domingo, 9 de mayo de 2010

Cambio climático y discapacidad


Un aumento de la temperatura media de la Tierra entre 3 y 6 grados hará casi imposible la vida en ella. Apenas llevamos 1,1 y sus efectos comienzan a ser notables. Personas pobres y con discapacidad resultan los más vulnerables por su condición y porque la discriminación hace que no se los tenga en cuenta a la hora de desarrollar estrategias para combatirlo o para paliar sus resultados. Introducción
Cada tanto, cuando no aparecen noticias más sabrosas, los medios de comunicación hacen alguna referencia al Cambio Climático y a sus consecuencias actuales y futuras en los países en vías de desarrollo.
 No es así en los desarrollados, en los que es un tema que inquieta. También las conferencias y reuniones internacionales sobre el tema despiertan algún coletazo informativo al respecto, más allá que desde el Protocolo de Kyoto de 1998 hasta la actualidad, el “res, non verba” (hechos, no palabras), aquel famoso aforismo del derecho, sigue sin consumarse. Lo más usual es que, salvo catástrofes naturales de proporciones, a lo sumo, cada tanto, aparezca alguna referencia “de relleno”, en lugar de alentar a la difusión de la información de una problemática que pone en riesgo la supervivencia del ser humano sobre este planeta, nuestro hogar común y el único, hasta que hallemos otro, si es que eso alguna vez sucede. Con monótona periodicidad, en el marco de Naciones Unidas y de otros foros internacionales se encuentran representantes políticos de gran parte de las naciones para debatir al respecto, pero los intereses económicos hacen fracasar las buenas intenciones.
De hecho, suelen coincidir en que es un problema grave, actual y que compromete el futuro, pero discrepan en las soluciones y, aunque acuerden, no son muchas las medidas efectivas que se toman para revertir la situación y, a lo sumo, se acuerdan paliativos de reducción de la contaminación que produce la actividad humana a niveles de 1990, fecha para la que la situación comenzó a ser crítica y en la que se empezó a prestar atención a las advertencias que hacían algunos científicos desde cerca de dos décadas antes.
¿Qué es el cambio climático?
Lo primero que puede afirmarse es que se trata de un producto de la actividad humana. Esta produjo la liberación de elementos que le llevó muchísimo tiempo enterrar a la naturaleza, y que el hombre volvió a llevar a la superficie, entre otros, los combustibles fósiles. El dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4), el óxido nitroso (N2O), el hexafluoruro de azufre (SF6) y otros son gases que se encuentran en la atmósfera en una proporción de 0,1%. Son los que ayudan a que la temperatura de la Tierra no descienda 30º, en lo que se conoce como efecto invernadero. Sin ellos, la vida sobre este cuerpo celeste sería, en hipótesis de mínima, difícil. La actividad industrial, fundamentalmente, pero también otras, como el escape de los automotores que utilizan combustibles fósiles y la tala de árboles, para citar sólo dos, están incrementando la proporción de esos gases, lo que lleva a que su efecto se potencie cada vez más. Las estimaciones de los expertos son que la temperatura promedio de la Tierra se ha incrementado en 1,1º (0,6º en el último siglo) desde la Revolución Industrial. También señalan que, de continuar en este ritmo, en pocos años se elevaría entre 3 y 6 grados.
El cuadro que acompaña esta página da cuenta de cómo aumentó la emisión de CO2 en menos de 20 años.
No parece mucho. Sin embargo, las consecuencias de llegar a ese extremo resultan devastadoras. Algunas de ellas se han estimado o son evidentes: la retracción de hielos y nieves (ver foto del Glaciar Upsala); el aumento de los niveles del mar entre 4 y 6 metros; la desertificación de zonas actualmente cultivables y aptas para ganadería, porque, pese a que los eventos pluviales resultarán más frecuentes, la elevada temperatura producirá una evaporación más intensa; el incremento en la fuerza de fenómenos naturales como tifones y huracanes; una mayor prevalencia de enfermedades respiratorias y cardiovasculares; como consecuencia de generar hábitats más propicios para sus agentes transmisores, se extenderán geográficamente enfermedades tropicales como el dengue, la malaria, la fiebre amarilla y el cólera (sus efectos ya comienzan a apreciarse); disminución de la cantidad de agua potable por salinización (resultado de la elevación del nivel del mar), por evaporación de las aguas más próximas a la superficie y por sequías prolongadas; los ecosistemas se verán seriamente afectados por la variación de las condiciones climáticas, comprometiendo la calidad de vida de quienes viven de ellos; incendios forestales como consecuencia de la falta de humedad; olas de calor intensas; inundaciones por el cambio del régimen pluvial y por la destrucción de barreras naturales, por citar sólo algunas de las que en la actualidad, aunque más no sea en forma incipiente, comienzan a vislumbrarse.
Cambio climático y salud
La ola de calor europea de 2003 llevó a la muerte alrededor de 35.000 personas. El 2,4% de los casos de diarrea en el mundo se deben al calentamiento global, según la Guía de Recursos de Género y Cambio Climático de la PNUD México. La extensión de las enfermedades tropicales mencionadas produce un número significativo de muertes o discapacitan en todo el mundo. Podríamos seguir citando consecuencias derivadas de este cambio, pero, sin embargo, mientras que el tabaco, el alcohol y las drogas, por citar sólo algunos, concitan campañas sanitarias y preocupación universal por sus derivaciones, que afectan la calidad de vida, las problemáticas derivadas de la contaminación atmosférica se tratan como entidades separadas, es decir, a pesar de que muchos sanitaristas advierten acerca de la concomitancia de las causas de una serie de enfermedades que, más allá de sus etiologías, señala al Calentamiento Global como responsable por lo menos de su difusión, no se toman como un problema global, de difícil solución si no se ataca a aquello que es su factor común. Es cierto que la mortalidad relativa de las enfermedades que se asocian con el Cambio Climático es baja (si es que puede hablarse en estos términos cuando lo que está en juego son nada menos que vidas humanas), por ahora; pero también lo es que no se trata de un evento natural, sino que quien lo produce es el propio hombre y que, además, pese a las convenciones al respecto, lejos de disminuir, se incrementa a un ritmo acelerado.
La destrucción de selvas y bosques naturales para destinar las tierras “ganadas” a distintos tipos de explotaciones no cesa y ello aporta su contribución a que la capacidad de procesamiento de la naturaleza de los gases invernadero excesivos para transformarlos en inocuos cada vez sea menor. Es decir que no sólo la polución atenta contra la salud y la existencia misma de los seres que habitamos la Tierra, sino que también merman los medios de defensa con los que ella cuenta para establecer un equilibrio que haga posible que sigamos residiendo aquí.
Otro tema a tener en cuenta es que, mientras que el desarrollo de las condiciones óptimas para que el mundo se convirtiera en un lugar apto para la vida tardaron miles de años, en poco más de un siglo y medio se alteraron dramáticamente dichas condiciones. Ello lleva a que las adaptaciones genéticas y de todo tipo que debieron realizar los seres que compartimos este hábitat, que en su momento requirieron ese período tan largo, ahora no cuenten con el tiempo necesario para readaptarse (si es que ello resultara posible), con la inevitable secuela de enfermedades, discapacidades y muertes que esta imposibilidad lleva aparejada en un plazo no muy lejano.
¿Cómo afecta a las personas con discapacidad?
Más allá de las consecuencias obvias y de los riesgos que conllevan para todos los habitantes del mundo los cambios asociados a la variación del clima en el planeta, los pobres y las personas que portan algún tipo de discapacidad son particularmente vulnerables ante los episodios que se derivan de ello.
El factor común es la discriminación, es decir, no se los considera. No existen estudios a largo término sobre las consecuencias que podrían desencadenarse sobre aquellos que sufren limitaciones como corolario de una afección genética o de otro tipo.
Se desconocen los cambios en su condición que podrían producirse y tampoco se los tiene en cuenta en lo que respecta a recabar sus opiniones en los foros sobre qué soluciones se les darán si las políticas no logran revertir los daños o, por lo menos, no los estabilizan a niveles aceptables y que no pongan en serio peligro a las personas.
No hay dudas acerca de que la calidad de vida de las personas con discapacidad se empobrecerá si se agudiza el Cambio Climático.
Todos aquellos que tienen problemas para desplazarse por los inconvenientes de accesibilidad que se presentan en sus lugares de residencia como consecuencia de la negligencia y la falta de interés de las autoridades en implementar las normativas declamadas verán incrementadas sus dificultades por efecto de los cambios. También resultarán más permeables ante las circunstancias de mayor violencia de los fenómenos naturales.
Y ello será peor en contextos de desastre. A su vez, aquellos portadores de síndromes en que la afección primaria o alguna secundaria esté asociada a problemas respiratorios sufrirán mayores impedimentos o episodios relacionados con ellos, derivados de las alergias y otra sintomatología que produce la aparición de sustancias extrañas en el aire, no sólo por la liberación de partículas tóxicas en mayor cantidad, sino también por la presencia de polen y otros elementos que antes no se hallaban o conocían concentraciones menores.
De hecho, es un fenómeno que ya se advierte en casi todo el mundo a partir del incremento del número de personas que sufren distintos tipos de alergias, las cuales, más allá de las formas de manifestación leves como mucosidad abundante, eczemas, pruritos, etc., también tiene expresiones graves, que pueden conducir a la muerte o a efectos discapacitantes serios. La propagación de enfermedades infecciosas es otro aspecto a tener en cuenta en cuanto a la población en general, y con mayor atención en el caso de los que portan alguna discapacidad, dado que algunas de ellas actúan como disparadores de distintas discapacidades, como diferentes tipos de encefalitis. Otra de las tantas derivaciones indeseables del calentamiento son los problemas cardiovasculares.
 El corazón humano se exige más con las temperaturas más altas, que, a su vez, suelen afectar la presión sanguínea, por lo que, a pesar de que las campañas contra el tabaco y contra otros agentes reconocidos como causantes de estos riesgos han reducido la cantidad de de quienes se hallaban en riesgo, ello no ha redundado en una disminución de casos, sino que, por el contrario, sobre todo en regiones donde el calentamiento global está comenzando a hacerse más patente, han aumentado.
No hace falta remarcar que muchos síndromes comprometen el sistema cardiovascular y que si el Cambio Climático actúa indirectamente sobre él, hará que la condición de estas personas se deteriore seriamente.
La asociación australiana Sustainable Directions asegura que el Cambio Climático en Australia hará que las asociaciones y las fundaciones dedicadas a la discapacidad tendrán que lidiar en el corto plazo con un aumento de muertes y enfermedades producidas por el incremento de las olas de calor, por el deterioro de la calidad el aire y el agua y por la ya mencionada diseminación de las enfermedades tropicales, lo que redundará en una saturación de los servicios que prestan. Otro tanto puede ocurrir con la salud pública, que será excedida por la demanda.
Ello puede extenderse a todo el planeta. En ese sentido, volvemos a la asociación entre pobres y discapacitados: son los sectores más vulnerables y más expuestos al Cambio y los que menos atención reciben de quienes deben dar soluciones.
Y su situación se potencia exponencialmente si reúnen la doble condición. Por supuesto que las mencionadas no son todas las consecuencias que el Cambio Climático puede acarrear a las personas con discapacidad. De todos modos, las explicitadas debieran ser suficientes para que se tome nota de la problemática.
Para finalizar
Las líneas anteriores pueden resultar apocalípticas, pero no es esa su intención. El problema es apremiante, porque los horizontes se acortan. Hasta hace unos pocos años, se creía que los niveles rayanos en lo insoportable del Calentamiento se iban a producir a finales del siglo XXI. Hoy, las expectativas más optimistas los sitúan a mediados de él. La buena noticia es que los países lo ven como problema actual.
Prueba de ello es la reunión de Copenhague de diciembre de 2009, en la que, si bien no se dieron las respuestas drásticas necesarias, al menos se avanzó algo más en ese sentido. Lo que urge es realizar una reconversión de aquellos sectores productivos que más aportan para que el peligro esté cada vez más cercano.
Ello llevará cierto tiempo y hallará los obstáculos que pongan aquellos a los que sólo les interesan las ganancias de hoy y que se arreglen los que vengan mañana para componer lo que está mal. También nosotros, los ciudadanos comunes, podemos aportar nuestros granitos de arena individuales, haciendo un uso racional del automóvil para evitar, en la medida de lo posible, que los escapes de nuestros vehículos liberen gases nocivos, así como la utilización eficiente de aparatos eléctricos ayuda a que se necesite generar menos energía contaminante.
Hasta el cambio de focos incandescentes por otros brinda un poco de alivio. También el consumo de agua potable sin despilfarro contribuye a que este bien cada vez más escaso pueda repartirse mejor.
Pero sin dudas, nuestra mayor tarea es la de presionar para que se empiecen a dar las soluciones a un problema que está ante nuestra puerta. Y exigir que los que portan una discapacidad sean escuchados y no vuelvan a ser objeto de invisibilidad, ya que ellos y los de menores recursos son los más vulnerables en las situaciones de crisis.
 Ronaldo Pellegrini

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