sábado, 20 de octubre de 2018

Autismo: problemas con el sueño

El sueño es una actividad que nos lleva a recuperarnos física y psicológicamente del esfuerzo realizado durante el día. Se sabe que una mala calidad del mismo puede conducir a distintos tipos de problemas de salud. Respecto de las personas con Autismo ocurre exactamente lo mismo que con la población general: empeora la condición. Además de las intervenciones pertinentes, es posible ayudar a una mejor calidad en el dormir de las personas con TEA teniendo en cuenta algunas simples pautas.

¿Qué es y para qué sirve el sueño?
Lejos de lo que se cree, el sueño no es una etapa de inactividad, sino una en que se realiza una actividad distinta de la que se efectúa durante la vigilia. Además de la conocida función reparadora de las energías, algunos estudios sugieren que durante el sueño nos preparamos para afrontar cuestiones que en la vida diurna nos preocupan.
También se señala que durante su transcurso se eliminan residuos celulares del cerebro a una velocidad y con una eficacia diez veces mayores que cuando se está despierto. Ello se debe, se cree, a que las neuronas se contraerían durante esta etapa de la vida diaria, permitiendo que el líquido cefalorraquídeo circule con mayor facilidad entre ellas, efectuando la limpieza.
Asimismo, se sospecha que interviene en la consolidación y el procesamiento de la memoria, al tiempo que contribuye a la inmunidad, previniendo la aparición de algunas enfermedades.
Los problemas relacionados con el sueño conducen a una serie de consecuencias que afectan directamente el estado sanitario de las personas, así como su humor y también aumentan la posibilidad de sufrir accidentes. Entre otras afecciones, es posible que se produzcan disfunción atencional, impulsividad e hiperactividad, problemas de memoria y aprendizaje, sobrepeso, alteración del crecimiento, desánimo, cansancio, escasa iniciativa, disfunciones alimenticias, mayor propensión a enfermedades, por citar solamente algunas.
Se creía que el sueño se desarrollaba en una única etapa, pero se ha demostrado que intervienen varias, en ciclos de aproximadamente 90 minutos.
Existen dos etapas: la REM (por Rapid Eyes Movements o Movimientos Oculares Rápidos, MOR, en español) y la no REM.
Esta última, que en realidad es la primera en cuanto al orden, se compone, según algunos estudios, en cuatro fases.
En la I, los sujetos todavía son capaces de percibir la mayor parte de los estímulos. Disminuye el tono muscular y el sueño es poco o nada reparador. Hay movimiento ocular lento.
En la siguiente, la II, se produce una desconexión sensorial respecto del entorno. Disminuye aun más el tono muscular y cesa el movimiento de los ojos. El sueño resulta reparador solamente en parte. Prácticamente la mitad del dormir ocurre en esta fase.
En la III, se entra en un estado mucho más profundo, con una mayor desconexión. Durante ella no se sueña y la tensión arterial experimenta un descenso que se ubica entre el 10 y el 30%, así como también disminuye el ritmo respiratorio. La relajación es más profunda y sigue sin producirse movimiento ocular. En caso de despertarse durante esta fase, el sujeto se muestra temporalmente desorientado y confuso.
La IV muestra una actividad cerebral más lenta. Junto con la anterior, es vital para la recuperación física y psíquica. El tono muscular se reduce todavía más y, aunque no es la etapa típica de los sueños, pueden aparecer figuras informes, sin línea argumental. Es aquí donde se manifiestan alteraciones tales como el sonambulismo o los terrores nocturnos.
Finalmente, en la etapa MOR, también denominada sueño paradójico, porque existe relajación muscular total al tiempo que los sentidos vuelven a estar alerta, es donde se producen los sueños típicos, esto es, argumentales, aunque estos puedan ser absurdos. Como su nombre lo indica, se mueven los ojos rápidamente, lo que coincide también con la actividad eléctrica cerebral también rápida. Es la zona de las pesadillas y de la parálisis del sueño, parasomnia que implica que el sujeto, pese a estar despierto, no pueda moverse ni hablar, lo que usualmente puede durar desde pocos segundos hasta escasos minutos.
Por ese efecto reparador y por su contraria, esto es, por los efectos que trae su insuficiencia es que es necesario que en cada etapa de la vida las personas duerman el tiempo que su cuerpo demanda, lo que se ha establecido de la siguiente manera:
Recién nacidos: entre 16 y 20 horas al día.
Entre 1 y 12 meses: 13 a 14 horas diarias.
De 12 a 36: alrededor de 12 horas diarias. Entre el 25 y el 30% presentan dificultades, tales como resistencia a irse a dormir o levantarse en medio de la noche, entre otras.
De 3 a 5 años: entre 11 y 12 horas, con incremento de las dificultades.
Entre 6 y 12 años: 10 horas diarias, con un incremento de la conflictividad que alcanza al 40%.
Entre los 12 y los 18 años se necesitan alrededor de 9 horas de sueño, aunque los adolescentes tienden a sustraer un par de horas, que luego intentan compensar durmiendo más en otros días, aunque ello no alcanza.

El sueño en el autismo
Una primera afirmación que puede hacerse al respecto es que en las personas con alguno de los trastornos que lo componen se produce exactamente el mismo efecto que con el resto de las personas: con el sueño adecuado se está mejor y cuando se duerme menos se incrementan los problemas.
La mayor parte de los estudios que se realizaron sobre los problemas del sueño en el Autismo señalan que entre el 50 y el 80% de los niños con TEA los presentan, lo que resulta mucho más frecuente que en la población general, que se estima que no llegan al 50%.
Por otro lado, aunque es cierto que los inconvenientes relacionados con el sueño alteran la vida familiar, en el caso de las personas con Autismo hay que tener en cuenta que ello se incrementa, dada la carga que ya tienen por la propia condición de los niños. En este sentido, los padres y otros familiares de los autistas se enfrentan al incremento de las dificultades en la familia al no tener los padres el tiempo necesario de sueño reparador.
Por otro lado, la conducta, ya problemática de por sí, agrava sus manifestaciones como consecuencia de la falta de descanso. Otro tanto ocurre respecto del aprendizaje, en aquellos casos en que se presentan inconvenientes en este sentido.
Los problemas que se observan son, entre otros, los episodios de insomnio, que, sea por el retardo en dormirse o por mantener el estado, son mucho mayores que respecto de la población general.
A su vez, si bien los casos de apnea obstructiva del sueño (la respiración se detiene o es menor por la relajación o la obstrucción de las vías respiratorias durante el sueño) son similares entre quienes portan TEA y quienes no, algunos de los medicamentos que se prescriben a los primeros pueden inducirla con una mayor frecuencia.
Las parasomnias (trastornos de la conducta durante el sueño asociados con episodios breves o parciales de despertar) tales como sonambulismo, terrores nocturnos, despertares confusos, etc., son difíciles de separar del cuadro principal, por lo que no se sabe si es posible atribuir una mayor incidencia a ellas o se trata de derivaciones del trastorno principal.
Otro aspecto que suele interrumpir el normal desarrollo del sueño en estas personas son las convulsiones epilépticas que presentan algunas diagnosticadas con TEA.
Lo que revela la mayor parte de los estudios realizados respecto de sueño y Autismo es que dichos individuos tienen una mayor tendencia a dormir menos, a despertarse con mayor frecuencia, a tener un sueño fragmentado, a manifestar dificultades para volver a conciliar el sueño, al tiempo que su dormir resulta mucho menos reparador que en la población general, por lo que suele observarse somnolencia diurna.
Uno de ellos, el denominado “Sleep problems in children with autism spectrum problems: a longitudinal population-based study”, publicado en 2012 en la Revista Autism, ha demostrado que los niños con Autismo presentan diez veces más insomnio crónico que los del grupo de control y que los problemas relativos al sueño eran mucho más persistentes en el tiempo, mostrando una tasa de remisión de apenas el 8,3% contra el 52,4% de los testigos.

Las causas
Aunque no se sabe con exactitud por qué el sueño de los autistas presenta alteraciones más frecuentes e intensas que en el resto de la población, existen algunas teorías que intentan dar cuenta de ello.
En esa línea, se sugiere que los diagnosticados con TEA presentarían anormalidades en algunos de los sistemas cerebrales que regulan el dormir. Así, la melatonina, una hormona que cumple un papel principal en la regulación del sueño, y otros químicos con similar función, se hallarían alterados en cuanto a su expresión. Se sabe que esta sustancia se produce con mayor profusión durante la noche, siendo menores las cantidades durante el día. En los sujetos con Autismo se da el efecto inverso, lo que atenta contra el sueño nocturno.
Otra posible cause que se sindica como interruptiva del ciclo normal del sueño son los malos hábitos y la falta de límites. Asimismo, algunos problemas físicos que suelen asociarse con el Autismo pueden hacer que la calidad no sea la mejor, por ejemplo, el reflujo gastroesofágico. Y también se indica que problemas psicológico-psiquiátricos como la ansiedad y la depresión, asociados con TEA, sean otra fuente causal.
La dificultad que tienen los autistas para interpretar los signos sociales es otro factor a tener en cuenta. Así, aunque la persona vea que todos los habitantes de la casa se preparan para dormir, ello no tendrá efecto de imitación alguno.
La alta sensibilidad a los estímulos es otra causa que suele mencionarse. En ese sentido, cualquier sonido, luz o roce que no despertaría a cualquier otro, podría hacerlo con alguien con TEA.

¿Qué puede hacerse para mejorar el sueño?
Además de que algunos somníferos pueden ayudar a conciliar el sueño, existen algunas acciones simples que pueden ayudar a que el niño con Autismo duerma mejor.
– Evitar proporcionarle sustancias estimulantes tales como cafeína o azúcar antes de irse a dormir.
– Establecer una rutina nocturna para ir a la cama, la que puede consistir en bañar al niño antes de acostarlo, leerle un cuento y hacer todo esto siempre a la misma hora.
– Apagar el televisor, desconectar la PC, evitar los videojuegos y cualquier otra actividad que pueda estimularlo al menos con una hora de anticipación.
– Ayudar al niño a relajarse, sea mediante un masaje, música a bajo volumen o alguna otra acción que lo distienda.
– Tratar de que no haya luz exterior que se filtre en la habitación y tomar todas las medidas para evitar que los ruidos se escuchen en el interior, así como establecer que la temperatura sea la adecuada para el niño, así como la textura y el color de la ropa de cama y todo otro elemento que pueda resultar disruptivo.
– Evitar realizar otras actividades en la cama que no estén relacionadas con dormir. No debe ser un lugar de juego, hacer la tarea o cumplir un castigo, por ejemplo.
– Impedir que el niño tome siestas prolongadas avanzada la tarde.
– Tratar de que el niño se duerma solo, sin ayuda de sus padres. Ello permitirá que, si se despierta durante la noche, sea capaz de volver a dormirse sin la intervención de otra persona.
– Hacer que el niño realice ejercicio físico durante el día es posible que ayude a que tenga una mayor predisposición hacia el sueño.
– Verificar que los medicamentos que le han sido prescriptos no tengan la alteración del sueño como uno de sus efectos colaterales.

Para terminar
Más allá de las acciones que puedan seguirse para mejorar las posibilidades de que los niños con Autismo tengan una mejor calidad de sueño, en muchas ocasiones, dada la complejidad de estas alteraciones, deberá recurrirse a un especialista en la temática, lo que puede hacerse a través del médico que atienda al sujeto.
Si los problemas relacionados con el sueño pueden llegar a ser serios en la población general, en las personas con TEA se suma la condición de base, por lo que los efectos son mucho más intensos, potenciando muchos de los síntomas típicos.
Además de las estrategias que beneficien a los propios individuos, también es necesario preservar a los seres más cercanos a ellos, dado que convivir con una persona con TEA en muchos casos implica un esfuerzo extra, que se puede tornar en una carga demasiado pesada si a ello se le agrega la falta de sueño.

Ronaldo Pellegrini


Fuentes:
– https://autismodiario.org/2016/07/12/sueno-y-autismo-existe-relacion/
– http://www.bbc.com/mundo/noticias-41811949
– http://www.autism.org.uk/about/health/sleep.aspx
– https://www.webmd.com/brain/autism/helping-your-child-with-autism-get-a-good-nights-sleep#1
– https://spectrumnews.org/featu res/deep-dive/wide-awake-why-children-with-autism-struggle-with-sleep/

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