El Dr. Juan Carlos Kusnetzoff, especialista en sexualidad humana con más de cuarenta años de trayectoria, para echar luz sobre el complejo devenir de la sexualidad de las personas con discapacidad. A partir de allí emergieron distintas problemáticas asociadas que señalan lo poco preparada que está aún la sociedad para afrontar este tema, como también lo están muchos profesionales y el ámbito académico. Sin embargo, la aparición de determinados avances en el tratamiento de disfunciones y la empatía de los especialistas que luchan por hacerse eco de las problemáticas que padece este sector social también siembran una esperanza para alcanzar una plena sexualidad.
El
Dr. Juan Carlos Kusnetzoff más conocido como el “Dr. K”, especialista y
referente en sexualidad humana, lleva adelante día a día una labor compleja y
que quizás, a esta altura de nuestra historia, no debería serlo tanto:
esclarecer las problemáticas y particularidades de la sexualidad, más allá de
géneros, preferencias, edad o condición física. Esta tarea lo invita a
responder más de cincuenta consultas diarias por correo electrónico, lo que
demuestra el marcado interés y también las inmensas dudas que aún giran en
torno a esta faceta esencial del ser humano.
A
lo largo de su carrera el Dr. Kusnetzoff ha trabajado con temáticas complejas
como lo son dos de los temas más espinosos para la sociedad: sexo en la tercera
edad y sexualidad y discapacidad. A partir de su práctica con algunas personas
con discapacidad severa, no sólo debió desarrollar su labor como especialista,
sino lidiar y confrontarse con la discriminación de la sociedad, que
experimentó en carne propia junto a un paciente en silla de ruedas. Desde este
recorrido es que lo consultamos para compartir sus experiencias y su análisis.
- En los últimos años las
personas con discapacidad han comenzado a trabajar intensamente por recuperar
aquello que durante tanto tiempo la sociedad condenó: el derecho a una vida
sexual plena. Al estar confrontados con el límite de la discapacidad y aún así
luchar por superarse parece que lograran adquirir una conciencia integral de la
sexualidad mucho más fuerte que las personas sin discapacidad. ¿Comparte esta
impresión?
-
J.C.K.: Si, no hay ninguna duda. Además, ya la persona que tiene una disfunción
sexual está muy focalizada en su situación, pero en la persona con discapacidad
mucho más. Incluso hasta cierto punto, no puedo afirmarlo o extenderlo
demasiado, puede ser beneficioso porque quita o resta la focalización de
tensión en su discapacidad, por ejemplo, motora. Esto es beneficioso porque le
retira cierta sobrecarga a su discapacidad.
- En relación a la vida
sexual de las personas con discapacidad mental, ¿siente que perduran los mismos
prejuicios que hace algunas décadas atrás?
- J.C.K.: Sí. No soy un especialista que ha
subrayado su trabajo clínico en la discapacidad mental, pero creo que sí. Las
preguntas sobre problemas mentales y funcionalidad sexual abundan, siempre, son
sistemáticas. Por ejemplo, ¿a qué edad conviene hablarle de sexualidad? ¿A qué
edad puede comenzar a interesarse? ¿Qué se hace o cómo se hace para orientar o
acompañar el camino hacia la obtención de una sexualidad ciertamente satisfactoria
para el individuo?
- ¿Resulta igual de
complejo para los profesionales como para las familias de las personas con
discapacidad mental ahondar en esta problemática?
- J.C.K.: Sí, seguro. Hasta donde llega mi
conocimiento en el ámbito sexológico no hay mucho interés por ocuparse de los
problemas disfuncionales de las personas con discapacidad mental, que son
bastantes. Esto forma parte de todo el prejuicio que existe en la sociedad en
general y en los profesionales en particular sobre la discapacidad. Incluso
también entran en juego situaciones del orden de la accesibilidad. Por ejemplo,
hasta hace unos cinco o seis años yo trabajaba en un consultorio en el cual no
podía atender a las personas con discapacidad que se trasladaban en silla de
ruedas, ya que no entraban en el ascensor. Por lo tanto tuve que atender a
muchos pacientes en esta situación en el hall del edificio y luego en diversas
confiterías de la ciudad.
Y
Allí también en varias ocasiones sufrimos discriminación por los dueños de los
locales. Sin llegar a amenazarme emplearon expresiones que daban a entender
claramente que no les gustaba en absoluto que tuviéramos nuestro encuentro
allí, más allá de que fuera un cliente habitual y que cumpliéramos con nuestra
consumición. Es más, me llegaron a “sugerir” que atendiera a mi paciente en el
fondo del local y no cerca de la entrada, ya que la silla de ruedas “dejaba
marcas en el piso”.
- ¿Socialmente se desaprueba
que las personas con discapacidad tengan una vida sexual plena?
-
J.C.K.: Sí, de la misma manera en que no se tolera la sexualidad en las
personas de la tercera edad. “¿Pero cómo, los abuelos tienen vida sexual?”.
“¿Los abuelos se besan?”. “¡Pero si los hombres mayores apenas tienen erección,
y ni siquiera deben eyacular!”. Todo este tipo de afirmaciones prejuiciosas
promueven interés en las personas que consultan, que estudian o se dedican
profesionalmente a trabajar en sexualidad. Por eso no me resulta extraño que se
equipare la sexualidad “geriátrica” a la sexualidad del discapacitado.
- ¿Y qué factores entran en
juego socialmente?
-
J.C.K.: Nunca nada sucede por una causa sola, son todas situaciones
convergentes. La primera y la más importante es que estas discriminaciones son
un sub ítem de la discriminación en general, de la represión a la que se ve
sometida la sexualidad desde tiempo inmemorial. Que de pronto la sexualidad en
la tercera edad o en las personas con discapacidad padezcan este tipo de
discriminación “muy poca importancia tiene”, porque proviene de la
discriminación de la sexualidad. Entonces esto no es un prejuicio específico
contra la sexualidad de las personas con discapacidad, es simplemente un
particular aspecto de la sexualidad en general.
-
J.C.K.: En primer lugar, no hay cosa más complicada que la discapacidad que la
persona porta, allí está el sujeto, lo otro son predicados a distancia de esta
situación. Aún así las consultas suelen relacionarse acerca de qué posiciones
pueden adoptar, si pueden o no eyacular, si pueden o no sentir, o la
impotencia. Cada caso es un caso, y debe ser examinado meticulosamente,
diagnosticado y trabajado. Porque decir que las personas con discapacidad
tienen sexualidad activa, es decir una verdad a medias, ya que para ello hay
que trabajar mucho y enfrentar algunos límites.
- ¿Puede ser el humor
dentro la práctica profesional una manera de desdramatizar este tema tan
complejo?
-
J.C.K.: Sí. La respuesta es sí, pero también es genérica. Es decir, el humor en
mi caso aparece con personas no discapacitadas, ni motoras ni sensitivas.
Cuando uno emplea el humor, aunque sea muy liviano, con una persona con
discapacidad se corre el peligro de rozar un límite donde uno puede hacerse el
simpático pero también puede resultar agresivo. Todo depende muchísimo de la
situación y de quien lo recibe.
Tampoco
es algo que empleo de entrada, trato de evaluar cada situación y en cada caso
qué conviene y qué no conviene decir.
- En
los últimos años han crecido mucho, sobre todo en Internet, grupos que nuclean
a personas que sienten una especial atracción hacia las personas con
discapacidad. Desde la sociedad y desde el ámbito profesional estas
preferencias se rotulan indiscriminadamente como desviaciones o parafilias.
¿Cuál es su mirada al respecto?
-
J.C.K.: Existen muchas parafilias en este aspecto. Pero también hay muchas
situaciones muy contrarias. Recuerdo dos o tres casos a lo largo de mi extensa
carrera de cuarenta y tres años de recibido, donde personas muy discapacitadas,
cuadripléjicos con sondaje de orina, etc., que tenían compañeras muy bonitas
con las que tenían relaciones formales o eventuales. Yo tuve oportunidad de
hablar con una de estas mujeres, compañera de un hombre con una cuadriplejia
bastante importante, y le pregunté por qué lo prefería en relación a otros
hombres. Y me respondió una verdad de a puño: “que tenía relaciones sexuales y
orgasmos como nunca había tenido con otros hombres”. Entonces le pedí que me
explicara cómo sucedía esto, siendo que este hombre no tenía sensibilidad en la
mitad de su cuerpo, que llevaba un sondaje, que tenía erecciones reflejas de
las que no tenía sensibilidad y que tenía que ser transportado en brazos. Y me
respondió que él, aún sin tener movilidad en brazos y piernas, se ubicaba de
una manera donde ella podía ser la parte activa, acomodándose a la medida de lo
que su compañero le ofrecía, alcanzando una sensibilidad clitoridiana que jamás
había experimentado. Fue una respuesta honesta, firme y muy ilustrativa, y que
empleo en las clases que doy en la Facultad, cuando me toca hablar de
sexualidad y discapacidad.
- En una época donde la
imagen corporal adquiere un protagonismo superlativo sumando la exigencia de
encajar dentro de patrones inalcanzables, casi irreales, ¿cuánto afecta esto a
la relación con el otro y con el propio cuerpo en aquel que se siente
diferente?
-
J.C.K.: Mucho, ya que es lo primero que salta a la vista. Debido a la promoción
de la belleza armónica que todos nosotros heredamos de los griegos hasta
nuestros días, la discapacidad manifiesta lesiona el concepto y la idealización
que todos llevamos dentro. Las personas con discapacidad padecen esto en gran
magnitud, ya que comúnmente son personas sumamente sensibles. - ¿A lo largo de
su extensa carrera, el encuentro en su práctica con las personas con
discapacidad ha modificado su propia percepción de discapacidad? - J.C.K.: No
hay ninguna duda. Simplemente el hecho de haber tenido que trasladarme a varios
puntos de la ciudad para poder atender a un paciente por la falta de
accesibilidad en los edificios y luchar contra los dueños de las confiterías
que nos invitaban a retirarnos, ha sido muy modificador. Y lo curioso es que
todas estas situaciones ocurrieron en plena ciudad, en Barrio Norte, no en la
periferia. Es más, estoy seguro que de haber ido a Pompeya o a Mataderos
encontraría dueños de boliches infinitamente más solidarios que estos
innombrables, que rinden culto a la forma, a la belleza superflua.
- Muchas
veces estos preconceptos discriminatorios también se encuentran en los propios
colectivos que los padecen. Hemos publicado un informe donde mujeres lesbianas
con discapacidad admitían haber sido discriminadas por el colectivo gay bajo el
argumento de que su lesbianismo era en realidad una incapacidad de conseguir un
compañero.
-
J.C.K.: La discriminación que el ser humano en general realiza con otros seres
humanos es infinita, no se detiene nunca y presenta recovecos muchas veces
sorprendentes, cuando no inauditos. Ese argumento que vos me acabás de exponer,
donde un colectivo de lesbianas argumenta que el “falso” lesbianismo de
determinada mujer discapacitada es una extrema defensa psicológica por no
asumir otros aspectos de la orientación sexual, me recuerda el dicho infantil
de “el que lo dice lo es”. Eso significa que ese mismo argumento podría decirlo
de ellas, enunciando otro preconcepto: que son homosexuales femeninas porque es
una extrema defensa por tener miedo al hombre o asumir otra identidad. En fin,
podría hacer un inventario polisémico de este tipo de cosas y no sería justo
con nadie. Hay que cuidarse mucho de expresar opiniones que sean
discriminatorias porque es como “escupir para arriba”.
- ¿Qué nuevos avances se
han dado en el tratamiento de disfunciones sexuales en personas con
discapacidad?
-
J.C.K.: El panorama del tratamiento de hombres con discapacidad se ha visto
favorecido por el implemento de dos factores. En primer lugar por la
instrumentación de sustancias vaso-activas que se inyectan directamente en los
cuerpos cavernosos del pene, en mínimas dosis. Y en segundo término la
aparición de sustancias erectógenas por vía oral, como el citrato de
sildenafil. Esto ha sido una solución muy importante para muchos casos, incluso
más allá de su sensibilidad. - ¿Qué consejo le podría transmitir a aquellos
profesionales que inician su carrera y que desean trabajar con personas con
discapacidad? - J.C.K.: Para poder dedicarse a la sexualidad de las personas
con discapacidad los profesionales no podemos saltear etapas. Aunque parezca
loco, la sexualidad no es materia en ninguna facultad de Medicina o Psicología,
sino que son todos cursos de postgrado. Y evidentemente para que los
estudiantes que hacen estos cursos se puedan dedicar a las disfunciones
sexuales de las personas con discapacidad tendrán que acumular mucha
experiencia, transitar bastante sobre la sexualidad humana y adecuarse a cada
caso. Porque cuando trabajamos con una persona con discapacidad es como si
elaboráramos un traje a medida que depende de cada caso y sus múltiples
particularidades.
Luis
Eduardo Martínez martinez_luiseduardo @yahoo.com.ar
Datos de contacto: Dr. Juan Carlos Kusnetzoff
E-mail: juanck@ciudad.com.ar
Web:
www.e-sexologia.com
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