miércoles, 19 de enero de 2011

Los riesgos en el tratamiento del bebé


La tarea principal del psicomotricista es promover el desarrollo del bebé de la manera más armónica posible. Sin embargo, en numerosas ocasiones, en lugar de favorecer el desenvolvimiento propio del niño, se termina por colonizarlo, sin respetar sus tiempos y modalidades y proyectando sobre él problemáticas propias. Para que esto no suceda, se sugieren al psicomotricista diversas técnicas que contemplen las necesidades, deseos e intereses del bebé
El objetivo teórico en Clínica Psicomotriz del Bebé se dirige -a mi entender- al logro de un desarrollo psicomotor armónico dentro de las posibilidades neurofisiológicas del bebé, contextualizado en el vínculo madre/ambiente-bebé, y sobre todo respetuoso de las necesidades, deseos e intereses del bebé.
Como dice Esperanza Pérez de Plá, lo específico y capital de la estimulación temprana es promover el desarrollo del bebé como persona, como sujeto psíquico, evitando la colonización de su mente por parte de personas de su entorno humano, “hacer de los discapacitados personas con deseos propios y no seres entrenados, siempre pensados por otros, es el único camino de una verdadera integración educativa y laboral”.
Para evitar esta colonización por parte nuestra, es necesario, entre otros muchos aspectos, que trabajemos en nuestra psicoterapia personal, en las supervisiones, etc., para tomar contacto con elementos inconscientes de cada uno de nosotros que puedan obturar, distorsionar, perjudicar tanto el encuentro con el bebé y sus padres, como los verdaderos objetivos de nuestro proyecto terapéutico. Objetivos y cuestionamientos
El objetivo de esta comunicación se dirige a la profundización de nuestra herramienta práctica -la empatía tónico/emocional-, analizando nuestra necesaria implicancia emocional, la atención compartida y la espera reflexiva, con el fin de evitar caer en la hiperestimulación y/o en la inercia, alienación, fijación o estereotipia en el tratamiento con pequeños niños con los que, de un modo u otro, nos cuesta establecer un encuentro interactivo y lúdico, a la vez que crear hipótesis que den cuenta del modo de ser-estar corporal del bebé. Hoy queremos detenernos en una instancia del complejo proceso terapéutico con el bebé y sus padres. De ahí el título de este trabajo, porque la secuencia entre la necesaria implicancia emocional del psicomotricista y del bebé, la atención conjunta sobre un mismo centro de interés, así como la espera donde pueda desarrollarse la capacidad reflexiva, resulta una secuencia donde no podemos sortear “sustancias” ni “tiempos”.
1. ¿Cómo sostener nuestra implicancia emocional en la espera de expresiones tónico-emocionales del bebé? 
Los psicomotricistas sabemos bien que quien creó una teoría a partir de la relación entre las emociones y el tono fue Henri Wallon. Gracias a ellas, el bebé y el adulto establecen sus primeros vínculos (diálogo tónico); a su vez constituyen un instrumento por el cual el bebé es capaz de regular y controlar sus conductas en relación al otro.
Yendo a la clínica, nos preguntamos cómo percibir las emociones de ese bebé -muchas veces apagadas, o exageradas, o desorganizadas- para conectarlas con las nuestras en un encuentro interactivo y, en lo posible, lúdico. Algunas reflexiones que pueden ser útiles: - Dejar un tiempo inicial libre: En primer lugar y como nos comentara la Prof. Maren Ulriksen, “para que se cree un espacio de encuentro es necesario desprendernos de modelos, juicios, proyecciones que los padres puedan realizar sobre nosotros y sobre el bebé. No aplicar teorías, quedando ‘toda la formación en espera’.
De este modo, seguramente trasmitiremos al bebé que hay alguien que espera su protagonismo en la interacción”.
Comprender las “idas y venidas” con soltura, sin exigirnos “tener que hacer cosas”, tolerar las evitaciones que pueda realizar el bebé sin insistir en las búsquedas y sin sentirnos rechazados, darán la flexibilidad necesaria para que se vaya abriendo un espacio de comunicación, teniendo un efecto en los padres que observan al psicomotricista y su bebé. Esto, a su vez, se verá favorecido por el amplio espacio que brinda la sala de psicomotricidad y por el espejo -elemento fundamental en el trabajo con bebés-, gracias al cual observaremos con mayor detalle expresiones faciales-corporales-emocionales de los padres y/o del bebé. Una actitud empática con este último supone, sin lugar a dudas, regresiones hacia etapas tempranas de nuestro propio desarrollo. De este modo lograremos entrar en el tiempo del bebé, donde todo parece enlentecerse, apreciarse de una manera sensorial y sutil.
El tiempo parece quedar de algún modo “suspendido, a la espera de…”, uno debe dejarse llevar, navegar un poco a la deriva, trasmitiendo esa sensación de “estoy aquí, disponible para ti, sin apuros”.
Tal vez el libro “Diario de un bebé”, de Daniel Stern, ilustre muy bien este mundo de sensaciones en el que se encuentra contenido el bebé; pero ni qué hablar de la importancia de la Formación Personal por Vía Corporal como vía regia para conocer desde el bebé. - Regular el tiempo y el espacio de acercamiento al bebé: Oficiamos de “incubadora psicomotriz”, creando las condiciones para que ese bebé surja en su gesto espontáneo, en su iniciativa, evitando invadir con la nuestra. No regulamos el oxígeno, ni la temperatura, pero sí podemos regular, en tanto él no pueda hacerse cargo, su cuerpo, las posturas, el tiempo, el espacio, la intensidad del estímulo, el contraste, etc., cumpliendo funciones por él, en especial la autorregulación. espetaremos la distancia que pone el bebé y el tiempo que le lleva confiar en el otro, no invadiéndolo, aun cuando no percibamos de parte de él una señal evitativa o de rechazo hacia la proximidad del otro.
El tomar el bebé en brazos puede llevar varias sesiones y esto tiene que ver no sólo con el bebé sino con los padres, en especial la madre, aspectos principales que no profundizaremos aquí. - Captación de las más mínimas señales de expresión emocional: Como decíamos en un trabajo anterior: “Captar sus más tímidas señales, que surgirán si es que somos capaces de esperar y trasmitirlo a través de nuestra actitud tónica, ... que estamos ahí con él... que permaneceremos en el vínculo atentos a su respuesta tan valiosa para continuar o iniciar nuevos diálogos. Si nos adelantamos, haremos primar nuestro deseo. Es importante resaltar que seguimos el deseo del niño y no lo avasallamos con el nuestro.
Tengamos en cuenta lo trascendente de esta actitud en bebés que han sido llevados a múltiples consultas, a varios y complicados estudios, que han sido internados, etc.”.
Buscamos acceder a lo propio de ese niño, a facilitar su apropiación del entorno, dejando a un costado el peso ideológico de la patología orgánica o psíquica que puede pesar sobre él (síndrome de down, parálisis cerebral, sordera, etc.), porque “el defecto en el cuerpo tiñe, condiciona y limita las representaciones imaginarias del bebe en la mente de la madre, y de nosotros todos, fijando una única imagen dañada de su condición humana”. Si prima la ansiedad en nosotros, será difícil reconocer estos momentos donde el bebé emite tímidas señales y para esto el psicomotricista se volcará, a la vez, hacia su propio sentir. - Dar a conocer nuestra expresión emocional: Ver los efectos que generan en el niño nuestro acercamiento, nuestra mirada, sonrisa, modo de iniciar y finalizar un gesto, de mantenerlo.
A la vez, ir tratando de conectar con nuestro sentir sobre el bebé -el encuentro es del bebé conmigo y mío con el bebé-, protagonista principal.
El bebé captará más que nadie si somos genuinos y nos encontramos disponibles emocional y afectivamente, si estamos “aquí y ahora junto con él”.
- ¿Tomar la iniciativa y proponer una interacción lúdica?: Muchas veces nos encontramos haciendo lo que pensamos no hay que hacer, pero es que la respuesta del bebé como creación nueva, como novedad, tarda varias sesiones en surgir y en casos más graves, mucho más tiempo. En tanto su mirada se mantenga relativamente atenta, o dé señales esporádicas de comunicación, por un período inicial “llenar” con canciones a las que les modificaremos las letras, historizando al niño, con juegos frente al espejo, esperando su demanda y repetición lúdica. - Sintonía afectiva y percepción transmodal: A través de la sintonía afectiva, descrita por Stern como “la realización de comportamientos que expresan la calidad emocional de un estado afectivo compartido, pero sin imitación exacta de su expresión comportamental”, el bebé irá aprendiendo sobre sus estados afectivos internos y que se pueden compartir en forma transmodal. En psicomotricidad utilizamos muchísimo este recurso, que consiste en traducir una experiencia a otros registros sensoriales a partir de una sintonía afectiva: la esencia del ritmo del lenguaje pero expresado en golpecitos, o expresar con gestos algo que fue dicho con palabras, etc.
2. ¿Cómo canalizar dichos aspectos en una atención mutua relativamente continua en el tiempo?
Nada podremos hacer con la emoción por sí sola, por fuera de la comunicación humana y sobre todo de la intención de comunicar. Como insistiera una y otra vez H. Wallon, la emoción oficiaría de bisagra entre el organismo y el psiquismo, siendo la acogida que el entorno realice de las mismas el elemento clave para su evolución hacia procesos superiores de simbolización. Pasar de la emoción a la atención tiene que ver, de algún modo, con eslabonar y unir emociones de cada integrante de la díada, hacia un punto de encuentro, de miradas, de sonrisas, de situaciones, de objetos, de personas, etc.
La atención oficiaría de brújula que regula la orientación afectiva y cognitiva, a la vez que sostiene la dirección tomada por los protagonistas de la interacción. Pero esta atención irá seleccionando dentro de lo que va surgiendo y no de acuerdo a algo previsto, programado o calculado. Manteniendo nuestra implicancia emocional, más que la explicación verbal, dejando descansar la interacción cuando sea necesario, captando la duración tolerable, marcando nuestra tolerancia, siempre buscando estar flojos, cómodos, sin sofocamiento hacia ninguna de las partes, lograremos darle continuidad a la interacción.
Al respecto, D. Marcelli nos dice que “investir el pensamiento en continuidad” permite al sujeto:
- Desprenderse de la urgencia de las necesidades pulsionales o de las amenazas recurrentes de hundimiento, acceder al “placer de pensar”, como actividad de goce autónomo basada en una * actitud atenta, * de anticipación activa y * de tolerancia a lo extraño y a la sorpresa.
 - Desplegar una actividad psíquica creativa fuente de satisfacción. Y agrega: “Es en los juegos interactivos donde abundan sorpresas y esperas trampeadas, que la madre “enseña a su bebé que el pensamiento es fuente de placer. Ellos crean las reglas juntos, establecen esperas y se regocijan mutuamente con la sorpresa: el placer de pensar. Se apoya en la incertidumbre, a condición de que ésta sea contenida en un encuadre donde nada esencial sea amenazado. Crear pensamientos gira alrededor de este placer: el sujeto busca dominar su objeto de pensar gracias a las reglas pero acepta las anomalías que tienen tantas motivaciones suplementarias”. Tal vez resulte oportuno reflexionar acerca de los diferentes tipos de interacciones lúdicas, tratando de relacionarlas con la construcción de la representación del cuerpo como totalidad, como unidad, producto de la discriminación entre lo que permanece igual y lo que varía, entre las constantes corporales y las transformaciones motrices.
El bebé realiza un arduo trabajo de discriminación continua entre la “ilusión perceptiva” y la “actividad perceptiva”, o, dicho en palabras de Piaget, “la imagen mental no es la prolongación de la percepción como tal, sino la de la actividad perceptiva”. Interacciones madre-bebé y construcción del cuerpo como totalidad:
a) Interacciones que favorecen el despertar de sensaciones a nivel de las envolturas: - Corporales - presiones rítmicas, acunamiento. - Sonoras - canciones de cuna, prosodia del habla. - Lingüísticas - lenguaje. Estas apuntan sobre todo a la sensibilidad táctil, de la piel, y a la sensibilidad pro-topática, cuando se ejercen presiones. Prima el contacto corporal suave, rítmico, donde se ejercen presiones, masajes, estiramientos, pero también, vibraciones de labio sobre la piel, soplos, estimulación táctil, etc.
b) Interacciones lúdicas que favorecen la pérdida y recuperación de límites corporales: Estos juegos son, por lo general, realizados más a instancias del padre, y movilizan la sensibilidad a nivel laberíntico, de las articulaciones, de la musculatura estriada. - Avioncito. - Lanzar hacia arriba y atajar. - Bailar. - Trepar por el cuerpo, etc.
c) Interacciones lúdicas que favorecen la separación y encuentro de la mamá: - Espacial - la proximidad-distancia. Cerca lejos, topa-topa. - De deformación perceptiva. - Temporal. - Está -no está-.
d) Interacciones lúdicas que favorecen la exploración y análisis continente-contenido: - Adentro-afuera del cuerpo propio. - Adentro-fuera del cuerpo de la madre. - Adentro-afuera del objeto.
e) Interacciones lúdicas que favorecen el fortalecimiento del equilibrio y la musculatura estriada: - De oposición y fuerza. - Tironear soltar. - Empujar soltar. - De abandonarse tónicamente y recuperarse.
f) Interacciones lúdicas que favorecen la desdramatización de angustias arcaicas: - De caídas: caballito gris, el avioncito. g) Interacciones lúdicas que favorecen los procesos de identificación, de imitación: Gestuales: con manos, rostro, cuerpo. Lingüísticos.
h) Interacciones lúdicas de tipo simbólico.
3. ¿Cómo mantener y sostener (en el bebé y en nosotros mismos) la espera, por lo general prolongada, a partir de la cual surgirán las transformaciones creativas de ese bebé?
El término atender figura en el diccionario como “esperar o aguardar. Acoger favorablemente o satisfacer un deseo, ruego o mandato. Tener en cuenta o en consideración alguna cosa. Mirar por alguna persona o cosa, o cuidar de ella”. La atención se ubica de algún modo entre el deseo y la espera; siguiendo el lenguaje de este trabajo, entre la emoción y la espera. Cuando hablamos de espera, nos referimos a la espera dentro de la secuencia interactiva, pero también a la espera una vez finalizada ésta. La gran diferencia es que la primera se da dentro de la interacción y la segunda por fuera de ella. Respetar esta espera por fuera de la interacción, pero por dentro del mundo de ensoñación del bebé, resulta fundamental en el pasaje de éste hacia la transicionalidad.
Espera durante la interacción: Cuando hablamos de espera en la interacción, nos referimos a los pequeños intervalos en la comunicación “por turnos”, donde uno deja lugar a una respuesta imaginaria o apuesta al surgimiento de una respuesta real por parte de ese bebé. Este concepto se articularía con el de “rupturas tónico-emocionales” descritas por el Prof. B. Aucouturier, que apuntan a una discriminación yo-no yo: “hasta aquí me apropié de mi tiempo en la comunicación contigo, ahora te apropias de tu tiempo para comunicarte conmigo”.
Es en el transcurso de los intervalos -nos enseña de Ajuriaguerra- entre los movimientos espontáneos del bebé y la interpretación que la madre le otorga, que ambos protagonistas se abren a la comunicación. A su vez, Piaget señala que la duración vivida no es otra cosa que los tiempos transcurridos en los intervalos entre los acontecimientos, siendo espacio y tiempo inseparables entre sí ya que, como el mismo expresa, “el espacio es una instantánea tomada en el tiempo y el tiempo es el espacio en movimiento.
El tiempo propio es plástico, se dilata a raíz de las lentificaciones o se contrae a raíz de las aceleraciones de la acción”. Espera y Sorpresa: Ubicaríamos estas esperas dentro de los microrritmos y no de los macrorritmos, según la concepción de Marcelli, donde la espera se gesta en los juegos en los que prima la sorpresa en una base de confianza. El bebé puede así investir, a nivel cognitivo, la incertidumbre y a nivel afectivo, la capacidad de tolerar la frustración, siendo la sorpresa, como dice el autor, “la daga que sirve para cortar la circularidad del tiempo arcaico, quebrando la repetición del instante... no hay sorpresa sin el surgimiento del otro, y es por ese otro que se opera la abertura de lo circular a lo lineal”.
En muchos de los juegos antes descritos, la sorpresa es un condimento fundamental, y es según Marcelli en torno de ella que se construye la primer marca del tiempo en el espíritu del hombre: “Alrededor de esta espera, se construye la representación psíquica de lo inscripto, sobre el ritmo de la mano o de la prosodia que viene a hacer cosquillas en el cuerpo antes de excitar el alma. Hablar de sorpresa implica hacer un desvío sobre el tiempo y su lugar en los procesos del pensamiento”. Generar un clima, un motivo, una razón para que el bebé espere una sorpresa, algo imprevisto, novedoso, que él tiene que descubrir, no es fácil cuando prima la monotonía, la lentitud, la repetición, la circularidad y de algún modo la desesperanza.
El encuadre y nuestra creatividad resultan elementos claves para que el bebé pueda confiar, dejarse sorprender, descubrir y disfrutar lo novedoso: el cambio. Sorpresa y desequilibrios cognitivos: La sorpresa implica lo novedoso, el cambio, lo nuevo, todos elementos que suponen una acomodación por parte del bebé de “lo nuevo a lo viejo”. Está en nuestra capacidad creativa el poder provocar desequilibrios cognitivos, lo más ajustados posibles al desarrollo de ese bebé en particular.
Esto nos exige un conocimiento profundo de la psicología de la inteligencia para poder “desmenuzar” el desarrollo de ese bebé y ubicarnos en el “escaloncito” desde el cual seguir avanzando. Espera por fuera de la interacción: En la espera por fuera de la interacción, se puede plantear la hipótesis de que el bebé revive sus experiencias anteriores, atiende y explora, tanto hacia fuera como hacia adentro de sí, pero no ya en dependencia total con su madre o con el adulto que interactúa con él. Winnicott llama relajamiento a las experiencias de no integración, de repliegue sobre sí. Señala el psicoanalista Víctor Guerra que resulta fundamental observar cuánto tolera la madre los ciclos de atención y de repliegue. Podríamos decir que el bebé en la espera:
- Registra a nivel psíquico la experiencia vivida hasta el momento.
- Aprende que hay un tiempo propio y un tiempo de otro.
- Aprende a soportar la frustración.
- Toma contacto con aspectos internos de su vida emocional e intelectual. - Crea y recrea vivencias. Secuencia insoslayable: Marcelli habla de “La función de surseánce que permite que surja en el bebé un pensamiento que no resulta de una activación perceptivo-sensorial directa y actual, pensamiento que lo podemos resumir como: ‘después de esto vendrá otra cosa’, sin que esa otra cosa pueda ser precisamente definida” .
Respetando el lenguaje de este trabajo, sería: “A partir de la emoción del encuentro con otro, tendí mi interés hacia tal objeto o situación, ahora espero que venga otra cosa que yo pueda disfrutar y dominar” . Y agrega que la capacidad de surseánce se conforma por tres elementos:
1) la capacidad de atención,
2) la capacidad de memorización-anticipación,
 3) la tolerancia a al frustración.
Reflexiones finales
 El trabajo en terapia psicomotriz con bebés con problemas del desarrollo que afectan la comunicación no resulta fácil para el terapeuta en psicomotricidad.
El bebé es un “potente atractor de proyecciones”, donde uno pueda depositar su propia patología, y cuanto más comprometido se encuentre su desarrollo, más aumentará el riesgo de ser colonizado por nuestros pensamientos y acciones. Por ello entendemos que constantemente debemos trabajar sobre nuestros aspectos internos, de las más diversas formas: en el psicoanálisis personal, en la formación personal, en las instancias de supervisión clínica, en la formación teórica permanente, en la construcción docente, en la producción escrita… Sostener una clínica psicomotriz desde el paradigma de la complejidad, nos lleva a convivir con zonas oscuras, inciertas, dejando de lado la excelencia, aquello de que “es bueno porque lo aprendí como lo mejor”, y “si es bueno para mí es bueno para el otro”.
Tal vez sea un camino más difícil, pero sin lugar a dudas más creativo y genuino.
Riesgos en los que puede caer el Terapeuta en Psicomotricidad
- Aferramiento a modelos, ejercicios, recetas, que inevitablemente se sustentan en una ideología de la excelencia, de “lo mejor”, de “lo normal”.
- Proyección sobre el bebé de aspectos personales. No olvidemos lo que nos señalara recientemente el Prof. A. Ciccone acerca de que el bebé es un fuerte “atractor de proyecciones sobre sí”, de los padres, de los terapeutas, etc. Tener cierta claridad sobre el por qué de nuestro trabajo con bebés, aspectos reparatorios personales, etc.
- Maternidad omnipotente. Destacamos, dentro de las proyecciones, la de la maternidad omnipotente. Intentaremos hacer conscientes aspectos inconscientes que nos puedan llevar a “apropiarnos de ese bebé”, “a fagocitarlo”, a abalanzarnos sobre él con besos, caricias, palabras como si fuéramos la madre, sin mantener la distancia adecuada.
 - Hiperestimulación. Como ya señaláramos, es frecuente que dada la lentitud de las respuestas del bebé, la ansiedad o características personales nuestras nos lleven a invadirlo con nuestras propuestas, palabras, etc., en forma repetida y estereotipada, desbordando las posibilidades neurológicas y psíquicas de ese niño. - Aburrimiento, inercia, repetición, fijación. No encontrar respuestas por parte del niño, o no saber captarlas nos puede llevar a la frustración, al aburrimiento, cual si estableciéramos un monólogo con nosotros mismos en forma fija y repetitiva. Los silencios resultan pesados y largos y todo requiere de una gran energía de nuestra parte, tanto psíquica y como físicamente.
Riesgos en los que puede caer el Terapeuta en Psicomotricidad
- Confundir el placer sensoriomotor del bebé con la excitación y caer en la hiperestimulación.
- No tolerar la incertidumbre, los momentos de descanso de la interacción.
- Perder lo genuino de su disponibilidad emocional y “actuar” para el bebé. - No dejar espacio a expresiones de angustia. No hay por qué estar todo el tiempo estimulando y haciendo “reír” al bebé.
- No traducir en forma trasmodal y quedar en una imitación fiel de las producciones del bebé, lo que no le permite a este último analizar las divergencias y convergencias. Cuadro 3: Riesgos en los que puede caer el Terapeuta en Psicomotricidad
- No tolerar la espera de la lenta respuesta del bebé.
- No tolerar experiencias de relajamiento y repliegue en el bebé y en sí mismo.
- Intervenir cuando el bebé no lo necesita.
- Falta de creatividad para sorprender al bebé con novedades y para generar desequilibrios cognitivos.
- Temor a regresar a etapas primitivas donde prima lo sensorial y los procesos de pensamiento quedan a un lado.
Lic. Claudia Ravera Contacto: clavera@montevideo.com.uy

Este trabajo está basado en una conferencia presentada en las Jornadas de Intervención Psicomotriz en el Desarrollo Temprano, organizadas por el Instituto Universitario Cediap, el 10, 11 y 12 de noviembre de 2005.

1 comentario:

  1. estoy de acuerdo en que cada niño tiene tiempos diferentes y apresurarlos puede ser perjudicial para su desarrollo futuro

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