domingo, 26 de agosto de 2018

Discapacidad cognitiva subjetiva: cuando los jóvenes pierden la memoria

Imagen relacionada
Resultado de imagen para discapacidad cognitiva subjetiva
Imagen relacionada
El proceso de pérdida de la memoria es natural y gradual a medida que las personas van envejeciendo. En la última década ha llamado la atención que este proceso se advierta tempranamente en jóvenes y que se trate de un fenómeno en aumento, global, que no puede explicarse sino por algunas peculiaridades de la vida moderna que pone en riesgo la capacidad de recordar, lo que afecta la vida entera de un sector importante de la sociedad.

Olvidar: una función necesaria
Olvidar es una cuestión totalmente necesaria. No podríamos manejarnos si no fuéramos capaces de hacerlo, ya que ello nos permite lidiar con las enormes cantidades de información que recibimos diariamente, descartando o relegando aquella que es de poco interés o de escasa importancia y atesorando la que puede sernos útil o necesaria.
También es común que nuestra memoria sea selectiva. Por ejemplo, aquello que nos molesta por tener una importante carga afectiva negativa puede omitirse, así como olvidar citas no deseadas o confundir direcciones. Si no es habitual, no es para preocuparse.
Por otro lado, se sabe que con la mayor edad los humanos vamos perdiendo la memoria y que se trata de un proceso normal de envejecimiento, siempre que ello no vaya acompañado por alguna enfermedad o problema neurológico o mental que afecte la calidad de vida.
Lo que está llamando la atención de investigadores de todo el mundo, por lo menos desde hace un par de décadas, es que se observa que este fenómeno se da cada vez con mayor prevalencia en jóvenes de prácticamente todo el mundo.

Las causas
Existen distintas explicaciones, muchas de ellas relacionadas con las exigencias y las características de la vida moderna.
Se señala a la cantidad de información y la dependencia de los aparatos como una de las principales causas por las cuales la parte del cerebro de los jóvenes dedicada a la memoria, usualmente más propensos a la utilización de las nuevas tecnologías, se muestra más endeble y frágil por la dependencia de las computadoras y otros aparatos.
Muchas de las funciones cerebrales, tales como realizar operaciones matemáticas, recordar trayectos, memorar acontecimientos y procesos, etc., se realizan por medios informáticos, por lo que, en lugar de utilizar el cerebro, muchos jóvenes buscan en la web o simplemente introducen algunas palabras en un celular para obtener resultados.
Un estudio realizado en Japón, en la Universidad Hokkaido a comienzos del corriente año, investigó a 150 jóvenes con edades comprendidas entre los 20 y los 35 años y algo más del 10% presentaba pérdidas de memoria severas. Toshiyuki Sawaguchi, profesor de Neurobiología y participante en el trabajo, dijo: “Están perdiendo la habilidad de recordar cosas nuevas, descartar datos viejos y distinguir entre la información que es importante y la que no lo es. Se trata de una clase de discapacidad mental”.
Se sabe que la perfomance cognitiva está directamente asociada a la actividad cerebral y que la estructura cerebral necesita de la ejercitación para incrementar su capacidad. Así como la dieta y el ejercicio nos ayudan a mantener en forma nuestro cuerpo, otro tanto debe hacerse respecto del cerebro, esto es, ejercitarlo y nutrirlo adecuadamente.
El estrés es otro elemento que atenta contra la memoria en los jóvenes. Las exigencias de la vida diaria, la necesidad de responder velozmente ante las demandas suele bloquear la capacidad de recordar.
La realización de múltiples tareas a la vez y con exigencias de plazos breves y perentorios causa una sobreexitación que tiene efectos perniciosos sobre la memoria.
También se explica esta tendencia por la conexión constante de los jóvenes hacia los medios electrónicos. El uso abusivo de teléfonos celulares, por ejemplo, se reporta como un elemento distractivo que hace que no se preste la atención debida a lo que sucede más allá del aparato, lo que atenta contra la capacidad de incorporar información y consolidar la memoria.
Además, hay otras causas que pueden influir que los jóvenes comparten con el resto de la población, tales como la depresión y otros problemas emocionales y mentales (trastorno bipolar, esquizofrenia, entre otros), las infecciones cerebrales (encefalitis y meningitis, por ejemplo), los traumatismos craneanos, el consumo de drogas (ilegales y legales, dado que algunos medicamentos pueden alterar la memoria), la carencia de vitamina B1, insuficiencias temporales de oxígeno en el cerebro, accidentes cerebrovasculares, diversas enfermedades (aunque raramente en la juventud, Parkinson, Alzheimer, enfermedad de Huntington y esclerosis múltiple), el alcoholismo, la presión sanguínea alta, el tabaquismo, el colesterol elevado, por citar algunas, aunque en estos casos se trataría de consecuencias de otras afecciones.

Los síntomas
Los tipos de pérdida de memoria que se observan en los jóvenes son dos: la amnesia anterógrada y la global transitoria: La primera de ellas es la más frecuente. Se caracteriza por la reducción de la capacidad para recordar el pasado reciente. Eso sucede porque disminuye la facultad del cerebro de almacenar y retener información o conocimientos, lo que gradualmente conduce a la pérdida de la memoria, incluso la retrógrada (la del pasado más remoto).
La global transitoria es mucho más rara. Se trata de episodios de duración variable (frecuentemente de 2 a 8 horas, pero que pueden llegar a 24 o más) en los cuales el individuo manifiesta una disfunción prácticamente total de la memoria a corto plazo y una seria dificultad de acceder a recuerdos más antiguos, salvo aquellos que hacen a la propia identidad y algunos otros. Pasado el episodio, se van recuperando los recuerdos más antiguos primero y los más recientes con posterioridad. Mientras dura, el sujeto está desorientado en tiempo y espacio, suele mostrarse ansioso, conservando las habilidades sociales. No se registra deterioro cognitivo con el regreso a la normalidad.
Por otro lado, se señala que la sintomatología de pérdida de la memoria en este grupo etario (aproximadamente 20 a 35 años) es similar a la que se produce en personas de mayor edad.
Los problemas más frecuentes son:
– Orientación: Suelen tener problemas con las direcciones, así como en muchas ocasiones no recuerdan cómo es que llegaron a un determinado lugar o cómo deben hacer para dirigirse a determinado punto, aunque debiera ser conocido. A su vez, pueden presentar inconvenientes para almacenar la información de los recorridos para utilizarla nuevamente.
– Pérdida de las palabras: Existe una disminución, un empobrecimiento y olvidan la utilización apropiada de las palabras: al intentar expresarse, es frecuente que olviden aquel término que tuvieron presente durante el discurso y no puedan manifestarlo en el tiempo oportuno, perdiendo precisión en la comunicación.
– Olvido de las posiciones y de los compromisos: Es frecuente que se crea haber dejado algún objeto en su lugar habitual (llaves, control remoto, celular, etc.) y que este no se encuentre allí. Aunque ello puede ocurrirle a cualquier persona cada tanto, en estos sujetos resulta muchísimo más frecuente. Asociada a esto juega la omisión de citas o la confusión respecto de los horarios o la fecha de ciertas actividades o encuentros, así como recordar las citas, pero no con quién o en dónde.
– Cambios de humor: Están asociados a los demás síntomas. Es frecuente que quien sufra de estas pérdidas de memoria se muestre ansioso por momentos, o enojado, o depresivo, o eufórico, alternando los estados de ánimo repentinamente sin causa aparente.
– Incapacidad para realizar tareas: Aquellas que se han llevado a cabo con cierta regularidad comienzan a hacerse cada vez más difíciles porque no se recuerdan los pasos que se requieren. Ello puede verificarse para labores tan disímiles como cocinar o jugar.
A su vez, ayuda a detectar estos problemas que se hagan las siguientes preguntas:
– ¿Está emocionalmente sobre cargado? En orden a evitar los recuerdos de experiencias traumáticas o dolorosas, uno de los mecanismos de protección de la psiquis es la represión de dichas memorias, lo que puede conducir, en casos extremos, a la dificultad para recordar otros eventos o informaciones.
– ¿Duerme lo suficiente? No hacerlo tiene repercusiones sobre la energía, en la concentración y en la memoria (en realidad, sobre la calidad de vida en general).
– ¿Hay desbalance hormonal? Por ejemplo, cuando la glándula tiroides se encuentra hipoactiva, la memoria se empobrece.
– ¿Cómo es la alimentación? La mala nutrición puede conducir a problemas de memoria. La carencia de ciertas vitaminas como la B1 (ya citada), B12 y E lleva a que pueda ser un signo de dificultades para recordar.
– ¿Está estresado? Normalmente, el estrés es una reacción que tiende a protegernos de estímulos y situaciones externos. Pero cuando persiste como estado casi normal, tiende a hacer difícil la concentración, mina la capacidad para incorporar nuevas habilidades y puede conducir a problemas de memoria.
– ¿Hay exposición a sustancias químicas nocivas? La exposición a estas también tiene la capacidad de producir inconvenientes respecto de la capacidad para recordar. En ese sentido, los más expuestos, entre otros, son los que trabajan en tareas agrícolas, los trabajadores industriales, los jardineros, los que realizan tareas de limpieza y los mecánicos.

Diagnóstico
No existe un procedimiento estándar para determinar la existencia de este problema, ni tampoco estudios de laboratorio ni por imágenes que puedan detectarlo. Lo más frecuente es que la propia persona o alguien de su entorno más cercano advierta los signos que lleven a efectuar una consulta clínica. Allí, el facultativo realiza un examen físico y puede ordenar algunas pruebas diagnósticas para ubicar posibles problemas físicos o fisiológicos, que es posible que incluyan diversos tests por imágenes.

Tratamiento
Cuando el problema es derivación de una afección primaria, debe recurrirse a los procedimientos propios de esa patología para eliminar la causa primigenia.
Si se trata de un efecto secundario de algún medicamento, habrá que regular las dosis o, de ser posible, suprimir el fármaco o cambiarlo por otro que resulte menos nocivo para el paciente.
En algunos casos, es posible que se receten ciertos medicamentos que pueden ayudar a mejorar la memoria, mayormente, los mismos que se utilizan para algunas enfermedades neurodegenerativas o para la demencia, tales como el donepezilo, la rivastigmina, la galantamina y otros, aunque su suministro debe ser recetado y supervisado por un médico, dados los efectos secundarios que se les conocen a estas sustancias.
Una forma natural de mejorar la memoria es a través de la ingesta de alimentos que contengan las vitaminas que la mejoran (y sobre todo si se hallan en déficit).
En ese sentido, los alimentos que aportan vitamina E (aceite de oliva, semillas de girasol, brócoli, espinaca, maní, etc.) aportan antioxidantes que protegen a las neuronas e incrementan la posibilidad de una buena memoria. A ello puede sumarse el consumo de pescado, granos y otros alimentos que son conocidos por su influencia positiva al respecto.
Dormir al menos entre 7 y 8 horas diarias también puede ayudar, dado que el descanso aumenta la capacidad de concentración y de incorporar nuevos conocimientos, así como la de recordar.
Algunas técnicas de relajación también pueden resultar beneficiosas, dado que disminuyen los estados de ansiedad y estrés que conspiran contra la capacidad de rememorar.
También es posible que deba recurrirse a terapias psicológicas para estabilizar a la persona y resolver situaciones que puedan estar interfiriendo en el funcionamiento de su memoria.
Por otro lado, el ejercicio físico realizado regularmente también aporta, además de mejor condición corporal, una mayor salud mental y beneficia la memoria.

Conclusiones
La pérdida de la capacidad memorativa de los jóvenes, más allá de aquella que se produce por enfermedades, lesiones o factores externos, aparece como un problema del tiempo actual que, lejos de atenuarse, tiende a extenderse cada vez más.
Los aparatos, cualesquiera sean, son simples herramientas y, como tales (en general) no son ni buenos ni malos. Es la utilización que se hace de ellos lo que los adjetiva. Utilizándolos correcta y moderadamente mejoran nuestras vidas, facilitándonos muchas tareas, sirviéndonos para comunicarnos, para crear. Cuando se abusa de su uso, lleva a producir los efectos contrarios y ello pone en riesgo una de nuestras capacidades más preciadas: la de recordar.

Fuentes de consulta:
– https://medlineplus.gov/spa nish/ency/article/003257.htm
– http://www.medicaldaily.com/memory-loss-young-adults-problem-too-depression-poor-education-and-physical-inactivity-increase-risk
– http://abcnews.go.com/Health/story?id=117281&page=1
– https://www.cedars-sinai.edu/Patients/Health-Conditions/Subjective-Cognitive-Impairment-SCI.aspx
– http://www.salud180.com/salud-dia-dia/perdida-de-memoria-cada-dia-afecta-personas-mas-jovenes
– http://www.sanar.org/salud-mental/perdida-de-memoria-adultos-jovenes
– https://lasaludi.info/perdida-de-la-memoria-en-los-adultos-jovenes.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario