sábado, 31 de octubre de 2015

Vacunación y discapacidad: mitos y realidades



Hace más de 200 años que comenzaron a emplearse y han terminado o minimizado con enfermedades que, en algunos casos, sembraron muerte durante siglos y fueron responsables de secuelas discapacitantes que afectaron a millones de seres humanos. Sin embargo, existen reparos sobre su utilización. ¿Son realmente peligrosas o se trata de un mito?

Introducción
La discordancia no es nueva. Hace décadas que se cuestiona no solamente su utilidad, sino que existen grupos minoritarios alrededor de todo el mundo que postulan que las vacunas son perniciosas y que causan enfermedad, discapacidad y hasta muerte.
Basta navegar un poco por la web y saltan las denuncias, los testimonios y las advertencias acerca de las consecuencias devastadoras de esta práctica. De hecho, no hace mucho, hallamos en una de las redes sociales más populares un posteo que planteaba, más que la duda, la afirmación sobre las derivaciones nocivas de la vacunación.
Por otro lado, la comunidad científica desestima con argumentos contundentes cada una de las acusaciones refiriendo a diversos estudios empíricos que no han hallado asociación alguna entre las inoculaciones y los males que se les endilgan.
A ello se responde que la venalidad del negocio de los medicamentos, una de las industrias más florecientes y con mayor margen de ganancia, hace que se lleven a cabo solamente investigaciones que confirmen la inocuidad de sus productos.
La respuesta a estas acusaciones es que ninguno de los detractores de estas técnicas preventivas aporta evidencia sostenible científicamente sobre sus afirmaciones.
En las líneas que siguen aportaremos los argumentos y las evidencias que cada una de las partes esgrimen para que cada uno saque sus conclusiones.

¿Qué son las vacunas?
Antes de continuar con lo prometido, y pese a que prácticamente todos tenemos aunque más no sea una vaga idea de qué se trata, haremos una somera descripción de qué son y cómo actúan.
No hace falta demasiada perspicacia para conjeturar que la palabra “vacuna” viene de vaca, y está asociada a la experiencia del británico Edward Jenner, quien en 1796 constató que las mujeres que ordeñaban vacas que habían contraído la viruela bovina (forma mucho más benigna y de la que era corriente que se infectaran) resultaban mucho menos afectadas con la humana o directamente no manifestaban síntomas. Fue así que se le ocurrió inocular a las personas con el virus vacuno atenuado a partir de un raspado sobre la piel, lo que resultó un verdadero éxito.
En realidad, existen escritos chinos del siglo XI en que se describe una práctica similar, pero introduciendo el virus de la viruela humana directamente en seres sanos, lo que en algunos casos los inmunizaba, pero en muchos otros derivaba en la infección de personas saludables.
Casi un siglo después, Louis Pasteur tomó el microorganismo productor de la rabia, lo atenuó y lo inyectó, lo que, pese a las críticas recibidas por su proceder, resultó en la inmunización de personas y animales contra esa enfermedad.
El principio se multiplicó y Salk, Sabin y muchos otros, con el paso del tiempo, hallaron la forma de combatir un número importante de dolencias altamente discapacitantes, como la Poliomielitis, que dejó secuelas en muchas partes del mundo (EE.UU. reportó en 1952 60.000 casos, 3.000 de ellos mortales; Argentina, en 1956, 6.500, con más de 1.000 decesos; en México, en el período 1948-1955 afectó a más de 100.000) y que en la actualidad, gracias a la vacunación no llega a registrar un centenar de episodios en todo el mundo, con muchas regiones que se encuentran libres de ella.
Fundamentalmente, la vacuna sigue el mismo principio, esto es, se trata de una preparación biológica que busca producir inmunidad ante un agente patógeno determinado.
Ello se logra mediante la inoculación del microbio atenuado o muerto, de sus toxinas o de alguna sus proteínas (también existen aquellas que combinan estas modalidades), con lo cual se estimula al sistema inmunitario para que genere los anticuerpos correspondientes a la enfermedad, con ello se logra, mayoritariamente, la inmunidad ante su presencia.
Si bien usualmente la vacunación se utiliza preventivamente, en algunos casos su suministro también puede ser terapéutico, como ocurre, por ejemplo, con ciertas vacunas que se ensayan contra el HIV y el cáncer o para algunas enfermedades crónicas. El objetivo es similar al de las preventivas, esto es, cuando el sistema inmunológico no actúa frente a una infección, se intenta hacerlo reaccionar para repelerla.
Muy raramente pueden producir efectos secundarios severos, normalmente ellos se limitan a unos pocos sin mayor compromiso sanitario, tales como fiebre de corta intensidad y duración; dolor, enrojecimiento y/o tumefacción en la zona de aplicación y dolores musculares, síntomas que suelen desaparecer en un breve lapso (24/48 horas) y sin mayores complicaciones.

En contra de las vacunas
Pese a las afirmaciones de que las vacunaciones masivas son la causa de que muchas de las enfermedades que fueron azotes y causa de gran mortalidad y secuelas discapacitantes durante centurias en diversas partes del mundo se encuentran en la actualidad prácticamente erradicadas, existen posturas contrarias a tal postulación, incluso algunas de ellas sostenidas por médicos y otros profesionales del campo de la Salud.
Un primer argumento negacionista es que, obviamente, no puede negarse que,salvo algunas patologías relativamente novedosas (como dengue, ébola, algunos tipos de influenza, etc.), se han erradicado o reducido a su mínima expresión las epidemias y las pandemias (aquellas que se diseminan por más de un país) que causaron desolación hasta no hace demasiado tiempo.
Pero, según estos objetores, ello no se debe a las vacunas sino al cambio de las condiciones socioeconómicas, que incluyen mejor alimentación, acceso al agua potable, condiciones de higiene, mayores controles sanitarios de los alimentos, la disponibilidad de las medicinas y a otras cuestiones que hacen a una calidad de vida superior. De hecho, explican, en aquellas regiones del mundo en las que el acceso a estos bienes sigue ausente o es precario es donde persisten viejas epidemias y se generan las nuevas.
Pero incluso van más allá, al afirmar que las vacunas no solamente no resultan la causa de la mejora del estado sanitario de la población, sino que ellas generan enfermedades que llevan a la discapacidad y a la muerte.
En ese sentido, afirman que son productoras de Autismo, del síndrome de la Muerte Súbita del Lactante, de disfunciones inmunitarias, de diabetes, de trastornos neurológicos (convulsiones, lesiones cerebrales, trastornos del aprendizaje, déficit de atención, problemas conductuales y otros) y también de muchas enfermedades raras degenerativas.
Respecto del Autismo, hallan que el incremento de casos que se produjo en las últimas décadas se correlaciona con el despliegue de las campañas de vacunación, puesto que ambos coinciden temporalmente.
Sobre todo las sospechas se centran en que muchas de las vacunas utilizan en su composición el mercurio, del que se sabe que su presencia en el cuerpo puede inducir el Autismo.
De entre todas las apuntadas, la más señalada es la Triple (Sarampión, Rubéola y Paperas), cuya utilización es prácticamente universal.
Aseguran que muchos niños inoculados comienzan a manifestar la sintomatología autista en un lapso no mayor de cuatro semanas.
Afirman que, mientras que los investigadores pagados por las empresas que fabrican las vacunas lo ocultan, los independientes han hallado pruebas de que las vacunas inhiben las enzimas, generando metabolitos, lo que lleva a que, en algunos casos se produzca una degeneración celular que desencadena en Autismo y todos los demás trastornos neurológicos, conductuales, atencionales, del aprendizaje y otros que se han incrementado exponencialmente en los últimos años, sin que pueda explicarse por otra vía su irrupción desmedida.
A su vez, la muerte súbita en bebés, además de explicarse por las causas genéticas que pueden existir, por cuestiones de alimentación (aquellos que no son amamantados presentan mayor riesgo), por accidentes, por cuestiones posturales, etc., sostienen que, nuevamente, las alteraciones celulares que se producen en el bebé por la inoculación de las vacunas, llevan a que los glóbulos rojos, que portan el oxígeno en la sangre, se vean afectados e incrementan el riesgo exponencialmente.
También hacen responsable a esta práctica de otros problemas, aunque no tan severos como los reseñados.
En ese sentido, los casos de dolor abdominal en niños, sobre todo los persistentes y que van más allá de una molestia, con asociación de fiebre, vómitos, hinchazón o rigidez, también se deben a ellas, al menos en algunos casos, siempre por la desestabilización que producen en las células.
Reconocen que los cólicos en los lactantes son un fenómeno normal, usualmente provocados por la retención de gases y que acarrean a los pequeños un sinnúmero de molestias; pero al mismo tiempo afirman que ellos se incrementan en frecuencia e intensidad cuando se les administran las vacunas y que pueden derivar en una dolencia crónica.
Por otro lado, ya no basados en cuestiones científicas sino en creencias, también se registran dudas y oposiciones a la vacunación. En general, la inmensa mayoría de las religiones la acepta sin problemas, aunque algunos grupos sectarios, sobre todo a comienzos del siglo XX, realizaron campañas de repudio, y mínimos grupúsculos fundamentalistas que persisten en sus creencias opositoras.
También existen algunos otros, derivados de las corrientes New Age, que la creen innecesaria, puesto que, asimismo corrientes minoritarias, creen que llevar una vida sana hace que el mismo cuerpo sea el sanador y preventor de las dolencias y que estas sustancias extrañas introducidas en el cuerpo, lejos de contribuir a la homeostasis al que tiende todo ser viviente, la perjudican.
Asimismo, llamó la atención un artículo que refería que, principalmente en China, pero también poniendo en duda la calidad de las vacunas en el resto del mundo, no todas se elaboran siguiendo los procedimientos apropiados, ni se respetan las condiciones de seguridad para su manipulación, almacenamiento y traslado, lo que haría mutar a algunas de ellas de beneficiosas en perjudiciales. Y ello no sería a causa de descuidos involuntarios, sino que se debería la intencionalidad de bajar costos para aumentar las ganancias de los fabricantes.

A favor de las vacunas
Los que las defienden aseguran que cada año se evitan entre 2 y 3 millones de muertes gracias a ellas en el mundo y un número incalculable de secuelas discapacitantes.
Si no fuera por ellas, no podrían prevenirse el cáncer cervical, la difteria, la hepatitis B, el sarampión, la paroditis, la tos ferina, la neumonía, la poliomielitis, las enfermedades diarreicas por rotavirus, la rubéola, el tétanos y muchas otras.
Concuerdan con los detractores en cuanto a que en regiones o países en los cuales las condiciones sanitarias y el acceso al agua potable y otros son deficientes resultan reservorios de enfermedades, pero, al mismo tiempo, advierten que a ello se suma que las políticas sobre salud en esos territorios, que implican diversas deficiencias (entre ellas las referidas a la vacunación), tienen tanta o más incidencia. Resaltan que, pese a las campañas mundiales, el máximo que se ha logrado a partir de 2013 es que el 84% de la población infantil del globo haya recibido las dosis correspondientes, y que las áreas de su falta coinciden, mayoritariamente, con aquellas en que las situaciones de pobreza y desidia de las autoridades sanitarias se conjugan.
Respecto de muchas de las otras objeciones que se les hacen, la OMS decidió publicar, en abril de 2013, un documento refutando los mitos y las falsas creencias sobre las vacunas (ver recuadro).

Palabras finales
Existen sospechas bastante fundadas de que la industria farmacéutica, en general, se orienta más al beneficio que a su misión sanitaria.
Ahora, no existen evidencias científicas con peso suficiente como para negar rotundamente la eficacia de las vacunas y mucho menos para atribuirles efectos patógenos.
Es un hecho irrefutable que en aquellos lugares del mundo donde no se aplican como es debido, persisten patologías que en muchos otros se hallan erradicadas. Hasta ha ocurrido que en los propios EE.UU. se hayan producido incrementos de casos de enfermedades como el sarampión, por ejemplo, porque pequeños cenáculos opositores han sustraído a sus niños de las campañas de vacunación.
Un punto a destacar es que la oposición, por el argumento que sea, no solamente pone en riesgo a la persona que no se ha vacunado, sino que puede comprometer también la salud de muchos otros.
Ciertos argumentos peregrinos, que se cuelgan del desconocimiento de cómo se producen o por qué se incrementan determinados estados mórbidos resultan peligrosos y, mientras no se demuestre lo contrario, solamente sirven para generar muerte y discapacidad.

Ronaldo Pellegrini
ronaldopelle@yahoo.com.ar

Algunas fuentes:
- http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs378/es/
- http://www.cdc.gov/vaccinesafety/concerns/autism/
- http://www.voicesforvaccines.org/mmr-and-autism-our-story/
- http://www.who.int/features/qa/84/es/
- http://www.bibliotecapleyades.net/salud/salud_vacunas02.htm

No hay comentarios:

Publicar un comentario