viernes, 1 de marzo de 2019

¿Qué es el autismo de alto funcionamiento?

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Ni el DSM-V ni el CIE-10 lo consideran como entidad o como subcategoría, aunque, sin embargo, la literatura científica y la de divulgación hacen alusión a él profusamente. Presenta las características de los otros cuadros autísticos, aunque sus síntomas parecen hallarse atenuados y la inteligencia de sus portadores se encuentra entre los rangos que van de normal a superior. En ocasiones se confunde con el síndrome de Asperger, pero son dos entidades diferenciadas.

Preliminares
Los cambios en la forma de considerar y de diagnosticar el Autismo que se ha producido en los últimos tiempos han traído una serie de polémicas. Lo propio ha hecho la actualización del “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” de la Asociación que agrupa a los psiquiatras estadounidenses, conocido como DSM-V, aparecido en mayo de 2013, que ha variado la forma de encarar algunos criterios, lo que provocara, por ejemplo, la reacción de las asociaciones dedicadas al Asperger al no considerarlo una categoría en sí mismo.
Estos reacomodamientos han significado una ampliación de las condiciones que caen dentro de la descripción que engloba los Trastornos del Espectro Autista, que ya no se reduce a aquellas personas que parecían estar absolutamente desconectadas de prácticamente todo lo que los rodeaba, sino que se han incluido otras formas relativamente más benévolas.
También ha variado la consideración respecto de las posibilidades de estas personas de alcanzar mejoras significativas con base en tratamientos personalizados y apoyos que hacen que puedan alcanzar su potencial, dependiendo ello de variables familiares, sociales, económicas y de comorbilidades tales como TDA/H, epilepsia, discapacidad intelectual, etc., que pueden resultar un freno y una merma en el alcance del pleno desarrollo de cada persona.
Por otro lado, un gran avance que se ha producido es considerar que existen tantas variantes como personas, esto es que cada uno de los sujetos alcanzados tiene sus peculiaridades a las que hay que atender.
La combinatoria de factores propios y externos hace que la división en categorías de esta como de casi cualquier otra condición se realice con fines de clasificación y estudio, porque se trata de una serie casi infinita. Desde esta perspectiva, el Autismo de Alto Funcionamiento no existe.

Entonces, ¿de qué hablamos cuando nos referimos a AAF?
Ni el DSM, ni el CIE-10, la 10ª versión de la Clasificación Internacional de las Enfermedades, de la Organización Mundial de la Salud (la 11ª está por ver la luz en estos días) lo reconocen como condición, ni tampoco se trata de una categoría diagnóstica que los especialistas utilicen, sino que es un término que se ha acuñado informalmente para designar a aquellas personas que portan las características principales del Autismo, aunque atenuadas. Esto es: dichas personas continúan con los problemas de interrelación social, de comunicación, de interpretación de las señales no verbales y toda la gama tan conocida de síntomas que distinguen a los trastornos autistas, pero atenuados. Y también se señala otro aspecto, que es que su inteligencia se ubica usualmente en niveles similares a los de la población típica, mientras que algunos individuos superan la media, sobre todo en aquellos temas o materias que logran captar su atención, en los cuales se muestran brillantes.
Se ha discutido si el tema de la inteligencia en el Autismo es una nota distintiva o no, sobre todo teniendo en cuenta que los tests que se utilizan usualmente para medirla (más allá de las críticas que se hacen a ellos en sí mismos) suelen implicar un alto grado de estrés para los autistas que se someten a ellos, por lo que se postula que los resultados no serían confiables.
Es por ello que estos rotulados como de alto funcionamiento continúan con los problemas para establecer contacto visual, comunicarse con los demás, captar las señales gestuales y las formas retóricas del habla, les cuesta hacer y mantener amigos y relaciones amorosas, usan muy poco de lo que se conoce como charla social, son devotos de la rutina y del orden, pueden ser reticentes o extremadamente confiados ante extraños, faltos de reglas sociales y todo el bagaje sintomático conocido.
Respecto de su rendimiento escolar y laboral, este abarca un amplio rango, dado que pueden ser extraordinariamente competentes (sobre todo en aquello que logra captar su atención) o fallar en su capacidad de concentración y de respuesta ante situaciones que les resulten desbordantes.
Un dato interesante es que mientras que en el Autismo a secas la proporción de varones supera a la de las mujeres en una proporción aproximada de 4,3 a 1, en el de alto funcionamiento es aun mayor, trepando a 5,5 a 1.
Insistimos en que, pese a que resultan mucho más comunicativos que el resto de sus pares, de todas maneras continúan advirtiéndose deficiencias, que, según las personas y las circunstancias en las que se desenvuelven, son de distinta intensidad.

Problema extra
Aunque parezca paradójico, a estas personas autistas se les presentan nuevos retos y desafíos que no padecen los demás.
Uno de ellos es el que tiene que ver con el diagnóstico y la consideración social.
Sobre todo en aquellos que tienen mayor capacidad de desenvolverse socialmente, sus síntomas no siempre pueden parecer tan evidentes aun ante los ojos de los expertos.
Desde esta perspectiva, es posible que se les denieguen los apoyos que continúan necesitando. También que su entorno, al apreciar que está tan bien, olvide cuál es su condición y se atribuyan sus más esporádicas reacciones negativas a caprichos o empecinamientos. También los centros educativos pueden negarse a brindarles los soportes pertinentes y hasta es posible que tengan serios inconvenientes a la hora de obtener los certificados de discapacidad y otros documentos que certifiquen su condición y los habiliten a recibir la asistencia que requieren.
Ello sucede, sobre todo, en aquellos que han evolucionado partiendo de posiciones más cerradas.
Es un hecho que muchos especialistas destacan que, pese a que aun continúa siendo incierta la causa de la aparición del Autismo, la atención que ha despertado en los últimos años el crecimiento del número de niños autistas ha provocado, a su vez, la aparición y el desarrollo de distintas formas de intervención que logran avances importantes en muchos de ellos, incluso que algunos pasen de autistas típicos a ser considerados como de alto rendimiento y que logren una mejor integración. Pero eso mismo es lo que en algunos casos puede hacer que se pierda de vista que la problemática de base todavía está presente.
Los problemas de lenguaje, por ejemplo, suelen estar atenuados, pero todavía les cuesta elaborar y comprender frases largas y pese a que, en general, muestra competencias básicas más que aceptables, de todas maneras pueden (y suelen) responder en forma inadecuada.
Otro aspecto que es muy corriente es que sean víctima del acoso escolar, por parecer arrogantes, presumidos y “distintos”. Pero también hay que prestar atención a las dificultades sociales que los acompañan, ya que los puede llevar a malinterpretar como agresivas conductas que no lo son.
La falta de comprensión y la frustración que acarrea la ausencia de empatía hacia ellos y el olvido o el desconocimiento de la situación hacen que estos niños sean proclives a presentar cuadros de angustia y estados depresivos; ansiedad; estrés; nerviosismo; irritabilidad; conductas explosivas, desafiantes y oposicionistas; aumento de la rigidez conductual; enclaustramiento, etc.

AAF y Asperger no son lo mismo
Pese a que en algunos puntos ambas condiciones se superponen, sin embargo, en los últimos tiempos se han establecido diferencias entre una y otra en distintos aspectos.
Respecto de las habilidades del lenguaje, mientras que en el AAF se encuentra que hay dificultades en el desarrollo de este durante los primeros tres años de vida, con retrasos significativos, poca evolución del lenguaje expresivo, presencia de ecolalia, lenguaje repetitivo, entonación poco enfática, escasa receptividad de la información que provee el interlocutor, aquellos que portan Asperger se caracterizan por no presentar demoras ni retraso en la adquisición del lenguaje, con prosodia anómala, estilo conversacional autorreferente, gran facilidad para expresarse oralmente, verborragia, uso de vocabulario sofisticado y referencias ambiguas a los datos aportados por el otro.
Otra área que muestra diferencias significativas es aquella referida a las habilidades cognitivas y las conductas adaptativas.
En estos ítem, los autistas de alto funcionamiento y los Asperger coinciden en mostrar un desarrollo adecuado de las habilidades cognitivas no verbales, pero en estos últimos también se observa respecto de las verbales. A su vez, los primeros demuestran un interés muy limitado en la exploración del entorno en los comienzos de la infancia, al tiempo que se observa en ellos un marcado retraso en los logros autonómicos. Por otro lado, sobresalen en las áreas no verbales de razonamiento, así como en lo referente a capacidades espaciales, la conceptualización no verbal y la memoria visual.
Por su parte, los Asperger se interesan por la exploración de su entorno en sus primeros años, tienden a mostrar una adecuada autosuficiencia y su fuerte está en las áreas verbales (razonamiento, comprensión y vocabulario), con marcada predominancia de la memoria auditiva.
En estos últimos se patentizan las dificultades en la integración viso-motora, percepción espacial, memoria visual y formación de conceptos no verbales, mientras que en los AAF los inconvenientes se asocian más con las cuestiones auditivas y verbales, siendo que su razonamiento y comprensión en este área, junto con la percepción y la memoria auditiva, suelen ser pobres.

El desarrollo motor es otro punto de diferenciación.
En él, los autistas con un alto funcionamiento no muestran retrasos respecto de la población general, suelen ser ágiles, gustar de las actividades físicas, lo que puede derivar, sin embargo, en dificultades motrices en la adolescencia, ello como consecuencia de una imagen corporal anormal y una baja autoestima.
Motrizmente, las personas con Asperger tienden a mostrar alteraciones en el desarrollo desde muy temprano, lo que deriva en que se observe en ellos cierta torpeza y dificultades en la coordinación motora, por lo que no son afectos a participar en actividades físicas. Esos inconvenientes que se observan desde la más tierna edad persisten a lo largo de la adolescencia y, en muchos casos, durante toda la vida.
El de las habilidades sociales y la comprensión social es otro ámbito en el que se observan marcadas diferencias entre unos y otros.
En este aspecto, aquellos autistas de alto rendimiento muestran poco apego hacia la madre desde el comienzo de su vida, lo que se extiende a otros personajes significativos durante el tiempo de crianza. También carecen de interés por sus pares, les falta comprender las emociones que manifiestan las otras personas y no muestran interés por desarrollar interacciones sociales. Y tampoco son capaces de reconocer sus problemas en este sentido.
Por su parte, los Asperger sí se vinculan fuertemente con la figura materna, muestran interés en la interacción social (aunque de forma frecuentemente inapropiada), se interesan en otros niños pero en forma anómala, pueden llegar a comprender aproximadamente las pistas sociales, tratan de establecer relaciones sociales y tienen cierta tendencia a reconocer sus dificultades y en ocasiones son conscientes de las diferencias con respecto a los demás.
En lo que hace a los patrones repetitivos de conductas, los autistas de alto funcionamiento suelen interesarse hasta en demasía en actividades manipulativas y aquellas que tengan una base viso-espacial. Presentan retraso en el juego imaginativo y simbólico, en su mayoría, al tiempo que suelen ser hábiles musicalmente y en áreas específicas de la ciencia, el arte o los oficios. Suelen presentar exceso y/o exageración en sus movimientos.
A su vez, los Asperger centran su interés más en la acumulación de datos respecto de temas específicos, antes que lanzarse a actividades más relacionadas con lo motriz. Su juego, si bien es imaginativo y simbólico, suele ser solitario, antes que social o interactivo. En lo que respecta a la interacción social, buscan imponer sus intereses a los demás. Raramente muestran exageración o ampulosidad en sus movimientos o estos son repetitivos.
Las que anteceden son las diferencias básicas entre uno y otro grupo, aunque hay que tener en cuenta que, dada la variedad de manifestaciones al interior de cada uno de ellos, existen zonas en las que es posible que las diferencias no sean tan visibles y que algunas características de unos aparezcan en los otros.

Colofón
Aunque no se la reconozca como categoría nosológica y desde ese punto de vista se sostenga que el Autismo de Alto Funcionamiento no existe, que se hable de él en infinidad de textos científicos y de divulgación habla de que quizá debería aceptarse su existencia como una subcategoría dentro del gran paraguas de los Trastornos del Espectro Autista.
En todo caso, más allá de los logros y los progresos que estas personas hagan a lo largo de su vida, es necesario que no se olvide su condición, no para estigmatizarlos y segregarlos, sino para ayudarlos a desarrollar su máximo potencial, que es el fin de toda intervención que se haga sobre cualquier persona, porte o no una discapacidad.

Ronaldo Pellegrini

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