sábado, 28 de mayo de 2022

HABLEMOS DE EDUCACIÓN, INCLUSIÓN Y DISCAPACIDAD

Este artículo surge de la necesidad y el deseo de poder poner en diálogo la construcción de un nuevo paradigma y algunas ideas de cómo generar prácticas educativas inclusivas y significativas para las nuevas infancias y adolescencias de hoy. De un tiempo a esta parte, hemos comprobado que ya no alcanza una única forma de enseñar y una única forma de aprender. Es necesario ampliar la mirada, buscar nuevas formas, mirar con nuevos ojos y desde diversos lugares. Solo teniendo una mirada diversa, vamos a poder ser diversos en nuestra forma de enseñar, de aprender y de vincularnos con los otros… que justamente al ser otro, tiene otra forma de hacer, de aprender y de ser.

Es hora de empezar a preguntarnos si la escuela, la enseñanza y el aprendizaje que hoy estamos brindando, son lo que los niños, niñas y adolescentes necesitan. Es hora de reflexionar sobre a quién va dirigida la educación que se imparte en las escuelas hoy. Es hora de hablar sobre la inclusión y la discapacidad, o como se empieza a hablar ahora, la inclusión y la diversidad funcional. Este nuevo término que se empieza a utilizar nos da una mirada distinta, una mirada hacia un sujeto y centrada en lo que ese sujeto posee y no en la falta o en esa capacidad distinta o “especial”. Se empieza a pensar en términos de funciones, en las diversas formas de funcionar que tenemos los seres humanos. Esto comienza a ser un gran quiebre hacia la construcción de un nuevo paradigma, el paradigma social de la inclusión.
Para llegar a donde estamos hoy, fue necesario pasar por otros paradigmas los cuales no tenían la misma mirada y en donde las personas con diversidad funcional no tenían los mismos derechos que “la mayoría” (lo escribo entre comillas ya que nos tendríamos que preguntar quiénes entrarían en esa categoría).
Este nuevo paradigma nos dice que todos tenemos los mismos derechos. Uno de ellos es el derecho a la educación que por muchos años les fue negado a las personas que por alguna razón no entraban en las características socialmente aceptadas para la sociedad de ese momento.
Durante muchos años las personas con diversidad funcional fueron escondidas, apartadas y encerradas, considerándolas como un mal, un enfermo o alguien que no servía o no era productivo para la sociedad. Eran personas excluidas, no se sabía qué hacer con ellos. Al principio no tenían tratamientos ni cuidados, eran tratados como un objeto más.
Luego, comenzaron a ser mirados como personas que debían ser rehabilitadas para suplir las funciones que no tenían. Aquí comienzan a aparecer las técnicas estandarizadas, los coeficientes intelectuales que te decían -a través de un número, vacío de contenido y sin historización- si eras apto o no, aparece la idea de normalizar y nivelar a la persona que no era “normal” (vuelvo a escribir entre comillas porque nuevamente nos tendríamos que preguntar qué es lo normal).
Con el tiempo -y con mucha lucha- esto fue cambiando y las personas con diversidad funcional fueron tomando cada vez más, su propio espacio.
La sociedad ya no es la misma que hace años ¿Por qué los niños y las familias tendrían que serlo? ¿Por qué el docente debería enseñar siempre lo mismo? ¿Acaso nosotros somos los mismos que hace unos años? ¿Por qué deberíamos responder a las mismas demandas y objetivos de años anteriores?
Actualmente, nos encontramos con leyes y teoría que nos dicen que las personas con diversidad funcional pertenecen y forman parte de la sociedad, de las instituciones y del mundo social. Sin embargo, todavía nos queda un camino largo por recorrer en la puesta en práctica de este marco legal.
Decimos que la educación inclusiva es una educación para todos y cada uno, independientemente de la diversidad funcional de la persona. Este es un primer cambio que no en todas las instituciones escolares se cumple. Muchas escuelas, y sobre todo las de gestión privada, suelen establecer un derecho de admisión, el cual ya estaría yendo en contra de los principios del Paradigma Social de la Inclusión. ¿Qué requisitos debería tener una persona para poder recibir educación?
Por otro lado, la educación inclusiva nos habla sobre el concepto de equidad, diferente al de igualdad. Si bien somos todos iguales ante la ley y en cuestión de derechos, también somos todos diferentes social y culturalmente. Por lo tanto, la educación debe ser equitativa y no igual para todos, es decir cada persona debe recibir los apoyos necesarios para acceder y participar activamente de su educación. A partir de este nuevo concepto, nos dimos cuenta que ya no es lo mismo brindarle a todos una misma actividad y hacer un “como si” todos pudieran hacerla y/o hacer la vista gorda a aquellos que no estaban pudiendo acceder a realizarla. Es necesario diversificar las actividades y a su vez individualizarlas para que cada uno pueda elegir el modo en el que quiera acceder. ¿¡Cuántos niños han fracasado por tener desarrolladas otras inteligencias o una forma diversa de aprender, que la escuela no se atreve a ver!?
En relación a esto, los docentes que se encuentran hoy frente a un aula deben modificar su práctica, casi radicalmente diría. Ya no funciona el aula tradicional, en donde un docente ofrecía una actividad, todos accedían y la realizaban, “supuestamente” (vuelvo a usar comillas ya que tendríamos que preguntarnos si todos accedían y realizaban la actividad propuesta o simplemente eso era algo que se ocultaba). Ya no funciona el modelo de la homogeneización. Justamente lo que nos vienen a decir las personas con diversidad funcional es que no hay una persona igual a otra, que todos somos diversos, y que cada uno necesita algo distinto. Por lo tanto yo digo que si en un aula hay 30 alumnos, va a haber 30 actividades diferentes, realizadas de acuerdo a su diversidad funcional.
Diversificar las actividades dentro de un aula, es uno de los cambios aún más difíciles de romper. Venimos de años con una educación tradicional en donde los alumnos eran vistos como simples objetos, cubos a llenar de contenidos y conocimiento. De hecho, una de los significados de la palabra alumno es: a: sin; lumno: luz, es decir sin luz. El alumno entonces es la persona sin luz que el maestro viene a iluminar con su saber. Desde esta mirada -negativa y cruel- hacia el sujeto/niño que aprende es desde donde estamos constituidos para educar-enseñar dentro de un aula. Romper con esta forma de ver la educación -para darles voz a los alumnos, visibilizando la diversidad y querer alojarla en el aula- es un terreno que aún se está sembrando…
Diversificar las actividades es generar aulas inclusivas, pero… ¿Cómo generar aulas inclusivas?

Aquí algunas ideas…
Las aulas inclusivas tienen que ser ruidosas y lúdicas, ya no sirven las aulas en donde solo se escuche una voz y esa solamente sea la del docente. Las aulas inclusivas deben proponer un aprendizaje en interacción colectiva con los demás, ya sean pares o adultos. Así citando a un gran maestro, nos diría “Quien enseña aprende al enseñar y quien aprende enseña al aprender” (Paulo Freire, 1968). Romper con la idea de que el único que tiene el saber es el adulto/docente, sino que tanto docentes como alumnos tienen saberes diversos, los cuales se enriquecen unos con otros.
Las aulas inclusivas tienen bancos y pupitres en constante movimiento, nunca están ubicados en un mismo lugar y nunca un mismo alumno ocupa el mismo asiento. Esto hace que los alumnos puedan optar por diferentes maneras de hacer las actividades, formando grupos, mirándose a los ojos… en otros momentos mirando al frente del pizarrón… tal vez por momentos estar sentados en el piso; o en círculo… ¡Actualmente frente a una pantalla!
Romper con la estructura del aula por momentos no es fácil, y hasta puede pasar que no siempre el adulto/docente tenga el control total de la clase. Tolerar el sinsentido por momentos es necesario para generar otros aprendizajes, desestructurar-nos, deconstruir-nos para reconstruir-nos…
Para comprender mejor esto cito a Philippe Meirieu, “Lo normal” en educación es que la cosa no funcione; que el otro se resista, se rebele, se ausente y se sustraiga. Lo “normal” es que la persona que se construye frente a nosotros no se deje llevar, e incluso se nos oponga, a veces simplemente para recordarnos que no es un objeto en construcción, sino un sujeto que se construye”. Esto es lo que ocurre dentro del aula diariamente y es necesario tolerarlo y respetarlo, ya que es parte de la diversidad.

No somos un ladrillo más en la pared
“We don´t need
no thought control
No dark sarcasm
in the classroom”
Pink Floyd

Las aulas inclusivas son flexibles. Las planificaciones de las mismas también. Cuando una actividad no funcionó, se reformula, se repiensa. Nos preguntamos qué hay que cambiar de nuestra metodología, no ponemos la falta en el aprendizaje del alumno como principal opción. En relación a este punto nos podemos preguntar ¿Quién debe cambiar? ¿El alumno debe adaptarse a la forma de enseñar del docente? ¿O es el docente quien debe transformar su práctica para que el contenido escolar sea comprendido por los diversos estilos de aprendizaje dentro del aula? Durante muchos años se hizo foco en que el alumno que no aprendía de determinada manera estaba “mal” (las comillas son para que nos preguntemos qué es lo que está bien o mal según cada uno). Pensar en que solo hay una forma de hacerlo “bien” y otra de hacerlo “mal”, o que solo hay blanco o negro, nos hace caer en una lógica binaria que durante muchos años silenció a los diversos grises que puede haber ¡y a toda la otra gama de colores!
Las aulas inclusivas proponen diversas actividades para que el alumno elija cual es la mejor para su estilo de aprendizaje. Se pueden proponer por ejemplo actividades que se puedan realizar a través de lo multisensorial, lo visual, lo auditivo o lo kinestésico y que cualquiera de las formas sea válida para ello. Dentro de un aula inclusiva debe haber prácticas simultaneas (es decir al mismo tiempo) y diversas (es decir diferentes para cada alumno).
Las aulas inclusivas son todo lo que nos permita hacer que un alumno, todos y cada uno de ellos, acceda a aprender, dándole sus tiempos, con sus competencias y su diversidad y sobre todo dejándolo ser protagonista de su propio aprendizaje.
Las aulas -para que sean inclusivas – deben funcionar como una comunidad de aprendizaje, es decir debe ser un grupo de personas que aprenden algo en común, utilizando diferentes herramientas en un mismo entorno facilitador. Para ello, el diálogo debe ser la herramienta principal. Aquí podemos volver a nombrar a Paulo Freire, quien desde su investigación trabajó y luchó para romper con la educación bancaria, la cual nos educó y socializó a todos nosotros y ofrecer una educación dialógica, en donde el diálogo con el otro y la historia de cada uno, sean parte del aprendizaje dentro de las aulas.
Para que esto suceda es necesario que cada uno de los agentes educativos pueda desaprender para aprender nuevas formas y nuevos esquemas. Para enseñar es fundamental suspender los ideales y deseos del adulto para centrarnos en los ideales y deseos de ese otro, ese niño que tenemos enfrente.
Nada de esto es fácil de lograr, y en todo momento va a haber errores y aciertos pero… ¿acaso todo aprendizaje es lineal y sin errores, caídas y frustraciones? Creo que venimos de años en donde la educación y el aula tradicional, no se ha preguntado jamás por el sujeto que aprende. La enseñanza parecería que estaba centrada en el adulto que enseñaba pero no en el niño que estaba en proceso de aprendizaje. Este creo que fue el gran error del sistema educativo. ¿Habrá sido adrede? No lo sabemos.
Lo único que sí sé, es que la diversidad y el paradigma social de la inclusión nos vienen a dar un gran sacudón. Vienen a desarmarnos todos nuestros esquemas y nuestras prácticas. Nos hacen enfrentarnos con nuestra propia diversidad, con nuestra propia forma de enseñar, aprender, vincularnos y ver el mundo. Nos viene a decir que ya las prácticas educativas tradicionales que nos antecedieron, han muerto y hay que hacer nacer, crecer y florecer prácticas nuevas, inclusivas y hasta a veces desobedientes.
Porque sí, a veces la práctica educativa, debe ser deso-bediente.

María Luz Nistico*

* María Luz Nistico es Licenciada en Psicopedagogía.
E-mail: luz.nistico@hotmail.es
Facebook: lic.marialuznistico
Instagram: lic.marialuznistico

Bibliografía:
• Romañach, Javier (Mayo, 2005). Diversidad funcional, nuevo término para la lucha por la dignidad en la diversidad del ser humano.
• Ley de Educación Nacional – Ley 26.206.
• Freire, Paulo (1968). Pedagogía del oprimido.
• MeirIeu, Philippe (1996). Frankenstein educador.
• www.abc.gov.ar. Diseño curricular, Educación Inclusiva.

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