Descripción de la imagen:rostro de niño con sindrome de down con obesidad
La prevalencia de la obesidad está aumentando en todo el
mundo a un ritmo vertiginoso. En las personas con síndrome de Down, este
problema de salud es aún más importante si bien su prevalencia está disminuyendo
en las últimas décadas gracias a la sensibilización de las familias ante el
problema, a la aplicación de programas de medicina preventiva y a los cambios
que se han producido en el estilo de vida de estas personas.
La causa de la obesidad en las personas con síndrome de Down se
debe a varios factores. Se encuentran implicados tanto factores genéticos como
exógenos. Los más importantes son: la disminución del índice metabólico en
reposo, es decir, la menor capacidad para quemar o gastar el material
energético que se aporta con los alimentos, la menor actividad física que suelen
realizar, su mayor tendencia a hacer una vida sedentaria, y la mayor incidencia
de hipotiroidismo en esa población, uno de cuyos efectos es la obesidad.
En las personas con síndrome de Down, la tendencia a la
obesidad se produce a partir de los 3 años, pero es durante el periodo puberal
cuando la tendencia al acúmulo de grasa es más marcada. Es muy importante tener
en cuenta lo siguiente:
Se ha demostrado que a partir de los 6 años, y sobre todo en
la etapa puberal, la obesidad infantil se asocia con persistencia de obesidad en
la edad adulta. Es decir, el desarrollo de la obesidad en esas etapas
infantiles y juveniles van a condicionar seriamente la presencia de obesidad en
la edad adulta. Lo que quiere decir que la actuación frente a la obesidad ha de
ser realizada y van a ser fundamentales en esas etapas. Durante los primeros 3
años de vida la obesidad no suele ser un problema importante en los niños con
síndrome de Down y, si existe, no se considera un factor de riesgo para la
obesidad en etapas posteriores.
Consecuencias negativas de la obesidad son: el aumento de la
morbilidad (capacidad para enfermar) y mortalidad tanto en la infancia como en
la edad adulta, la limitación de las actividades deportivas y de ocio, la
disminución de la autoestima, y la influencia negativa que ejerce en la forma en
que nos ven los demás. La misma obesidad, a su vez, limita la actividad física y
el ejercicio, con lo que se crea un círculo vicioso.
Una vez instaurada la obesidad, su tratamiento es más difícil y
tiene una tasa de éxito relativamente baja. Por lo tanto, las estrategias
deben ir encaminadas a prevenir que aparezca la obesidad durante la infancia,
especialmente a partir de los 6 años y sobre todo durante la pubertad. La
prevención primaria es la medida más eficaz para conseguir disminuir la
prevalencia de la obesidad.
Para conseguir este propósito es necesario instaurar una
alimentación adecuada, realizar ejercicio físico y establecer un estilo de vida
activo. En la mayoría de las ocasiones es necesario realizar cambios muy
importantes dentro de la propia familia en cuanto a sus hábitos alimenticios y
su estilo de vida. No es lógico ni se puede pretender que dentro del núcleo
familiar sea sólo el niño con síndrome de Down quien haya de cambiar su forma de
alimentación, mientras que el resto de la familia continúa con sus propios
hábitos alimenticios. Todos los niños tienden a imitar el comportamiento de sus
padres y, por consiguiente, reproducen sus hábitos alimenticios y no lo que les
intentamos inculcar. Por lo tanto, es imprescindible que toda la familia siga
una alimentación lo más equilibrada posible y mantenga una actitud de ayuda
hacia el niño.Recomendaciones nutricionales durante la infancia
Está claramente demostrado que la lactancia materna es un factor que protege contra la aparición de obesidad durante la infancia. La presencia o ausencia de lactancia materna y la duración de la lactancia materna están relacionados con la prevalencia de sobrepeso y obesidad. Por lo tanto, una de las estrategias para disminuir la prevalencia de obesidad en las personas con síndrome de Down es promocionar la lactancia materna.
Está claramente demostrado que la lactancia materna es un factor que protege contra la aparición de obesidad durante la infancia. La presencia o ausencia de lactancia materna y la duración de la lactancia materna están relacionados con la prevalencia de sobrepeso y obesidad. Por lo tanto, una de las estrategias para disminuir la prevalencia de obesidad en las personas con síndrome de Down es promocionar la lactancia materna.
A partir del año de vida suele bajar el apetito del niño
motivado por una disminución de sus necesidades calóricas proporcional a su
ritmo de crecimiento, más lento en comparación con el primer año. El niño
controla su apetito y no debemos forzarlo a comer.
Otras recomendaciones generales que resultan útiles son:
• | Evitar igualar el concepto de "gordito" con "saludable". |
•
| No dar de comer al niño entre horas. |
•
| No utilizar la comida ni como premio ni como consuelo. |
Tipo de
alimentación.
En cuanto al tipo de alimentación, debe ser
variada y equilibrada como en el resto de los niños. Puede resultar sencillo
utilizar la denominada dieta semáforo en la que los alimentos se
clasifican de la siguiente forma:
VERDE
Ensaladas Frutas salvo uvas y plátanos Verduras Pollo y carne a la plancha Jamón york Pescado a la plancha o al horno Leche semidesnatada Yogures desnatados Queso fresco |
AMARILLO
Legumbres Patatas cocidas PastaArroz Pan Aceite de oliva Huevos Plátano Uvas |
ROJO
Golosinas Bebidas azucaradas Bollería industrial Pasteles Salsas Embutidos Foie-gras Fritos Mantequilla Quesos grasos Frutos secos Aceitunas Chocolates y nocilla Miel Mermeladas Helados |
Amarillo. Se deben comer pero moderando la cantidad. La
cantidad no debe ser libre.
Verde. Se pueden comer a diario y la cantidad que se
quiera, siempre y cuando la dieta sea variada y equilibrada, es decir, se
mantenga el equilibrio entre los diferentes grupos de alimentos (hidratos de
carbono, proteínas y grasas).
Es conveniente preparar
un plan de comidas basado en la encuesta alimenticia de la familia. Se debe
negociar con el niño algún alimento para que la dieta tenga algún aliciente y el
niño se encuentre más motivado.
Resulta también enormemente útil, especialmente en niños ya
mayorcitos y cuando llegan a la etapa puberal, ir marcando un peso de
referencia y responsabilizar al niño para que no supere ese peso límite, de
forma que, si éste se ve sobrepasado, sepa poner en marcha mecanismos para
volver al peso de referencia. Es muy práctico, por ejemplo, pesar una vez a la
semana, por ejemplo el domingo que hay más tiempo, y anotar el peso en una
agenda para que el propio joven compruebe si ha bajado o subido un poquito esa
semana, o se mantiene bien. De este modo se analiza qué ha podido ocurrir en la
semana precedente, y se crea el compromiso, objetivo o aliciente para la
siguiente semana. La falta de control periódico y relativamente frecuente es el
factor que más dispara el aumento insensible del peso.
Se puede explicar al niño/a o joven, y que lo comprenda bien,
cómo son y actúan los mecanismos para mantener el peso: el aumento del ejercicio
físico y la disminución de las calorías, evitando los alimentos denominados
rojos y controlando la cantidad de los denominados amarillos. De esta forma
vamos haciéndole comprender la relación que hay entre el peso, la alimentación y
el ejercicio físico y contribuimos a través del conocimiento a mejorar la
autonomía y la responsabilidad del niño.
Si, por desgracia, hemos fracasado en la prevención y nos
encontramos ante un niño o joven con obesidad ya establecida, se iniciará una
serie de medidas encaminadas a corregirla que incluyen una mayor restricción
calórica, aumento del ejercicio físico y apoyo psicológico. En algunos casos
bastará con mantener el mismo peso, sin reducirlo mientras el niño va creciendo.
Pero hemos de insistir en que, una vez establecida la obesidad, resulta mucho
más difícil reducir el peso porque el hábito alimentario ha quedado establecido
en la persona.
A veces somos nosotros mismos los que animamos a que coma, o
nos dejamos llevar por un mal entendido sentimiento de compasión: "le gusta
tanto...", "pobrecito, tiene que disfrutar...". Debemos ser muy conscientes de
que con esa actitud le estamos perjudicando. Y ciertamente, en esta "empresa"
hemos de incorporar a abuelos, tíos, amigos.
Recomendaciones en cuanto al ejercicio físico y al estilo de vida
Cada vez son más los estudios que muestran la importancia del ejercicio físico para las personas con síndrome de Down. Se ha demostrado que el ejercicio físico ayuda a reducir el peso y parte de la grasa en exceso, favorece la metabolización aeróbica de las grasas quemando reservas energéticas, y aumenta el metabolismo basal. Además, el ejercicio físico tiene otras importantes ventajas que superan lo puramente metabólico: facilita la integración de las personas con síndrome de Down en la sociedad y mejora su bienestar.
Recomendaciones en cuanto al ejercicio físico y al estilo de vida
Cada vez son más los estudios que muestran la importancia del ejercicio físico para las personas con síndrome de Down. Se ha demostrado que el ejercicio físico ayuda a reducir el peso y parte de la grasa en exceso, favorece la metabolización aeróbica de las grasas quemando reservas energéticas, y aumenta el metabolismo basal. Además, el ejercicio físico tiene otras importantes ventajas que superan lo puramente metabólico: facilita la integración de las personas con síndrome de Down en la sociedad y mejora su bienestar.
Debido a su importancia, dentro de las
actividades que realizan los niños con síndrome de Down debemos preocuparnos por
proporcionar programas y tiempo para la actividad física. Es bastante frecuente
que otras actividades también importantes, cuando no imprescindibles, como son
el colegio, las clases de apoyo, el ordenador, la lectura, etc., acaparen todo
el horario de los niños y adolescentes con síndrome de Down, y que entonces la
actividad física pase a considerarse un poco como de segunda importancia.
Además, en muchos casos, los problemas médicos sobreañadidos como son la
cardiopatía congénita y sus secuelas, la inestabilidad atlantoaxoidea, la
luxación de rótula, los problemas de los pies, o simplemente la sucesión de
infecciones respiratorias de repetición durante la infancia, relegan el
ejercicio físico a un segundo nivel. En estos casos es conveniente comentar con
los especialistas el tipo de ejercicio que sea más adecuado para ese niño en
particular, porque en casi todos los casos se puede incrementar la actividad
física sin que el niño corra ningún peligro y mejore en cambio su calidad de
vida.
En general, la actividad física se debe
realizar de las dos formas siguientes:
- Actividad física rutinaria y diaria. Ir andando al colegio o a hacer recados, en distancias que no superen los 30 minutos andando (según las edades y circunstancias, pero venciendo un poco la resistencia natural a andar), no usar el ascensor, salir a pasear, participar activamente en juegos, etc.
- Actividad física rutinaria y diaria. Ir andando al colegio o a hacer recados, en distancias que no superen los 30 minutos andando (según las edades y circunstancias, pero venciendo un poco la resistencia natural a andar), no usar el ascensor, salir a pasear, participar activamente en juegos, etc.
- Actividad física programada. Al menos 2-3 días a la
semana durante 30-60 minutos realizar una actividad física que esté programada.
Esta actividad puede ser atletismo en sus diversas modalidades, natación,
bicicleta, etc. Se debe tener en cuenta las posibilidades y costumbres de la
familia y las preferencias del niño.
Pero no sólo es el ejercicio físico. También el mantener una vida activa, participar en actividades de grupo, incluso tener un grupo de amigos, puede ayudar tanto a prevenir como a tratar la obesidad. No perdamos de vista que el objetivo final no es sólo la pérdida de peso sino la adquisición de hábitos de vida y alimenticios saludables, contribuyendo así a la mejora del bienestar.
Apoyo psicológico
Es muy importante que el niño no se sienta atosigado, ni en casa ni en las visitas que realice al pediatra. Toda la familia tiene que comprometerse y apoyar al niño, cambiando, si es necesario, sus propios hábitos alimenticios y de vida. Se debe huir de reñir al niño y pasar a apoyarlo. Hay que valorar más las cosas positivas que va logrando y poner menos énfasis en lo negativo. Por lo tanto:
• Mantener un elevado grado de comprensión y simpatía.
• Los padres se deben comprometer en el tratamiento mediante la modificación de sus propios hábitos alimenticios y su estilo de vida.
• Marcar siempre objetivos alcanzables.
• Aumentar la autoestima.
Pero no sólo es el ejercicio físico. También el mantener una vida activa, participar en actividades de grupo, incluso tener un grupo de amigos, puede ayudar tanto a prevenir como a tratar la obesidad. No perdamos de vista que el objetivo final no es sólo la pérdida de peso sino la adquisición de hábitos de vida y alimenticios saludables, contribuyendo así a la mejora del bienestar.
Apoyo psicológico
Es muy importante que el niño no se sienta atosigado, ni en casa ni en las visitas que realice al pediatra. Toda la familia tiene que comprometerse y apoyar al niño, cambiando, si es necesario, sus propios hábitos alimenticios y de vida. Se debe huir de reñir al niño y pasar a apoyarlo. Hay que valorar más las cosas positivas que va logrando y poner menos énfasis en lo negativo. Por lo tanto:
• Mantener un elevado grado de comprensión y simpatía.
• Los padres se deben comprometer en el tratamiento mediante la modificación de sus propios hábitos alimenticios y su estilo de vida.
• Marcar siempre objetivos alcanzables.
• Aumentar la autoestima.
Conclusiones
- La obesidad en las personas con síndrome de Down es
prevenible.
- El compromiso de los padres en la prevención es imprescindible.
- La infancia es la etapa clave en la adquisición de los hábitos alimenticios y el estilo de vida.
- El desarrollo de la obesidad en la infancia a partir de los 6 años y en la pubertad es el mayor indicador de lo que va a ocurrir en la edad adulta.
- Prevenir es más fácil y útil que corregir.
- La aplicación de los programas de medicina preventiva, la educación sanitaria para la instauración de unos correctos hábitos alimenticios, el fomento de la actividad física y de un estilo de vida activo, son las principales estrategias que tenemos para disminuir la incidencia de obesidad en las personas con síndrome de Down.
- El compromiso de los padres en la prevención es imprescindible.
- La infancia es la etapa clave en la adquisición de los hábitos alimenticios y el estilo de vida.
- El desarrollo de la obesidad en la infancia a partir de los 6 años y en la pubertad es el mayor indicador de lo que va a ocurrir en la edad adulta.
- Prevenir es más fácil y útil que corregir.
- La aplicación de los programas de medicina preventiva, la educación sanitaria para la instauración de unos correctos hábitos alimenticios, el fomento de la actividad física y de un estilo de vida activo, son las principales estrategias que tenemos para disminuir la incidencia de obesidad en las personas con síndrome de Down.
Bibliografía
Medlen, J.E.G. y Petersen, M. Estilos ssanos de vida y
alimentación en adultos con síndrome de Down. Revista Síndrome de Down
18: 11-17, 2001.
Rubin, S.S. y col. Prevalencia de sobrepeso en las personas con síndrome de Down. Revista Síndrome de Down 16: 14-18, 1999
Ruiz, F. y col. Entrenamiento intenso del atletismo en personas con síndrome de Down: beneficios psicológicos y socioeducativos. Revista Síndrome de Down 19: 38-47, 2002.
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Ruiz, F. y col. Entrenamiento intenso del atletismo en personas con síndrome de Down: beneficios psicológicos y socioeducativos. Revista Síndrome de Down 19: 38-47, 2002.
Ana Tejerina Puente
Pediatra, Centro de Salud Cazoña, Santander
Asesora Médica de la Fundación Síndrome de Down de Cantabria
(Artículo elaborado para Canal Down21)
Pediatra, Centro de Salud Cazoña, Santander
Asesora Médica de la Fundación Síndrome de Down de Cantabria
(Artículo elaborado para Canal Down21)
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