lunes, 30 de agosto de 2021

Tenía 14 meses cuando sus padres se ataron con ella a una bomba, sobrevivió y hoy es la historia que inspira en los Juegos Paralímpicos

 


“Superviviente, amputada y paralímpica”. Así se presenta la nadadora Haven Shepherd, una de las protagonistas de Tokio 2020.

Haven Shepherd nació en Vietnam el 10 de marzo de 2003. Su nombre original era Đỗ Thị Thúy Phương, pero cuando tenía 16 meses su padre detonó una bomba a la que se había encadenado y a la que también había atado a su esposa y a la pequeña, producto de un conflicto matrimonial. Los adultos volaron por los aires y Haven también, pero sobrevivió a la explosión. La consecuencia de las quemaduras sufridas fue la amputaron de las piernas por debajo de la rodilla. Hoy representa a los Estados Unidos en los Juegos Paralímpicos y su historia es inspiradora.

 

En noviembre de 2004, dos meses después de la muerte de sus padres, Haven fue adoptada por Shelly y Rob Shepherd, una pareja de Missouri, quienes la alentaron a trazarse y cumplir los propósitos que se pusiera en la vida. La joven, que ya cursa sus estudios universitarios, dedicó gran parte de su vida a la natación y Tokio 2020 es la cita de su debut olímpico. Allí competirá en los 100 metros espalda.

Claro que ella no fue la única hija de los Shepherd. Haven llegó a sus vidas y a la de los otros seis hijos de la pareja, junto a quien se volvió una más y la particularidad de su historia sólo fue eso: “Siempre he bromeado con mis hermanos que soy la niña milagro. Soy la favorita de mamá y papá”, contó en una entrevista realizada por el Comité Paralímpico Internacional, encuentro en el que se refirió a la segunda oportunidad de su vida: “Estoy muy agradecida de que me hayan salvado. Solo perdí las piernas. Podría haber perdido la vida. Siempre hay que mirar lo positivo: sé que tuve una situación muy mala, pero salí, tuve esa segunda oportunidad”.

Hoy, a los 16 años, Haven camina con piernas ortopédicas y no se detiene por un segundo. Comenzó a nadar de manera competitiva cuando era niña: “La natación me hace sentir libre”, dice, y sus familia destaca que ella nunca deja que su discapacidad se interponga en el camino hacia sus metas.

 

“Puedo recordar que en uno de mis primeros encuentros de natación corporal me quité las piernas en el andarivel ocho y luego me di cuenta de que se suponía que debía estar en el uno. Cuando terminé de competir fui a recuperar mis prótesis y había un grupo de niños pequeños tratando de averiguar de dónde venían estas piernas y por qué estaban allí”, recordó.

 

Luego agregó: “Ese día, a los 9 años, tuve la opción de elegir cómo iba a manejar estar en traje de baño con un cuerpo diferente al de los demás. Llegué hasta mis piernas pasando por entre el resto de los competidores, sonreí a esos chicos y agarré mis piernas. Elegí ver lo divertido de la escena de esos chicos de 11 años estupefactos. Mi carrera de natación podría haber terminado ese día, pero entendí que todos somos diferentes. No tengo piernas y esto podría haberme alejado de mis objetivos. En cambio, tuve que aprender no solo a aceptarme tal como soy, ¡sino a abrazarlo! y todos debemos lograrlo”, sentenció.

Para estas dos semanas de competición, Shepherd no se puso ningún reto, aún cuando viene de lograr dos medallas de plata y otra de bronce en los Parapanamericanos. “Mis objetivos aquí son ser yo misma y divertirme. No voy a venir con grandes expectativas sobre mí misma, porque si te las pones siempre te vas a decepcionar”.

 

La deportista, que también practica crossfit, reflexiona sobre la vida como si fuese adulta. En un mundo en el que Instagram centra la atención de la mayoría de los jóvenes en busca de subir al perfil la foto perfecta, Shepherd lanza un rotundo mensaje: “Cuando trabajé como modelo para Tommy Hilfiger, me di cuenta de que el cuerpo perfecto no existe; solo un puñado de personas tienen ese tipo de cuerpo y ese estilo de vida”.

Shepherd aprovecha cada entrevista para intentar concienciar a parte de su generación: “No puedes controlar la vida, solo puedes controlar cómo respondes a las cosas. Si miras a tu alrededor, todos tenemos pequeños golpes y moratones y todos somos imperfectos. Me encanta mi oportunidad de demostrar que cualquiera puede hacer literalmente lo que quiera”.

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RENDIRSE JAMÁS: IBRAHIM HAMADTOU NO TIENE BRAZOS, JUEGA AL PING PONG Y ES LA SENSACIÓN DE LOS JUEGOS PARALÍMPICOS DE TOKIO 2020




El egipcio tiene 48 años. A los 10 sufrió un accidente de tren que cambió su vida. Poco después presenciaba un partido en el que se mostró en desacuerdo con el fallo de una jugada: “Callate, que vos nunca podrás jugar”, le dijeron.

“Nunca te rindas en la vida”. Ese es el lema de Ibrahim Elhusseiny Hamadtou, deportista egipcio que, sin brazos, ha logrado convertirse en uno de los mejores jugadores de tenis de mesa paralímpico compitiendo con la paleta en la boca y disputando cada pelota con el movimiento de su cabeza.

Hamadtou (Dumyat, Egipto; 1973) afronta en Tokio su segunda participación en unos Juegos Paralímpicos tras su presencia en Río de Janeiro. Allí, en la ciudad carioca, sorprendió al mundo con su manera de jugar.

El tenista de mesa egipcio se pone la pelota en el pie, la eleva a media altura y, con el gesto de su cabeza, la manda al otro lado de la mesa para tratar de ganar a sus rivales.

Es su forma de jugar y también su forma de mostrar al mundo que, pese a su discapacidad, no hay barreras que se lo impidan.

En 1983, a los diez años, tras un accidente de tren, perdió los dos brazos y su vida cambió, pero, lejos de venirse abajo, hizo frente a las adversidades para salir adelante.

 “En nuestro pueblo solo había dos deportes a los que poder jugar, tenis de mesa y fútbol. A mí me gustaba más el fútbol pero un día cuando estaba viendo un partido de tenis de mesa con dos amigos, en un momento en el que no estaban de acuerdo, yo intercedí. Fue entonces cuando uno me dijo ‘cállate, que tú nunca podrás jugar’. Esa frase se revolvió en mí y fue la que me impulsó a jugar a este deporte”, confiesa Hamadtou.

 La dificultad de practicar esta disciplina tan técnica y en el que hay que usar las extremidades superiores fue un hándicap al principio. De hecho, probó de diferentes formas “hasta dar con la tecla”, como relata.

 “Lo primero fue jugar con la raqueta debajo de la axila pero me resultaba muy difícil. Tiempo después probé con la boca y ahí sí que mejoré. Encontré una forma muy efectiva para devolver rápido y preciso la pelota”, comenta.

Hamadtou, cuyo ídolo es el futbolista portugués Cristiano Ronaldo, siempre subraya que “la discapacidad no está en los brazos o las piernas, sino que la discapacidad es no creer en lo que tú quieres hacer”.

Su debut internacional se produjo en 2004 representando a Egipto y, nueve años después, en 2013, fue nominado para el premio a la innovación deportiva Sheikh Mohammed Bin Rashid Al Maktoum en Dubai y fue galardonado como Mejor Deportista Árabe del año.

“Ese año aumentó mi confianza para seguir adelante”, comenta Hamadtou, que solo tres años después cumplió uno de sus sueños, acudir a los Juegos Paralímpicos de Río. Sus resultados deportivos fueron discretos. Terminó undécimo en clase individual y noveno por equipos pero su historia trascendió fronteras. Desde entonces la Federación Internacional de Tenis de Mesa lo invita a diferentes eventos por el mundo como ejemplo de deportista.

En Tokio, en su debut en el Gimnasio Metropolitano de la ciudad nipona, perdió con el coreano Park Hong Kyu por 3-0. Confiado, espera ganar el próximo partido frente al chino Chen Chao. Mientras tanto, su mensaje sigue intacto: “Mi caso demuestra que cualquiera puede practicar cualquier deporte”.


Javier era un exitoso empresario gastronómico y quedó ciego: decidió hacer un cambio en su vida y encontró su pasión en el arte



Dirigía su propio restaurante en Monte Grande y vivía de noche, cuando empezó a perder la visión. Después, conoció el arte: de la arcilla pasó a la madera y hoy trabaja como carpintero.

“Sin ver, encontré en el arte un pasión que me salvó la vida. Me siento un afortunado. Nunca pensé que iba a poder vivir de lo que hago con mis manos”, cuenta Javier Molina

Durante 25 años se dedicó a la gastronomía. Conocía a la perfección su trabajo, le gustaban las relaciones públicas del negocio y le iba muy bien en su restaurante. 

 

De un día para el otro, empezó a tener problemas de visión. Le diagnosticaron retinosis pigmentaria y abandonó todo lo que hacía para comenzar una nueva vida: “Fueron cinco años hasta que me quedé ciego, mientras tanto, yo manejaba todo porque hasta conocía de memoria el camino entre las mesas, pero me empecé a agotar”, explica.

Nunca había pensado en ser padre, pero en medio de toda esa transformación que estaba transitando, conoció a Leona que hoy es su mujer y van a cumplir 13 años juntos: “Fue por unas amigas en común que coincidimos en una reunión. Yo justo estaba leyendo un libro que habla sobre enfermedades y las emociones. Un día fui al restaurante y le dije: ‘Vos no ves por tal y tal motivo’. Él me miró y me preguntó: ‘A vos quién te manda’. Fue un flechazo. Ahí nos enamoramos”, recuerda Leona.

Leona destaca la creatividad y el enorme corazón de Javier, que hicieron que ella soñara con una vida juntos: “Yo tenía seis hijos cuando nos conocimos y él me amó a mí y a mis hijos con una entrega increíble. Después, juntos decidimos tener hijos y llegaron Mora y Octavio”.

 

Dejar la gastronomía después de 25 años

Cuando lo conoció, lo primero que pensó Leona fue que Javier era un emprendedor, un hombre que era dueño de un restaurante, que lo manejaba solo aun sin ver: “Trabajaba mucho, dirigía a los empleados y decidió dejar un restaurante exitoso cuando se cansó”.

En medio de tantos momentos de cambio, una vez que había dejado su trabajo, Leona le propuso ir a conocer a una escultora que vivía cerca de su casa y ese fue un momento bisagra en su vida: “Cuando hacía las esculturas estaba concentrado, tranquilo”, sostiene su mujer.

 

De la arcilla a la madera

Javier recuerda que hasta que empezó a crear con sus manos, estuvo un año y medio sin trabajar: “Después de 25 años de gastronomía, que era un trabajo bastante esclavo, hice el primer proceso de salir del dolor y encontré una pasión: crear”, detalla.

De las esculturas de arcilla pasó a la madera y sintió que había adquirido un don: “Muchas veces me preguntan cómo hago los muebles y no tengo una respuesta, fluye en mí”.

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POR QUÉ LA ESCUELA DEBE SER UN AGENTE MÁS ACTIVO EN LA INCLUSIÓN DE PERSONAS CON DISCAPACIDAD


“Lo más importante”, “es comprender la discapacidad desde su perspectiva social y de derechos” y para ello es fundamental que la escuela se ocupe de visibilizarla a la vez que acompañe a las personas con discapacidad a lo largo de todos los niveles educativos

La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificada por Argentina en 2008, consagra el acceso efectivo al derecho a la educación, a través de la inclusión. En este sentido, los Estados que tomaron parte deben asegurar un sistema de educación al que puedan acceder todas las personas con discapacidad, en los diferentes niveles de enseñanza a lo largo de la vida.

Este sistema educativo deberá tener como objetivo el desarrollo pleno del potencial humano y el sentido de la dignidad de las personas con discapacidad, así como el refuerzo del respeto por los Derechos Humanos, las libertades fundamentales y la diversidad. No solo eso, también deberá incentivar el desarrollo de su personalidad, la creatividad, los talentos y las aptitudes que les permitan participar de manera efectiva en sociedad. La convención determina que las personas con discapacidad no pueden quedar excluidas del sistema general de educación, ni de la enseñanza primaria y secundaria gratuita y obligatoria por motivos de su discapacidad.

Sin embargo, la realidad es otra. Lamentablemente hay un alto porcentaje de niños, niñas y adolescentes con discapacidad que no asisten a la escuela, y aún para quienes sin van, las tasas de deserción son considerablemente altas.

Según Unicef, en 2017 se estimaba que había en el país aproximadamente 570.000 menores con discapacidad, de los cuales alrededor de 120.000 cursaban estudios de educación especial y el 60% de ellos lo hacía en escuelas comunes. Varias organizaciones de Derechos Humanos sostienen que las escuelas no cumplen la resolución 311/2016 del Consejo Federal de Educación, en la que se ordena a las instituciones educativas a inscribir a los niños, niñas y adolescentes con discapacidad sin ningún tipo de restricción.

La cifra de personas del colectivo que accede a la educación es alta y positiva a nivel regional, pero sigue sin ser un número realmente satisfactorio. A este respecto, la personalización de la educación a través de la creación y puesta en marcha de políticas públicas por parte del Estado, facilita la efectiva formación de estudiantes en el país. Las disposiciones tendientes a responder a las necesidades particulares de las personas con discapacidad en una sociedad que discapacita deberán estar abocadas a la creación de medidas de apoyo para fomentar el desarrollo académico y social del colectivo.

El camino apenas está siendo arado y los instrumentos legales sembrados para la inclusión plena y efectiva de las personas con discapacidad. Se trata de un proceso muy lento, del cual la educación es el aspecto central, en el entendido de que es uno de los vehículos para la consecución de derechos. A todo esto, lo más importante es comprender la discapacidad desde su perspectiva social y de derechos, modificando la mirada que tenemos hacia el otro y comprendiendo que las barreras que impiden el pleno ejercicio de derechos están en la sociedad y no en las personas.

En este sentido, es importante destacar la necesidad de la instrumentalización, territorialización y cumplimiento de leyes como la 27.043, que contempla el abordaje integral de personas que presentan trastornos del espectro autista (TEA). Esta ley prevé entre otros derechos, la puesta en marcha de las medidas necesarias para la inclusión de las personas que presentan TEA en los diferentes niveles educativos, laborales y sociales, conforme a lo establecido en la Convención Sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.

Por otro lado, se encuentra la Ley 22.431, en la cuál se contempla el cupo laboral para las personas con discapacidad, correspondiente al 4% del personal estatal. Para el correcto y efectivo acceso al derecho al trabajo de las personas del colectivo, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, ejecuta un programa de formación educativa técnica y jornadas de adaptación, además de contar con un registro de los perfiles de los aspirantes, para que puedan acceder a los empleos de planta, por contrato o servicios tercerizados.

Más allá del entramado legal y jurisprudencial en materia de discapacidad en el país, la realidad es que en la actualidad se llevan a cabo acciones por la inclusión plena y efectiva del colectivo en las diferentes jurisdicciones. Lo anterior, a través de la creación e implementación de programas que promuevan la participación de las personas con discapacidad en los diversos ámbitos de la vida, como la educación, el deporte, la recreación, el trabajo y el desarrollo social entre otros.

El abordaje social de la discapacidad entonces, implica una participación activa del Estado, los líderes políticos, el accionar de las diferentes jurisdicciones y la sociedad en general para, en primer lugar reconocer las necesidades particulares del colectivo y trabajar por la consecución de sus derechos y en segundo lugar llevar a cabo acciones, desde la cotidianidad hasta la implementación y puesta en marcha de medidas que busquen la inclusión plena y efectiva de las personas con discapacidad como sujetos de derecho en la sociedad.

Fuente: infobae

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