No es lo mismo despertarse y matear con Norma, su
mejor amiga, las dos sentadas a la mesa del living comedor de “la casita”, que
despertar cada uno de sus días durante 20 años en la sala de un hospital
neuropsiquiátrico, rodeada de 30 mujeres. No es lo mismo eso que mirar juntas
por la ventana para ver qué pasa en el vecindario.
Desde octubre del año pasado, Flavia es una de las
105 personas que en los dos últimos años dejaron ese hospital. Vive junto a
otras tres excompañeras de internación en una de las cinco casas construidas
muy cerca del hospital (tanto que se va caminando) para progresar con el plan
de desmanicomialización previsto por la Ley de Salud Mental N° 26.657,
sancionada en 2010.
Según esta ley, el 25 de noviembre de 2020 no debían
quedar hospitales neuropsiquiátricos ni públicos ni privados en la Argentina. Y
las urgencias tendrían que ser atendidas en hospitales generales con guardia
psiquiátrica y de ser necesario con internaciones, pero breves, de hasta 60
días. Mientras que las personas internadas deben ir dejando el manicomio, irse
a vivir con sus familias, en una casa compartida o en una pensión.
Con este tipo de viviendas construidas en Melchor
Romero se intenta cumplir, aunque más lento de lo esperado, con la ley. La
sonrisa de Flavia es parte de eso. Sin embargo, todavía hay varios aspectos de
la ley que se incumplen: del presupuesto general asignado a salud, en 2022 solo
el 3% estuvo orientado a programas de salud mental, muy por debajo del 10% que
dispone la ley. Eso condiciona el proceso de desmanicomialización, que demanda
mucha inversión en recursos humanos y también importantes reformas y adecuaciones
edilicias.
Mariana Moreno, directora Nacional de Salud Mental y
Adicciones del Ministerio de Salud de la Nación, cuenta que están realizando
ahora un registro de personas internadas por motivos de salud mental, incluídos
los consumos problemáticos. Y reconoce que un recuento parcial, de 2021, expuso
que alrededor de 10.000 personas están institucionalizadas y que de ese total
el 60% está en el sistema privado. “Porque el dato de cuántas personas viven en
instituciones no está actualizado y el proceso es complejo, cada caso es
estudiado en particular. Es difícil estimar cuántos dispositivos habitacionales
se necesitarían para desmanicomializar todo el país”, asegura.
Según el Censo Nacional de Salud Mental de 2019 -que
debería haberse repetido en 2021-, ese año había 12.035 personas con
internaciones psiquiátricas y con un promedio de 8,2 años.
Elegir, un verbo nuevo
Flavia es una mujer simple y cariñosa. Abraza con
afecto a Norma, su compañera de habitación. “Me gusta mucho cocinar, hago
milanesas, pizza, pastas, carne -dice-. Con Norma y con Romina vamos a comprar
y yo cocino. También me gusta lavar, limpiar la casa (y muestra que todo
brilla, y todo brilla de verdad). No, no, nadie me obliga, lo hago porque me
gusta”, y con amabilidad le sirve un vaso de agua fría a esta cronista, que le
contó que tiene sed.
La vocación de Flavia por la cocina surgió en el Club
Alborada, que desde la década del ‘70 funciona dentro del hospital, abierto a
todos los internos, donde se estudia, se aprenden oficios y hasta a leer y
escribir. También hay actividades recreativas y talleres con salida laboral.
Afuera hay un sol abrasador, pero en la casa se está
bien con el alivio de un ventilador que refresca el aire casi en silencio. La
casa tiene living comedor, un pequeño patio, dos habitaciones y un baño. Todos
los muebles, la TV, la ropa de cama, la heladera y el lavarropas fueron
dispuestos por el hospital. Pero las 4 mujeres que viven en “la casita”
decidieron, de común acuerdo, comprar una licuadora, una plancha y una tabla de
planchar: planchar es la tarea que Flavia prefiere en su tiempo de ocio. “Me
distrae, lavo y plancho para mí y para Norma”, cuenta.
Del hospital, dice Flavia, no extraña nada. “La
comida era fea, las enfermeras nos gritaban -recuerda con disgusto-. Acá estoy
muy bien. Me hicieron la prótesis para la dentadura. Una enfermera viene a
ayudarme a preparar los remedios para la semana. Yo sé cuándo los tengo que
tomar: están acá, en este pastillero”. Además, Flavia recibe la visita
periódica de un acompañante terapéutico y sigue su tratamiento con el
psiquiatra del hospital, como el resto de los que dejan las salas.
A pesar de que nació en Brasil, se reconoce argentina
e hincha de River. “Me gusta mirar telenovelas y vimos el Mundial, acá en el
televisor para nosotras, en el hospital no era lo mismo. Fue muy lindo porque
ganó Argentina y Messi me encanta, le quiero mandar un beso, me gustan él, los
hijitos y la esposa, Antonela”.
El próximo desafío es que Flavia pueda reencontrarse
con su mamá y sus hermanos, que viven en Santa Cruz: hace 20 años, ella vino
desde Brasil después de la muerte de su abuela, con quien vivía en San Pablo,
para buscar a su mamá. Pero el encuentro nunca sucedió. Con la ayuda del
Servicio Social pudieron ubicar a la señora. “Hablamos por teléfono -comenta
Flavia, emocionada-. Ahora que tengo la casita quiero que mi mamá me venga a
visitar.”
Una casa para siempre
Lucas Sossi (acompañante terapéutico), Andrea
Tomasini (trabajadora social) y Marilina Aliberti (terapista ocupacional)
integran el Equipo Móvil de Apoyo en Comunidad del Korn y coinciden en que la
desmanicomialización es una alternativa para todos quienes viven en
neuropsiquiátricos, pero es necesario reconstruir ese “afuera” que para muchos,
después de tantos años de internación, no aparece como posible.
“El nivel de asistencia varía -afirman-. Muchos viven
sin asistencia o con mínima; otros, necesitan apoyo permanente. En la casa de
Flavia, por ejemplo, estamos trabajando la gestión del hogar, incluida la
gestión del dinero (ella cobra una pensión por discapacidad y está dentro del
programa Promover, del Ministerio de Trabajo de Nación)”.
Aliberti aclara con énfasis que no se las llama
“casas de medio camino” sino simplemente “casas” porque la idea es que las
habiten de ahí en adelante. El pasaje de vivir en un manicomio a vivir en una
casa se va preparando desde la internación. “En el hospital vivían según
normas, horarios, rutinas -explica-. Eran 30 en la sala. Acá recuperan la
libertad de decidir qué hacer y cuándo. Hay que ponerse de acuerdo, como en
toda convivencia, limpiar, arreglar la casa, cocinar, planificar. Recuperan
autonomía, la posibilidad de elegir en qué gastan su dinero.”
Las personas más ancianas, para quienes la necesidad
de asistencia es mucho mayor, suelen derivarse a hogares adaptados a la
personalidad y necesidad de cada uno: algunos, con más actividades, otros, sólo
para ser cuidados y disfrutar, en calma.
Las casas están dispuestas dentro de barrios,
existentes o nuevos, pero integradas al resto del vecindario, para evitar la
estigmatización. “Antes del traslado se habla mucho con los vecinos -aclara
Lucas Sossi-. Algunos están contentos; otros tienen más temores o prejuicios.
El proceso de desmanicomialización implica siempre el trabajo con la
comunidad.”
Belén Maruelli, directora asociada del hospital
Alejandro Korn, comenta que en los dos últimos años se externaron 105 personas
y quedan 150 internadas. “Junto con las cinco casas ya en funcionamiento,
pronto se habilitarán cinco más que -por ahora- son del Ministerio de Salud
bonaerense”, dice esta médica apasionada, a la que todo el mundo saluda en su
recorrida por el hospital.
A nivel nacional, detalla Mariana Moreno, mediante el
programa Habitar Inclusión, van a construir 50 viviendas para externar a los
130 usuarios de la Colonia Montes de Oca, en Luján (el único hospital
bonaerense dependiente de Nación) y otras 50 casas, distribuidas en todo el
país.
El Censo de 2019 no detalló la cantidad de internados
por provincia, pero a través de un Pedido de Acceso a la Información Pública,
la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) lo determinó. La
provincia de Buenos Aires tenía la mayor proporción: 5566 personas en 51
instituciones. Si se tiene en cuenta que entre los cinco neuropsiquiátricos
bonaerenses (1 nacional, 4 provinciales), se externaron en total poco más de
1.100 personas desde 2019, se estima que una cifra muy alta reside aún en
manicomios privados.
“En el nivel privado, el proceso de
desmanicomialización es mucho más lento -dice Mariana Moreno-. Estamos
trabajando para concretarlo dentro de los próximos tres años, incluyendo qué
dispositivos habitacionales deberían instrumentarse para cumplir con la ley”.
resente y futuro
El cierre progresivo de los manicomios es un proceso
que se inició en el norte de Italia, durante la década de 1960, al que se
fueron sumando la mayoría de los países europeos. En América Latina se viene
implementando en Brasil y hay avances en Chile y en Uruguay. En nuestro
país, la única provincia donde desde 1991 no existen neuropsiquiátricos es Río
Negro.
Julieta Calmels, subsecretaria de Salud Mental de la
Provincia de Buenos Aires, indica que desde diciembre de 2019 el
programa Buenos Aires Libre
de Manicomios externó a 600 personas de los 1810 que vivían en
alguno de 4 hospitales neuropsiquiátricos públicos bonaerenses (Alejandro
Korn en Melchor Romero; Cabred en Luján; Estévez en Lomas de Zamora y
Taraborelli en Necochea).
“Tenemos 181 casas -aclara Calmels-. Algunas de la
provincia y otras alquiladas que se pagan de distintas formas: con las
pensiones por discapacidades, con el subsidio de externación ( $ 15.000
mensuales) en el caso de los alquileres, que cuentan con la garantía del Banco
de la Provincia de Buenos Aires. También hay usuarios que prefieren vivir solos
en pensiones. Además, hay 102 viviendas licitadas y adjudicadas que estarán
listas para fines de este año o principios del siguiente, con una inversión de
casi 2 mil millones de pesos”.
Para hacer frente a todos estos cambios, añade
Calmels, desde 2019, el recurso humano de la provincia en salud mental
aumentó más del 327%, 1851 nuevos empleados entre médicos, enfermeros,
fisiatras, psicólogos, trabajadores sociales, acompañantes terapéuticos,
cuidadores, terapistas ocupacionales, administrativos, promotores,
destinados a apoyar a los desmanicomializados y a responder a la nueva
estructura de hospitales generales, que recibirán los casos agudos de salud
mental en su guardia psiquiátrica, pero sin prolongar las internaciones.
A nadie más en la Argentina le pasará lo mismo que a
Flavia: pasar 20 años de su vida internada en un neuropsiquiátrico, una
vivencia que la atravesó y cuyas huellas se intenta suavizar. En febrero, dice,
tendrá su primer celular y el 26 de marzo cumplirá 45 años. Será la primera vez
que haga una fiesta de cumpleaños en su propia casa. Su sonrisa ingenua, casi
de niña, irá aflorando cada día más, a medida que algo de la vida que todo ser
humano merece aparezca, con luz propia, después del manicomio.
Gabriela Navarra
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