martes, 23 de abril de 2019

María Etcheber, escritora con síndrome de Down, lanzó el libro Preguntas para el alma




Hay expresiones cuyo significado depende de quién las pronuncie. Por ejemplo: “Sí se puede”. Los políticos de cualquier signo, los pastores televisivos, los manuales de autoayuda la gastaron hasta vaciarla. Sin embargo, María Etcheber dice “Sí se puede” y las palabras se sacan el disfraz, suenan nuevas. María dice “sí se puede” y ahí están sus tres libros para mostrar que es cierto: que la convicción, la perseverancia y el aliento de los demás son motores para lograr lo impensado.

Tiene 32 años y vive en Tandil con su abuela Beba. Es autora de una autobiografía, El sentimiento de María, y de dos libros en los que expresa sus pensamientos, indefectiblemente optimistas: Preguntas para el alma y Cartas con luz.
Dice que heredó el gusto por la escritura de su abuelo Pocho, quien solía dedicarles largas cartas a sus amigos. Como el abuelo, ella escribe a mano y después lo pasa a la computadora. Siempre pone música de fondo para inspirarse. Y en los recreos de la escritura, le gusta volver a ver telenovelas viejas en Internet.

Tenía 11 años cuando, mirando un capítulo de la tira adolescente Amigovios, se dio cuenta de que tenía síndrome de Down. Sus padres, Chamaco y Bety, le explicaron. Para ese momento estaba integrada en el Colegio Martín Rodríguez, donde aprendió la lectoescritura. “Escribir y leer es algo mágico, es la manera por la cual uno puede descubrir el sentido de las cosas. Son valores tan importantes: esa maestra que te enseñó, la que te hizo pensar, la que vio el futuro en tus manos y en tu mente”, escribió María en un texto.

En la calle suele reencontrarse con sus maestras, las primeras que le pusieron un papel y un lápiz en la mano. “¡Mirá hasta dónde llegaste!”, se enorgullecen. Hace unos días se cruzó con la directora de la escuela especial, quien luego de recibir su abrazo la felicitó: “Lograste lo que nosotros deseamos para cada chico: desplegaste todo tu potencial”.

María empezó a escribir la historia de su vida cuando su familia se fundió y se quedó sin nada. “Escribir y leer te hace libre. Mi escritura sana el alma”, explica. Y reconoce que su sostén principal es el amor de su familia: sus papás, sus hermanos Juan y José, su ahijado Pedro y su tía Gaby, que la acompaña a todos lados y le corrige la ortografía. Gracias a ese apoyo incondicional cumplió su sueño de ser escritora.

Llegó con sus textos a la Feria del Libro de Buenos Aires y se pasó los últimos años recorriendo escuelas, profesorados y salas de cultura de la provincia: va adonde la llamen para presentar sus libros, fomentar la lectura y compartir su historia. También fue reconocida por el Concejo Deliberante de Tandil. Y quiere seguir escribiendo: “En cada lugar al que voy dejo mensajes de vida. Es lo que late en mi corazón”.

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