El sueño de los chicos comenzó en el colegio y
con la ayuda de sus compañeros pudieron llevar a cabo este proyecto que promete
facilitarle la comunicación a las personas con discapacidad auditiva en cosas
tan simples como ir a un hospital o ser atendido en un kiosco.
Ir a comprar al almacén del barrio, a una
farmacia o acercarse a una guardia médica ante una urgencia puede convertirse
en una odisea para quienes tienen una discapacidad auditiva o en el habla.
Describir un síntoma en medio de una emergencia resulta, muchas veces, un
desafío.
Ante
esto, hace algunos meses, Santiago Vázquez y Juan Cruz Ledesma, dos
amigos de 17 años, comenzaron a idear un proyecto para
poner fin a esta barrera comunicacional y crearon un robot con
Inteligencia Artificial (IA) que interpreta la lengua de señas y
la traduce.
InMoov es el nombre del robot humanoide,
ideado por Gael Langevin, un escultor y diseñador francés que trabaja para las
marcas más importantes del mundo, y que fue el disparador de este proceso.
Un
proyecto que nació en pleno verano
Santi
y Juan se conocieron cuando comenzaron el primer año en la escuela secundaria
Tomás Alva Edison de Guaymallén, Mendoza, y desde
aquel momento su atención se posó en la robótica.
Allí
tomaron cursos que la misma institución brindaba, pero la pandemia impidió que
continuaran con ello. Sin embargo, señalan, “eso no fue un freno”. “Lo que
aprendimos durante ese tiempo lo complementamos con más información que fuimos
buscando y que terminó en este proyecto”, explicaron los chicos
La
idea del robot comenzó durante las vacaciones de verano mientras investigaban la
utilidad de la IA para personas que necesitaban prótesis, como el caso de manos
robóticas. “Se me ocurrió hacer un proyecto de un robot
humanoide con IA y lo contacté a Santi porque estaba haciendo cursos
por Internet sobre eso. Empecé a mostrarle como los ojos se movían y
arrancamos”, destacó Juan Cruz.
Santiago,
que estaba enfocado en la creación de modelos básicos de detección de objetos
cotidianos, no lo dudó. “Empezamos intentando que detecte una cuchara, un
tenedor o cuchillo. Distintas imágenes hasta que surgió la idea de la lengua
de señas”, sostuvo el adolescente. “Queríamos que tuviera una
funcionalidad social y que fuera inclusivo”, agregó
InMoov,
el robot humanoide
Con
las ideas ya más claras, comenzó todo el proceso. Junto con otro de sus
compañeros, Tomás Donoso, que fue fundamental en las presentaciones, la escuela
que sirvió de gran apoyo y alumnos de otros cursos que acompañaron, comenzaron
a darle vida. “Los chicos nos ayudaron con las imágenes del abecedario. Estamos
en una fase de prototipo porque es complejo, pero queremos llevarlo a muchos
más para que sea útil”, contaron los adolescentes.
El
robot funciona con un interpretador de imágenes, una red neuronal que detecta
varias letras que ya tiene incorporadas a través de un programa y continúa
aprendiendo las que aún le faltan. “Vos te ponés delante de la cámara, le hacés
la seña y te lo traduce”, explicó Juan Cruz.
“Nos
motiva la accesibilidad, que sea para las personas con esta discapacidad”,
insistió.
El
sistema robótico aún está en proceso al igual que el programa que permite la
detección de las palabras. Sin embargo, los chicos señalaron que toda esta
preparación genera mucho gasto que se les complica costear de sus ahorros, como
lo venían haciendo. “Es un proyecto muy caro y estamos viendo la oportunidad de
contactar a empresas para que nos ayuden. Está impreso en 3D y la máquina desde
febrero no para. A los motores tuvimos que traerlos de afuera y se encarecía
muchísimo”, remarcó el joven.
Asimismo,
en busca de potenciar la formación del robot, realizaron cursos con gente con
discapacidad auditiva para conocer más sobre la lengua de señas. “Fue una
experiencia muy linda y aprendimos un montón, sentimos que nos enriqueció”,
manifestó Santiago.
De
un patio de comidas a la guardia de un hospital
Los
chicos destacaron que su objetivo principal tiene que ver con facilitarle las
situaciones cotidianas de la vida a quienes más lo necesitan. “El robot podría
estar en un patio de comidas. Hay muchas personas que trabajan en restaurantes
que no saben lengua de señas y poner un robot en cada local podría hacer más
fácil la comunicación”, indicó Juan Cruz.
“También
para quienes necesiten ir a un hospital. Generalmente estas personas tienen que
ir acompañadas por un traductor y esto sería mas sencillo en el caso de una
emergencia donde no tienen a nadie que vaya con ellos: pueden decirle al robot
lo que les duele y él se lo transmite de forma fácil a un doctor”, resaltó
Además, confesaron que sueñan con que el robot
pueda funcionar en todos lados: “Todavía estamos en un prototipo pero cuando
tengamos todo listo queremos expandirnos en todos los lugares donde lo
necesiten”.
“Nosotros nos sentimos muy feliz de ponerle
tanta dedicación y amor a este proyecto, hemos hecho muchos pero este es el que
mejor ha salido. Sería darle la comodidad de ir a cualquier lugar, sumado a una
aplicación para mostrar los puntos donde están ubicados los robots y que estas
personas sepan que pueden ir sin necesidad de un traductor. Generaría más
independencia”, indicaron los chicos.
“A futuro queremos que el robot vaya aprendiendo
por su cuenta, como un bebé. Debería convivir meses con esas personas para
incorporar y repetir los patrones”, detallaron.
En sus planes, por otra parte, mantienen la
ilusión de que en algún momento también pueda detectar objetos de todo tipo
para personas no videntes.
Ante esto, destacaron que además de ser
innovador, “va a cambiar muchos aspectos de la humanidad”. “Nos pone contentos
porque no hay de este tipo de tecnologías en Argentina y en Estados Unidos o
Europa estos robots tienen un costo de US$120 mil, una locura”, remarcó Juan
Cruz.
Enfocados en este en proyecto que los apasiona
con tan solo 17 años, aún piensan en cómo seguirá el futuro para ellos, que
están cursando el último año de la secundaria: Juan Cruz está interesado en la
ingeniería en sistemas y la mecatrónica, mientras que Santiago, que también se
inclina por ese lado, pretende explotar mucho más este proyecto que recién
comienza y anhela darle vida a muchos otros.
También
buscan incentivar a los más jóvenes para que se interesen por estas ideas. “Nos
encanta que desarrollen cosas que puedan servir a futuro”, señalaron.
Cómo
colaborar con el proyecto
Los
chicos necesitan avanzar para poder finalizar el robot pero la situación
económica compleja que atraviesa el país, sumado a que muchas piezas necesitan
ser compradas en el exterior, complican la continuidad de este proyecto. Es por
eso que se inscribieron en un concurso de Microsoft, Imagine Cup Junior
2023, donde participan cientos de estudiantes de robótica de todo el mundo,
pero que hasta ahora nunca tuvo un ganador latinoamericano.
“Apostamos
a ser los primeros porque además, en caso de resultar ganadores, vamos a
recibir un premio en efectivo para seguir desarrollando el programa y
capacitaciones para nosotros”, detallaron.
Para
ayudar al proyecto:
Instagram:
@inmoov_arg
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