas a problemas visuales, de atención y neurológicos. El reconocimiento facial resulta imprescindible en la vida de relación, por lo que es necesario prestar atención a este impedimento y buscar estrategias para revertirlo en la medida de lo posible.

Apertura
Es una verdad de Perogrullo que los seres humanos poseemos una capacidad comunicativa muchísimo más rica y compleja que la que manifiestan las demás especies que pueblan el planeta.
Además de la palabra oral y escrita, la forma más fecunda y diversa, somos capaces de interpretar gestos corporales, visajes, señales auditivas, visuales, olfativas y hasta gustativas, que complementan, agregando o modificando el sentido, y hasta en ocasiones reemplazan a la oralidad en el acto de la comunicación.
Si bien la capacidad de interactuar con todo lo que nos rodea es innata, como toda potencia, necesita de la experiencia para ponerse en acto.
A diferencia de lo que ocurre con los animales, aun los más avanzados, requerimos más tiempo para que nuestras funciones cerebrales maduren y se desarrollen. Mientras que cualquier cachorro alcanza su plenitud en períodos breves, los humanos necesitan años para completar el desarrollo, en interacción con el medio, que provee estímulos para que esto ocurra.
Reconocer palabras, gestos, señales y signos es imprescindible para poder contactarnos con lo que nos rodea, establecer vínculos, evitar peligros, registrar actitudes amorosas o agresivas, etc., lo que compartimos en alguna medida con los integrantes del reino animal. Pero el ser humano posee ese plus, que es la capacidad de establecer el contacto visual con el interlocutor y transmitir y recibir información por este medio.

El reconocimiento de caras
El reconocimiento de caras (RDC) permite no solamente la identificación de las personas, sino que también refleja sus estados de ánimo y otra serie de datos que se perciben a simple vista. Se trata de un procedimiento especial, que difiere, por ejemplo, del reconocimiento de objetos, que se basa más en las características individuales de estos.
En el RDC confluyen dos procesos diferentes y simultáneos. Por un lado, el de los rasgos, mediante el cual se atiende a ciertas características o particularidades específicas, tales como el color del cabello, el de los ojos, la forma de la nariz, de los labios, etc. Por el otro, el de conjunto, que, a su vez puede producirse de dos maneras diferentes, la global, mediante la cual se compara la totalidad del rostro con la imagen que se tiene de él. A su vez, en el de configuración, se toman las partes y se comparan con lo esperado, para completar el todo.
Recién alrededor de los dos meses los bebés comienzan a reconocer caras. Antes, su maduración neurológica todavía no lo permite. La capacidad de fijación visual está presente desde el momento del nacimiento, pero no ocurre lo mismo respecto de la habilidad para el seguimiento de lo que los rodea. Ello se debe a que su agudeza visual es baja y a que su córtex solamente procesa información de bajo impacto. Reconocen a su madre (conocen su voz desde el propio seno materno, su olor, etc.), pero no su cara.
Se presume que en ese período de relativa inacción sensorial de la visión tiene efectos positivos a futuro sobre el área neuronal del lenguaje y otras que permitirán una asociación evolutiva entre lenguaje y reconocimiento facial, que son clave para la interacción social.
A medida que se va completando su desarrollo, los pequeños adquieren un mayor dominio visual del medio que los circunda y normalmente comienzan a discriminar entre rostros conocidos y desconocidos. El que identifican primero suele ser el de la madre o el de quien los alimente, puesto que su campo visual continúa limitado a aproximadamente la distancia que existe desde su posición de lactante al rostro materno. Después de los seis meses, el rango de su percepción y el sistema visual experimentan un rápido crecimiento. Aproximadamente a los seis años, la facultad de reconocimiento de caras y del entorno es similar a la de los adultos, aunque su capacidad de procesamiento plena no se logra completamente sino hasta llegar a los diez años de edad.
El reconocimiento facial requiere la interconexión de múltiples redes neuronales, mayormente ubicadas en el hemisferio derecho del cerebro.
Existen indicios de que durante el RDC se genera actividad en el hipocampo y en las zonas vecinas, lo que permite discriminar entre caras nuevas y ya vistas, al tiempo que estimula el aprendizaje para incorporar las desconocidas y reaccionar afectivamente ante las ya incorporadas.
A su vez, ciertas regiones del lóbulo prefrontal se implican en el procesamiento visual, activando el RDC.
Estos dos sistemas, denominados vía medial el primero y vía lateral el segundo, se hallan interconectados entre sí. Reciben su nombre de la ubicación de las zonas del cerebro que se hallan implicadas en la actividad. El medial intervendría en el reconocimiento de nuevas caras, mientras que el lateral se encargaría de la comparación del nuevo rostro para incorporarlo.
Es posible que ambos entren en acción automáticamente como un todo, aunque inicialmente lo haga uno u otro, según el tipo de estímulo facial, la situación emocional y la propia experiencia del sujeto.

Dificultades en el RDC
Si bien en la gran mayoría de las personas el reconocimiento de rostros sigue una evolución normal, con pequeños adelantos o retrasos no significativos, existen otras que manifiestan problemas en este área.
La prosopagnosia (del griego prosopon = cara y agnosia = desconocimiento) o ceguera facial es la denominación que recibe este problema, que consiste en imposibilidad total o parcial de reconocer rostros. Decimos que puede ser absoluta o acotada porque existen casos en que ninguna cara es reconocible y otros en que solamente se recuerdan aquellas que se ven frecuentemente, usualmente la de los parientes y/o amigos más cercanos, con lo que hay un contacto cotidiano o con intervalos muy cortos.
Estas personas tienen una visión normal, por lo que la deficiencia no proviene de inconvenientes en este aspecto.
Si bien se las ingenian para suplir esta carencia recurriendo a ciertos trucos, como recordar el tono de voz, algunos gestos característicos del otro, el modo de andar u otras particularidades, de todas maneras suelen afrontar situaciones sociales embarazosas, puesto que la fuente primaria para saber quién es nuestro interlocutor es tener presentes sus facciones.
Hay dos tipos de prosopagnosia: la traumática y la funcional.
Respecto de la primera, se ha constatado que muchos de quienes la padecen presentan lesiones en las zonas del cerebro que intervienen en el RDC, que pueden provenir de traumatismos craneales, accidentes cerebrovasculares, infecciones, enfermedades degenerativas u otras fuentes que provocan daño en las zonas en las cuales se efectúa el reconocimiento facial. Cuanto más extenso sea el deterioro, mayor será la dificultad para reconocer los rostros.
En contraste, la funcional se presenta sin que exista daño actual en el cerebro. Hay casos en los cuales puede deberse a lesiones que se produjeron en los tiempos de la gestación o durante los primeros meses de vida extrauterina, por algún problema genético o cualquier otra causa, las que, pese a no haber dejado secuelas físicas, pueden haber alterado el sistema de percepción de RDC inhibiéndolo entonces, por lo cual presentan dificultades actuales.
También puede ser un síntoma de problemas psicológicos y/o psiquiátricos, por lo que en estos casos es altamente probable que, una vez resuelta o encaminada la patología de base, se superen total o parcialmente los inconvenientes para el RDC.

Autismo y RDC
Es notorio que una de las características más sobresalientes de las personas que portan algún Trastorno del Espectro Autista es la dificultad que experimentan para establecer lazos sociales, lo que incluye, en mayor o menor grado, diversos obstáculos referidos a la comunicación en todos sus aspectos, entre los cuales el reconocimiento de rostros resulta un dato relevante.
Resulta obvio destacar que la interacción cara a cara resulta relevante, es fundamental en el intercambio social.
En diversos estudios llevados a cabo respecto del reconocimiento facial en personas con Autismo se resalta que muchos de estos individuos presentan dificultades selectivas en la identificación y la discriminación de caras, sin que presenten lesiones cerebrales.
Se señala que en sujetos que posteriormente se diagnosticarían dentro de los TEA ya en la más temprana edad mostraban una atención reducida acerca de la fisonomía de las personas en comparación con sus pares sin esta problemática.
En un principio se pensó que ello se debía a que la atención en estas personas estaba disminuida. Sin embargo, investigaciones más recientes han descartado que ello sea así, puesto que unos y otros presentaban resultados idénticos ante estímulos similares, mayormente referidos a objetos.
Tampoco parece residir el inconveniente en la percepción facial, la que, nuevamente, no muestra diferencias significativas entre unos y otros.
No obstante, existe una característica en la forma de mirar de las personas autistas por la que pareciera que miran todo como si fueran objetos. Su contacto ocular es pobre, utilizan más la visión periférica que la central con las personas y, más que fijar la vista, efectúan una especie de barrido, evitando el rostro de quienes entran en su campo visual.
No hay acuerdo acerca de la capacidad visual. Según algunas teorías, ella se vería disminuida y/o desorganizada, sobre todo en los primeros años, lo que explicaría, en parte, las dificultades para reconocer a los otros. De acuerdo con otros investigadores, no existiría tal deficiencia. Para esta línea, no hay problema alguno en el aspecto perceptivo, sino que el inconveniente se halla solamente en el procesamiento de los datos que les aporta este sentido, aspecto en el que concuerdan ambas vertientes.
Al respecto, se señala que la dificultad no se circunscribe, en general, únicamente a los rostros, sino que ello involucra también a sus representaciones, sea a través de dibujos, fotografías u otros medios para figurarlos.
Por otro lado, y abonando la teoría de que el problema es, sobre todo, de procesamiento, se cree que son capaces de percibir las facciones independientemente, pero no cuentan con la capacidad de integrarlas en un todo.
En este sentido, se apunta que las dificultades para procesar la información de los rostros humanos y sus múltiples expresiones se debe a que el área del cerebro que comanda el reconocimiento facial no se activaría o lo haría defectuosamente en las personas autistas.
Un trabajo de investigación realizado en la Universidad de California, sede Los Ángeles, mostró, a través de una prueba de resonancia magnética funcional, que la actividad de las zonas asociadas al RDC permanecían con escasa o nula respuesta en niños autistas a los que se les mostraban imágenes de rostros que expresaban distintas emociones, tales como miedo, ansiedad, enfado, felicidad y otras neutrales, mientras que en el grupo de control de niños con desarrollo típico de la misma edad existía una variedad de reacciones.
Otro aspecto a considerar es la disparidad que presentan en cuanto al umbral de estímulos. Así como pueden reaccionar desmedidamente frente a algunos de escasa magnitud, frente a otros es tan alto que incluso pueden no percibir ciertos riesgos que son evidentes para otras personas. Se piensa que el alto nivel en este sentido influye para que estímulos de baja intensidad, como el rostro de una persona, no les resulten particularmente atrayentes.

Estrategias para mejorar el RDC
Si bien algunas personas con Autismo desarrollan algunas estrategias que les permiten el reconocimiento básico de algunas personas (esto es, quién es, pero no lo que expresa mediante su rostro), aunque obtengan algunos resultados, suele costarles reconocer las variaciones. Esto es, ante dos imágenes de la misma persona con una diferencia mínima (de ángulo, contexto, etc.) o en el propio rostro de alguien suele producirse el desconocimiento.
Existen diversos procedimientos que buscan disminuir estas carencias.
Algunos se basan en imágenes que buscan marcar las similitudes, especie de test de memoria. Otros remarcan las diferencias, alterando levemente la fotografía y también los hay que combinan las similitudes y los contrastes.
El método que vaya a utilizarse depende de cada paciente, para lo cual es indispensable consultar con un especialista en la materia. No existe un modo universal que asegure buenos resultados, sencillamente porque no todos los casos son similares, sino que cada persona es diferente.

Conclusión
El reconocimiento facial implica mucho más que simplemente saber si se conoce o no a alguien, sino que está asociado también (y fundamentalmente) con un aspecto vital de la comunicación, como es el hecho de aportarnos una información riquísima que va más allá de la palabra, que la complementa y en muchos casos nos brinda la posibilidad de la empatía, esto es, saber qué le ocurre a nuestro interlocutor y nos permite relacionarnos con él.
Si bien no todas las personas con Autismo tiene problemas en este sentido, la gran mayoría experimenta impedimentos de leves a muy serios.
Es cierto que quizás algunos no puedan mejorar este aspecto y que otros no obtengan resultados espectaculares, pero cualquier mejora, por pequeña que sea, vale el intento de procurar una mejor comunicación.

Ronaldo Pellegrini

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