viernes, 10 de marzo de 2023

DOCUMENTAL : SALIR A ESCENA






Se presentó en San Rafael y en Mendoza “Salir a escena”, documental de Santiago Korovsky sobre la vida de Nilda Sindaco y Verónica Barrionuevo, pacientes de un neuropsiquiátrico. Entre los organizadores estuvo la UNCuyo, a través del Instituto de Derechos Humanos, y los protagonistas del documental presenciaron ambas actividades. Debates sobre la importancia del arte, la externación y las políticas de Salud Mental.

El discurrir de Nilda Sindaco interpela fuerte. Lo hace desde la naturalidad interpretativa que acomete arriba de escenarios transidos por su puño y letra; desde las manifestaciones diarias en reflexión sobre su vida y la pelea por sus derechos y los de sus compañeras del Hospital Neuropsiquiátrico Moyano de la Ciudad de Buenos Aires. Allí permanecen en una situación de semidependencia por padecimientos mentales surgidos hace décadas.

Nilda interpela al Estado, entre los saltos abismales que le propone la institucionalidad con la acelerada desmanicomialización de los lugares donde viven miles de personas. Desmanicomialización practicada, no tanto por la adecuada aplicación de la reciente Ley de Salud Mental, que contempla un cambio de paradigma al respecto, sino más bien por algunos planes de desmantelamiento de dichas políticas públicas. Nilda se interpela, desgañita la espada de Damocles en la que a la mayoría de las y los pacientes se les convierte la etapa de internación-externación; explica su abrazarse al arte para no ser abrasada en vida, contra todas las piedras del camino; se sabe actriz y dramaturga.

Sobre las tablas, en 2010, ante el público marplatense, en un encuentro de arte y teatro comunitario, Nilda dijo: “La verdad está oculta en nuestros corazones por ese miedo que nos deja con la pata atada a la cama. Necesito de la ayuda de ustedes, créanme, no estoy loca, ayúdenme”. La escena se replica en aplausos porque fue recogida para el documental “Salir a Escena”, de Santiago Korovsky, realizado en 2012. Fue exhibido y debatido el 4 y el 5 de julio en el auditorio de la Facultad de Ciencias Aplicadas a la Industria de San Rafael, y en el cine-teatro Universidad en la Ciudad de Mendoza, respectivamente. Las actividades fueron organizadas por el Área de Salud Mental, Comunitaria y de Derechos Humanos de la Dirección de Salud Mental de Mendoza; el Colegio de Psicólogos; la Dirección de Familia, Comunidad y Derechos Humanos de San Rafael, y el Instituto de Derechos Humanos de la UNCuyo, a través de la licenciada Guadalupe Amadeo, en el marco de las jornadas sobre Salud Mental y Derechos Humanos

Media Verónica

Ambas presentaciones desbordaron el disfrute estético y narrativo porque contaron con el diálogo fresco de dos de sus protagonistas. Se trata del joven director y de Verónica Barrionuevo, cantante, actriz, amiga y compañera de Sindaco en los vaivenes de la internación. Libre canta Verónica, alegría para la cámara de Santiago, a poco de empezado el documental, en un fotograma marcado como hito. Tanto como “La esencia que combate el miedo”, texto de Nilda puesto en escena, clic definitivo, vivido hasta el llanto por el director al convencerse de la película que nacía a sus ojos.

Sobre ese día contó a Edición UNCuyo: “Vuelvo a casa, veo el material y me deprimo. Una cosa es lo que uno tiene y otra lo que piensa que tiene. Pensé qué le faltaba a todo eso que yo sentía e imaginaba para que sintieran los demás. Vi muchas cosas que van más allá de lo artístico, conocí detalles de cómo viven, de por qué se internaron. Fue un proceso, duró años hasta que hubo un vínculo, una confianza. Después seguí, el cine se convirtió en mi vocación”.

Efectivamente, Santiago ya estaba metido en la historia por su trabajo comunicacional (entonces estudiante en la UBA) en el pabellón de mujeres del Moyano, en la Radio "FM Desate”. Surgió el ofrecimiento de la dirección de grabar el encuentro artístico al que habían invitado a las talleristas del Hospital y aceptó, “a condición de que me dejaran usar material para mi tesina, que justamente era sobre la problemática de llevar adelante proyectos de resocialización en espacios hiperinstitucionalizados”.

El documental es también una historia sobre las relaciones humanas, la fuerza a veces manifiesta de esos vínculos. Lo grafica la entrevista a Verónica, ante su inminente partida del Hospital, y el relato desnudo sobre lo que la distancia con Nilda le significa. Su compañera adivina: “Ahora va a llorar”. Y Verónica llora. Exactamente como hizo frente al público en el cine Universidad, al expresar su alegría por ser la primera vez que ve la película fuera de Buenos Aires y agradecer “por cómo nos recibieron, son todos muy bellos, es muy lindo su paisaje, los besaría a todos”. Más lloró al explicar la ausencia de Nilda, la sensación encontrada por ser también las primeras ocasiones en que no se ven juntas.

Sacar de escena

En el curso de los dos años que duró la realización de Salir a escena, el documental mutó tanto como la vida de sus protagonistas. La tensión hacia las externaciones de Nilda y Verónica modificó los focos del director. Para narrar sus vidas y la importancia del arte en la reinserción social, debió reflejar “la etapa más dura de todas, más que en lo psicológico, en lo económico y social”.

Según datos del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), entre el 60 por ciento y el 90 por ciento de las personas internadas en neuropsiquiátricos del país son “pacientes sociales”, es decir, que necesitan vivir en las instituciones porque es todo lo que tienen, despojadas de vínculos y bienes como han sido. A instancias de la Ley de Salud Mental, la Defensoría General de la Nación derribó un mito: de ese total, solo el 30 por ciento quiere salir y hay un 20 por ciento de pacientes sobre quienes los operadores no lograron determinar qué es lo que quieren. En menos de cinco años se pasó del drama de la sobrepoblación al que supone una desmanicomialización compulsiva, desapegada de los condicionamientos a los que se exponen los pacientes. A esto se suma la avanzada sobre el Hospital Borda, con cifras que indican que, de 2500, se ha pasado a menos de 400 pacientes. La terrible represión reciente, con epicentro justamente en los talleres de trabajo artístico y rehabilitación, hace necesario plasmar políticas urgentes sobre externación.

Para la licenciada Gabriela Mattacotta, de la Dirección de Familia, Comunidad y Derechos Humanos de San Rafael, Salir a escena plantea distintos paradigmas en pugna: “Uno, con el que coincidimos, basado en la Ley de Salud Mental en clave de derechos humanos; el otro, el paradigma tutelar, que se presenta sin tener en cuenta derechos y arma recetas y estructuras sin considerar el deseo, las posibilidades, la palabra de los pacientes. En uno trabajamos desarrollando la autonomía y en el otro se sostienen dispositivos que alientan la dependencia y la imposibilidad de desarrollo de sus vidas. El documental expresa las dificultades en los dispositivos de externación. Y las dificultades que se encuentran en los profesionales de la salud, que entienden los ministerios, las instituciones, las oficinas, como compartimentos estancos. La ley, el trabajo en pro del desarrollo de la autonomía, nos exige coordinar acciones entre la Justicia y los Ministerios de Desarrollo y de Salud. Si una entiende un proceso de padecimiento mental como un estado, debe pensar necesariamente distinto a una enfermedad como algo definitivo. Eso lleva a la internación por años”.

Alberto Muñoz, presidente del Colegio de Psicólogos, aportó: “Tenemos que tomar noción de lo que significa trabajar con el nuevo paradigma documental. Esto nos pone frente a un espejo para cambiar las prácticas que desarrollamos casi siempre desde la buena voluntad, pero en muchos casos terminamos equivocando el proceso. Es central para nosotros discutir a través de esta experiencia, militarla y asumir ser parte del problema. Si no, no sirve, hay que hacer una reflexión crítica y tratar de contagiar a los demás respecto de nuestro trabajo”.




Los autorretratos y el Quijote

En primer plano, la mesa del Moyano, medio cuerpo de Nilda, sus ojeras, el “puchero” rebalsado, el mate inevitable: “Esto es muy feo, está muy feo. Sigue siendo feo pero no tan terrible como antes. Yo no quería internarme en el Moyano ni loca. De repente me deprimí. En esa crudeza corté todos los lazos con el teatro y los amigos. Dejaron de llamarme, de visitarme. Entendí que ya no podía salir adelante sin ayuda profesional”.

Vero “amansa” furias en otro plano: “Me afectó la muerte de mi abuelo, de mis amigos, pero sobre todo la droga. Empecé a escuchar voces, a ver a una mujer toda de blanco. La gente me decía que me tirara, hasta que me vieron colgada en la ventana de casa, mis hijos dormían la siesta. Ahí me trajeron para la guardia. ´Vení, vení con nosotros, no te va a pasar nada´, me dijeron”.

Las imágenes revelan “la idea de la metonimia, de tomar detalles, como su casa es al neurosiquiátrico”, dice el director. Así desfilan gatos, pies arrastrando chancletas, pasillos y salas amplias, enrejados, el tabaco omnipresente y el paisaje conurbano de las protagonistas, mujeres que se fijan a la cámara y la retina. “Con la música, partí del jazz antiguo de Nueva Orleans, pero no podía ante algo tan porteño como esta película y como ellas. Entonces salió el tango. Para mechar esta sensación agridulce de esperanza, necesitaba algo que levantara, algo canyengue, pícaro. Tras meses de búsqueda encontré a mi profesor de guitarra en La Tubatango. De ahí la versión de 'Romántica'”, dijo Santiago con el mismo tono zumbón de esos tangos.

El Moyano presentó al realizador “todas las dificultades en cuanto al acceso institucional. Decir: ´Sí, bueno´, a eso de no filmar los rostros. El problema no es solo del Hospital, es de toda la sociedad. Hay mucho miedo que se traslada, que viene de arriba hacia abajo. Nosotros superamos ese miedo trabajando interdisciplinariamente”.

Ese miedo es el que conjura Nilda en el documental: “A casi todas nos pasa esto, no queremos salir. Sin darte cuenta te quedás fumando y mirando tele. Es un problema de las instituciones. El Hospital termina funcionando como mamá y papá, está como protegida una acá dentro. Y se queda”. O se sale, justamente trabajando “La esencia que combate el miedo”, no “La cenicienta en tiempos modernos”, como pretendía el área artística. Nilda escribe teatro “contra la idea dada”. Ese conflicto, los problemas en la comunicación por parte de los profesionales, también queda plasmado. Y la autonomía que indefectiblemente las pacientes deben adquirir. La posibilidad de expresión, lo que se canaliza a través de los talleres, pero sobre todo hacia el afuera, es “la obra” que sostiene la externación. Les permite recuperar la vida personal y familiar; los hijos, en el caso de Verónica.

Para ella, versátil intérprete, “peleona para no llorar, me gusta hacer reír, cantar y actuar es todo para mí”. Frente a la externación, Santiago decidió darles la cámara para que ellas dieran cuenta de sendos autorretratos en un momento crucial. Descubrieron así las realidades estructurales a las que están sometidas las personas marginadas del sistema público. Las dificultades van desde lo burocrático hasta el desinterés llano, pasando por las largas horas perdidas en el transporte. A las dificultades económicas se les suma lo que Santiago define como la necesidad de otro tipo de centros, con otros manejos e intereses, y “no solo en Capital”. Se trata de “un período de mucha soledad”, concluye.

Nilda, con quien Santiago se identificó desde un comienzo, combate ese período a través de la actuación y el monólogo. Y siempre con una próxima obra. En ciernes está un musical en el que Verónica es Dulcinea y Nilda, Sancho Panza. Ella sale a escena y dice: “Tengo una necesidad de escribir muy grande, que viene de antes. Porque esta historia la terminamos de escribir nosotros”.

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