sábado, 15 de octubre de 2022

AUTISMO: PRUEBAS DE LABORATORIO PARA DETECCIÓN TEMPRANA




Es una vieja aspiración de quienes se ocupan de diagnosticar Trastornos del Espectro Autista lograr valerse de alguna herramienta objetiva para su determinación. Hace tiempo que existen pruebas genéticas con relativamente bajo porcentaje de eficacia, otras -prenatales- más recientes y con mejores resultados que esperan confirmación y también las hay que están dando los primeros pasos para establecer biomarcadores capaces de orientar el diagnóstico. Al mismo tiempo, hay quienes dudan de la eficacia y plantean, además, cuestiones éticas.

Introducción
Los Trastornos del Espectro Autista (TEA) comprenden una serie amplia de variantes sintomáticas. Es más: en cada individuo los signos se expresan en forma diferente, tanto cuantitativa como cualitativamente, aunque existen rasgos comunes que orientan el diagnóstico.
Si bien no se sabe a ciencia cierta qué es lo que lo produce, cada vez hay más consenso respecto de que ciertas mutaciones genéticas en concurrencia con factores ambientales impulsan su ocurrencia.
La forma en que se diagnostica tradicionalmente implica, tras la constatación de padres o pediatras de que algo no funciona como debiera, un análisis clínico y neurológico (esto último para descartar lesiones, tumores, malformaciones y otros tipos de anomalías capaces de generar signos similares), la evaluación de las habilidades cognitivas del niño/a, la revisión de la capacidad comunicativa a través de la palabra y el lenguaje, la observación de las conductas, la indagación a través de la familia y otros referentes sobre el desarrollo del paciente y cuál es su comportamiento usual, así como se requiere información sobre la historia familiar.
Pese a que se dispone de distintas pruebas y estándares a considerar, lo que indica que es factible que pueda establecerse el diagnóstico alrededor de los 18 a 24 meses de edad, la realidad señala que el mismo se realiza a los 4 años, en promedio. Ello implica una pérdida de un tiempo valioso, ya que cuanto antes se realicen las intervenciones, mejores serán el pronóstico y la evolución. En buena medida, esta demora se debe a que muchos de los indicios, salvo en los casos más evidentes, pueden atribuirse a otras condiciones y el proceso diagnóstico se ralentiza porque es necesario hacer las evaluaciones indicadas y otras a cargo de especialistas de diferentes áreas (pediatra, psicólogo infantil, neurólogo, patólogo del lenguaje, etc.), lo que difiere el inicio de los abordajes pertinentes.
Desde hace ya varias décadas se viene intentando acortar el procedimiento y hacerlo más contundente a través de pruebas de laboratorio que den más certeza y objetividad al diagnóstico, muchos de los cuales condujeron a callejones sin salida u obtuvieron resultados pobres. En los últimos años, sin embargo, han surgido numerosos trabajos de investigación muy promisorios, algunos de los cuales afirman poseer una efectividad que ronda el 90% y otros con resultados más modestos.

Pruebas predictivas prenatales
Los que se agrupan bajo este título tienen como objetivo anticipar la probabilidad de que un bebé por nacer vaya a desarrollar alguna forma de Autismo.
Uno de ellos se basa en un hallazgo publicado en 2018 en Molecular Psychiatry con el título de “Maternal autoantibody related autism: mechanisms and pathways” (“Autoanticuerpo materno relacionado con autismo: mecanismos y vías”), en el que se estableció que, en determinadas circunstancias, los autoanticuerpos (aquellos del sistema inmune que atacan al propio cuerpo) de la madre podrían afectar el cerebro del bebé.
Tomando dicha referencia, científicos de la Universidad de California sede Davis y de la Universidad de Stanford, ambas de los EE.UU., tomaron plasma de 450 madres de niños diagnosticados con TEA y de otras 342 sin diagnosticar. Entonces analizaron patrones de reactividad de autoanticuerpos específicos de autismo contra ocho proteínas que tienen un papel principal en el desarrollo cerebral.
Tras estudiar las muestras, los resultados fueron sorprendentes: 100% de efectividad para una forma de Autismo que se da en el 20% de los diagnosticados, estableciendo lo que se conoce como un biomarcador. Los biomarcadores son sustancias que indican un estado biológico. Se utilizan para detectar enfermedades o los procesos de las mismas. Estos se pueden medir objetivamente y ser evaluados como un indicador de un proceso biológico común, estado patogénico o una respuesta a un tratamiento médico. Es decir, tienen una utilidad clínica.
A su vez, un trabajo en colaboración entre investigadores españoles (Centro de Investigación Clínica de Valencia) y estadounidenses (Centro de Biología Reproductiva, Escuela de Ciencias Biológicas, Universidad Washington State) dio cuenta de que se hallaron biomarcadores paternos predictores de TEA, a través de un trabajo aparecido en enero del corriente año en Clinical Epigenetics.
En este se tomaron muestras de esperma de 18 varones con hijos con Autismo, a partir de las cuales identificaron un conjunto de características genómicas (metilación del ADN) presentes en 805 regiones, tras lo cual hicieron diversas pruebas a ciegas para determinar si ello podía resultar un biomarcador, lo que se confirmó con una eficacia del 90% y con la existencia de pocos falsos positivos.

También la sangre
Por su parte, el trabajo tituado “Multivariate techniques enable a biochemical classification of children with autism spectrum disorder versus typically-developing peers: A comparison and validation study” (“Técnicas multivariadas permiten una clasificación bioquímica de niños con trastornos del espectro autista versus pares con desarrollo típico: un estudio de comparación y validación”), aparecido en el volumen 3, entrega 2, de la revista Bioengineering & Translational Medicine, llevado a cabo en el Instituto Politécnico Renseelaer de los EE.UU., afirma haber detectado con una precisión del 97,6% los casos de Autismo a partir de un análisis de sangre.
La experiencia consistió en reclutar 149 voluntarios, niños comprendidos entre las edades de 3 a 10 años, la mitad de los cuales habían sido previamente diagnosticados con alguno de los TEA.
En ellos se buscaron patrones en metabolitos relevantes, sospechosos de estar relacionados con el Autismo. Los metabolitos son cualquier sustancia producida durante el metabolismo (digestión u otros procesos químicos corporales). Se detectaron 24.
Este trabajo, que estuvo comandado por el Dr. Juergen Hahn en 2017, fue replicado en otros tres estudios que se hicieron sobre un total de 154 niños y niñas con Autismo, cuyos resultados bajaron un poco la efectividad, llegando al 88%, cifra para nada despreciable.
El paso siguiente es realizar una investigación clínica a gran escala para terminar de validar esta metodología y poder llevarla al plano comercial. Los investigadores involucrados afirman que este procedimiento que apela a la técnica del big data (término que hace referencia a conjuntos de datos tan grandes y complejos que precisan de aplicaciones informáticas para su procesamiento) permitirá realizar diagnósticos más tempranos, con los consecuentes beneficios que ello acarrea.

Testear los genes
A la fecha, se ha detectado algo más de un centenar de genes a los que se les atribuye ser causantes de alguna de las formas de TEA, por lo que buena parte de la tarea de investigación que intenta dar más certeza a través de evidencia fáctica se basa, precisamente, en tratar de detectar mutaciones en los mismos que conduzcan hacia un mejor y más rápido diagnóstico.
Si bien muchos profesionales e instituciones sanitarias recomiendan la realización de este tipo de testeos, la realidad marca que menos de la mitad de aquellos identificados o sospechosos de portar Autismo lo hacen en los países en los que esta práctica es bastante habitual, mientras que en otros casi no se recurre a esta herramienta diagnóstica.
Por ejemplo, en el Hospital de Niños de Boston se tiene como estándar, como parte del proceso de determinación de la existencia de TEA, que el paciente se someta a una prueba de microarray cromosómico (técnica de biología molecular que permite diagnosticar cambios en la cantidad de ADN de una muestra comparándolo con ADN de referencia normal. Detecta pérdidas o ganancias de material genético), junto con el testeo para Síndrome de X Frágil en varones.
La técnica del microarray posee una baja capacidad predictiva, ya que detecta algún TEA en solamente del 3 al 10% (algunos aseveran que llega a cerca del 24%), limitación que se debe a que cubre solamente una pequeña porción de las 6.000 millones de letras de ADN que recibimos de nuestros padres.
Es por ello que últimamente se puso la atención en otra prueba, la del exoma (fracción de ADN del genoma que codifica la producción de proteínas), ya que comprende una parte mucho mayor del código genético, abarcando cerca de 20.000 genes, lo que brinda la posibilidad de detectar entre el 10 y el 30% de los casos y, como beneficio secundario, tiene una eficacia superior (hasta el 40%) respecto de la discapacidad intelectual.
Desde el punto de vista clínico, los resultados parecen pobres. Pero lo que se busca al inducir a la realización de estudios genéticos es ampliar las bases de datos para dotar a estos estudios de una información mayor, para ampliar el conocimiento y producir diagnósticos más acertados.
También podría realizarse una secuenciación completa del genoma, lo que mejora algo la predicción, aunque su costo ronda los U$S 1.000, lo que lo hace prohibitivo para muchos y tampoco brinda certeza mucho más allá del 30%.
Una recomendación que se hace a este respecto es que no se busque directamente una empresa que se dedique a la realización de este tipo de tests sino que se lo haga con la intermediación de un profesional de la salud capacitado, quien será capaz de ayudar para entender de antemano qué puede esperarse de estas pruebas e interpretará los resultados teniendo en cuenta, además, los datos clínicos del propio paciente.
En los casos de detección positiva, como la toma de muestras puede realizarse prácticamente en los primeros días tras el nacimiento, ello podría acortar los tiempos del diagnóstico y evitar, por otro lado, la odisea de tratar de discernir qué es lo que ocurre con el niño una vez que aparecen los síntomas, pasando de profesional en profesional y realizando análisis y otras muchas pruebas que implican consumo de tiempo y también de dinero.

La resonancia magnética
A partir de comienzos de la década de 1970 la técnica conocida como resonancia magnética comenzó a utilizarse casi como una prueba infaltable en cualquier proceso diagnóstico que intentara detectar instancias de problemas neurológicos.
Como, según se reputa, los TEA son una condición que tiene bases neurológicas, se deduce que las imágenes de las partes del cerebro afectado pueden ser una gran forma de estudiar y producir diagnósticos sobre ellos.
Es por eso que en 2017, un equipo de investigación perteneciente a las Universidades de Carolina del Norte, Minnesota y Nueva York realizó un metaestudio utilizando datos del Infant Brain Imaging Study estadounidense, que continúa enrolando participantes (niños de 6 meses de edad y más) para desarrollar la mayor base de datos del mundo respecto de personas con Autismo, entre cuyos elementos se hallan las imágenes por resonancia magnética.
El trabajo de referencia apuntó a investigar si es posible detectar TEA a través de la resonancia en pequeños de 6 meses con alto riesgo de presentar alguno debido a su historia familiar y hacer lo propio con quienes presentan una baja probabilidad.
Para ello tomaron datos de 106 de los primeros y 42 de los segundos, entre los que hallaron que 15, que a los 24 meses habían sido diagnosticados con Autismo, presentaban algunos cambios notables en el cerebro. Los dos que relacionaron con el Autismo tienen que ver con la mayor expansión de la superficie cortical entre los 6 y los 12 meses de vida y más crecimiento en el cerebro entre los 12 y los 24 meses que en los que no presentaron síntoma alguno. Según los profesionales involucrados, nuevos trabajos en el mismo sentido harán que la resonancia magnética aporte seguridad a los diagnósticos.

Otros
También existen, aunque todavía sin un desarrollo que permita su utilización clínica, otros intentos de detectar biomarcadores. Entre ellos se hallan los biomarcadores metabólicos. En un estudio metaanalítico que abarcó a otros 24 anteriores se observó que en las muestras de sangre de personas con TEA se halló que distintas combinaciones de glutatión, el principal antioxidante de las células, se encontraban alteradas respecto de lo que se considera normal, mientras que ocurría otro tanto con otras sustancias. Si bien este trabajo no fue más allá, se pondera la posibilidad de continuar las investigaciones para poder efectuar una precisa relación entre las variaciones encontradas y las distintas formas de Autismo que ayuden al diagnóstico.
En lo que respecta a los biomarcadores neurológicos, se reveló que las alteraciones en los niveles de la serotonina, el glutamato, la dopamina, la noradrenalina y otras sustancias neurotransmisoras podrían asociarse a los TEA, con la ventaja de que ello podría constatarse con un análisis de orina.
También los biomarcadores del sistema inmunitario podrían llegar a apuntarse en cuanto al diagnóstico. Existen diversos trabajos que señalan hacia distintas disrupciones de dicho sistema que pueden vincularse con los TEA, las que involucran sustancias como la inmunoglobulina, distintas formas de anticuerpos específicos y varias otras.

Las dudas
Aunque muchos de estos avances generan grandes expectativas, hay profesionales de este campo que aconsejan tomarlos en forma potencial.
Una de las cuestiones a tener en cuenta es que la mayor parte de los trabajos que apuntan a la detección prenatal señalan al menos dos problemas, el primero de los cuales es que se trata de investigaciones aisladas que requieren nuevos estudios que permitan la confirmación de los resultados. La otra es que no siempre se asegura que el material a examinar se extrajo del por nacer y no de su madre, lo que puede inducir a errores.
En cuanto a las pruebas genéticas, lo que se pone en duda es su pertinencia como medio predictivo, ya que el elevado número de genes (y que sigue en aumento) hace que los porcentajes de detección sean bajos, a lo que se le adiciona otro problema: muchos de ellos, presentes en algunos individuos, generan cuadros que no tienen nada que ver con los TEA.
Respecto de la resonancia magnética, algunos expertos en la materia aducen que es necesario buscar la forma de poder examinar a los pacientes en actividad, ya que los aparatos dificultan tomar las imágenes del cerebro en otro estado que no sea el reposo.
Finalmente, también aparecen los cuestionamientos éticos acerca de qué hacer ante un caso de detección predictiva positiva.
Algunos autores toman como referencia el caso del Síndrome de Down, citando, entre otros, lo que ocurrió en Europa, en donde, a partir de los tests genéticos, se ha disminuido la población con esa característica en un 27%. De todas maneras, encuestas realizadas a parejas jóvenes hallaron que mientras que el 43% de ellas optarían por la interrupción del embarazo ante el síndrome, solamente el 15,9% acudiría a ella cuando el diagnóstico indicara algún TEA.
Otros más desconfiados tienen ciertos reparos ante los aspectos comerciales antes que sanitarios que observan en algunos de estos tests y en las empresas que los realizan, en algunos casos prometiendo lo que no pueden cumplir.

Para finalizar
Más allá de las dudas que se plantean, aportar certeza ante una condición que todavía genera polémicas en cuanto a qué es lo que se debe incluir bajo la etiqueta y qué no, sobre todo en los límites, es una aspiración que se encuentra cada vez más cerca.
Un aspecto a tener en cuenta es que, en realidad, las pruebas, aunque algunas de ellas propongan eficiencia del 100% en el campo de la investigación, tendrán que demostrarla en el llano, y que se trata de una herramienta predictiva o confirmativa, según el caso, pero que no desplaza el diagnóstico clínico.
Seguramente que poder determinar exactamente qué es lo que produce los TEA ayudará a que estas herramientas aumenten su eficacia exponencialmente.

Consultar:
– https://www.nicswell.co.uk/health-news/testosterone-linked-to-autism
– https://www.nature.com/articles/s41598-021-86320-0
– https://irispublishers.com/gjpnc/fulltext/is-it-time-to-be gin-prenatal-neonatal-screening-for-autism-risk.ID.000514.php
– https://www.autismparentingmagazine.com/prenatal-test-autism/
– https://medschool.ucsd.edu/som/neurosciences/centers/au tism/what-causes-autism/Pages/fmri.aspx
– https://www.nature.com/articles/nature21369.epdf
– https://www.childrenshospital.org/research/departments-divisions-programs/divisions/genetics-and-genomics/genetics-and-genomics-stories/a-blood-test-for-autism
– https://www.autismspeaks.org/expert-opinion/should-i-or-we-have-genetic-testing-autism
– https://www.abc.es/salud/enfermedades/abci-test-sangre-para-autismo-confirma-eficacia-201806201902_noticia.html
– https://www.webconsultas.com/noticias/embarazo/analizar-el-plasma-materno-podria-predecir-al-100-un-tipo-de-autismo
– https://autismodiario.com/2021/06/11/cientificos-desarrollan-una-prueba-de-prediccion-prenatal-del-autismo/
Fuente el cisne

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