Hay expresiones cuyo significado depende de quién
las pronuncie. Por ejemplo: “Sí se puede”. Los políticos de cualquier signo,
los pastores televisivos, los manuales de autoayuda la gastaron hasta vaciarla.
Sin embargo, María Etcheber dice “Sí se puede” y las palabras se sacan el
disfraz, suenan nuevas. María dice “sí se puede” y ahí están sus tres libros
para mostrar que es cierto: que la convicción, la perseverancia y el aliento de
los demás son motores para lograr lo impensado.
Tiene 32 años y vive en Tandil con su abuela Beba.
Es autora de una autobiografía, El sentimiento de María, y de dos libros en los
que expresa sus pensamientos, indefectiblemente optimistas: Preguntas para el
alma y Cartas con luz.
Dice que heredó el gusto por la escritura de su
abuelo Pocho, quien solía dedicarles largas cartas a sus amigos. Como el
abuelo, ella escribe a mano y después lo pasa a la computadora. Siempre pone
música de fondo para inspirarse. Y en los recreos de la escritura, le gusta
volver a ver telenovelas viejas en Internet.
Tenía 11 años cuando, mirando un capítulo de la
tira adolescente Amigovios, se dio cuenta de que tenía síndrome de Down. Sus
padres, Chamaco y Bety, le explicaron. Para ese momento estaba integrada en el
Colegio Martín Rodríguez, donde aprendió la lectoescritura. “Escribir y leer es
algo mágico, es la manera por la cual uno puede descubrir el sentido de las
cosas. Son valores tan importantes: esa maestra que te enseñó, la que te hizo
pensar, la que vio el futuro en tus manos y en tu mente”, escribió María en un
texto.
En la calle suele reencontrarse con sus maestras,
las primeras que le pusieron un papel y un lápiz en la mano. “¡Mirá hasta dónde
llegaste!”, se enorgullecen. Hace unos días se cruzó con la directora de la
escuela especial, quien luego de recibir su abrazo la felicitó: “Lograste lo
que nosotros deseamos para cada chico: desplegaste todo tu potencial”.
María empezó a escribir la historia de su vida
cuando su familia se fundió y se quedó sin nada. “Escribir y leer te hace
libre. Mi escritura sana el alma”, explica. Y reconoce que su sostén principal
es el amor de su familia: sus papás, sus hermanos Juan y José, su ahijado Pedro
y su tía Gaby, que la acompaña a todos lados y le corrige la ortografía.
Gracias a ese apoyo incondicional cumplió su sueño de ser escritora.
Llegó con sus textos a la Feria del Libro de Buenos
Aires y se pasó los últimos años recorriendo escuelas, profesorados y salas de
cultura de la provincia: va adonde la llamen para presentar sus libros,
fomentar la lectura y compartir su historia. También fue reconocida por el
Concejo Deliberante de Tandil. Y quiere seguir escribiendo: “En cada lugar al
que voy dejo mensajes de vida. Es lo que late en mi corazón”.
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