lunes, 30 de agosto de 2021

Javier era un exitoso empresario gastronómico y quedó ciego: decidió hacer un cambio en su vida y encontró su pasión en el arte



Dirigía su propio restaurante en Monte Grande y vivía de noche, cuando empezó a perder la visión. Después, conoció el arte: de la arcilla pasó a la madera y hoy trabaja como carpintero.

“Sin ver, encontré en el arte un pasión que me salvó la vida. Me siento un afortunado. Nunca pensé que iba a poder vivir de lo que hago con mis manos”, cuenta Javier Molina

Durante 25 años se dedicó a la gastronomía. Conocía a la perfección su trabajo, le gustaban las relaciones públicas del negocio y le iba muy bien en su restaurante. 

 

De un día para el otro, empezó a tener problemas de visión. Le diagnosticaron retinosis pigmentaria y abandonó todo lo que hacía para comenzar una nueva vida: “Fueron cinco años hasta que me quedé ciego, mientras tanto, yo manejaba todo porque hasta conocía de memoria el camino entre las mesas, pero me empecé a agotar”, explica.

Nunca había pensado en ser padre, pero en medio de toda esa transformación que estaba transitando, conoció a Leona que hoy es su mujer y van a cumplir 13 años juntos: “Fue por unas amigas en común que coincidimos en una reunión. Yo justo estaba leyendo un libro que habla sobre enfermedades y las emociones. Un día fui al restaurante y le dije: ‘Vos no ves por tal y tal motivo’. Él me miró y me preguntó: ‘A vos quién te manda’. Fue un flechazo. Ahí nos enamoramos”, recuerda Leona.

Leona destaca la creatividad y el enorme corazón de Javier, que hicieron que ella soñara con una vida juntos: “Yo tenía seis hijos cuando nos conocimos y él me amó a mí y a mis hijos con una entrega increíble. Después, juntos decidimos tener hijos y llegaron Mora y Octavio”.

 

Dejar la gastronomía después de 25 años

Cuando lo conoció, lo primero que pensó Leona fue que Javier era un emprendedor, un hombre que era dueño de un restaurante, que lo manejaba solo aun sin ver: “Trabajaba mucho, dirigía a los empleados y decidió dejar un restaurante exitoso cuando se cansó”.

En medio de tantos momentos de cambio, una vez que había dejado su trabajo, Leona le propuso ir a conocer a una escultora que vivía cerca de su casa y ese fue un momento bisagra en su vida: “Cuando hacía las esculturas estaba concentrado, tranquilo”, sostiene su mujer.

 

De la arcilla a la madera

Javier recuerda que hasta que empezó a crear con sus manos, estuvo un año y medio sin trabajar: “Después de 25 años de gastronomía, que era un trabajo bastante esclavo, hice el primer proceso de salir del dolor y encontré una pasión: crear”, detalla.

De las esculturas de arcilla pasó a la madera y sintió que había adquirido un don: “Muchas veces me preguntan cómo hago los muebles y no tengo una respuesta, fluye en mí”.

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