domingo, 27 de noviembre de 2016

Entrevista a Silvina Peirano: Autismo, adolescencia y sexualidades


Pablo quiere tener novia, pero aún no lo consigue y no sabe por qué las chicas de su edad no le corresponden. Tamara tiene 12 años, y le gusta un chico de su escuela. Para demostrarle su interés le escribe cartas que son catalogadas por sus allegados como inapropiadas, aunque ella no lo ve así. Mariano nunca tuvo demasiado interés en socializar. Pero ahora, llegando a sus 15 años, está tan interesado en relacionarse con chicas que valientemente se enfrenta a todos sus desafíos, aunque no entiende del todo las convencionalidades en el arte de encarar chicas y su sentido, si es que realmente lo tienen*.

Los tres tienen algo en común: son jóvenes, viven los mismos cambios hormonales de cualquier chico de su edad, y tienen Trastorno del Espectro Autista (TEA). Y además deben luchar para “encajar” en un contexto social que muchas veces no comprenden, ¿o es el contexto social el que no los comprende a ellos?

Pero estas dificultades, ¿son inherentes a la combinación Autismo-Adolescencia?, ¿o son en realidad la manifestación de un proceso normal que choca contra un entorno social que es hostil con lo “diferente”? ¿Acaso todo esto me lo pregunto solo por ser madre de un niño con Autismo, repleto de terapias y abordajes varios, acostumbrada a racionalizar cada paso de su vida, aun los que son parte de un proceso natural?
De todos estos temas hablamos con Silvina Peirano, especialista sexualidad y diversidad funcional/discapacidad y Directora de la Comisión Julia Pastrana, espacio inclusivo que aborda el tema de la sexualidad y diversidad funcional.

¿Hay un solo modo de “ser sexual”?

En muchos de nuestros encuentros escucho a las familias que viven su vida acompañando a un hijo o a una hija con TEA (Trastorno del Espectro Autista), entiendo que tienen una patologización asignada, es decir que a todas las conductas (también llevándolo al terreno de lo sexual), intereses o situaciones se las relaciona con lo que podríamos llamar “la patología”, y no con un “ser sexual”.
Nosotros, desde la Comisión Pastrana, creemos firmemente que ninguna sexualidad está condicionada por el diagnóstico. Los diagnósticos de ninguna manera pueden ser sentencias para las personas, los diagnósticos deberían poder propiciar unas bases inclusivas para sexualidades diversas, aunque la realidad es que los diagnósticos siguen siendo etiquetas.
Por eso a nosotros nos gusta hablar de sexualidades, para pluralizar y pensar que no hay una única forma de ser sexual, sino distintas formas de pensar, de sentir, de vibrar, de compartir o no las sexualidades, que no deben ser un espacio de privilegio para algunos pocos que responden a un determinado modelo, y desde ese concepto despatologizar las sexualidades.

¿Cuándo y cómo se empieza a abordar el tema de la sexualidad con los hijos?

Las familias piensan que tienen que enfrentar la sexualidad de sus hijos llegado un determinado momento, y en principio la sexualidad es cualquier cosa, menos un campo de enfrentamientos. A las sexualidades no hay que enfrentarlas, hay que acompañarlas, hay que propiciarlas. Y eso que se llama proceso de sexuación, y no se da en la adolescencia. Solemos pensar que “esto de la sexualidad” va a llegar en algún momento… no, la sexualidad de nuestros hijos, y de cada uno de nosotros, empieza aún antes del embarazo.
Nuestra propuesta es pensarnos a nosotros mismos como seres sexuales y sexuados, nosotros: “madres y padres de…”, y luego pensar en la sexualidad de nuestros hijos. Nuestro compromiso más genuino es poder hacer que a estas familias a las que les cuesta muchísimo abordar la sexualidad de sus hijos, en principio se sientan como varones, como mujeres, y que se cuestionen su propia sexualidad. Porque en general, nuestros hijos nos enfrentan a nuestras propias sexualidades.
Entonces, el gran desafío es pensar qué nos pasa a nosotros, qué me pasa a mí como mujer, que me pasa a mí como varón, qué le pasa a esa pareja de padres cuando tiene un hijo con una determinada diversidad funcional o con determinado diagnóstico, cómo transcurre y se modifica la sexualidad dentro de esa pareja y en cada uno de los miembros al momento de que ese diagnóstico impregna toda la vida social, familiar, sexual, erótica y afectiva de cada una de estas personas.

¿Cómo influimos los padres y cómo influye un determinado diagnóstico en la sexualidad de nuestros hijos?

¿Qué pasa con esa sexualidad cuando nuestro hijo o nuestra hija tienen determinadas características? Se le termina atribuyendo a esa diversidad todos los males. Por eso es tan importante empezar a des-patologizar la sexualidad y dejar de atribuir determinadas conductas al trastorno.
Yo creo que hay que empezar a pensar si estos chicos y chicas tuvieron las mismas oportunidades de recibir educación sexual que el resto de los chicos y chicas de su edad, si tuvieron los mismos contactos sociales, afectivos, eróticos, que el resto de los chicos y chicas sin este diagnóstico.
En general, lo que se atribuyen como conductas sexuales no aceptadas a nivel social (cosa que es absolutamente cuestionable), tienen más que ver con las restricciones por la condición de discapacidad que las sociedades ejercen sobre estas personas, que específicamente sobre los diagnósticos y sobre los distintos funcionamientos, sobre lo que se espera de un joven o de un adolescente a determinada edad. Estas normas sociales son tan estrictas que si tenés un funcionamiento diverso en relación al otro, ¡cómo se te condena por este funcionamiento distinto!
Cada familia, cada grupo social tiene su propia mitología en relación a la sexualidad, y lo importante será ver más allá de estos diagnósticos. Ver cómo ha trascurrido la historia social, la biografía sexual de cada uno de estos jóvenes, para pensar que tal vez esto que hoy llamamos en la adolescencia “conductas sexuales” corresponde a un tiempo de silencio durante su primera infancia, durante el tiempo en el que fueron bebés.
El estereotipo social que se tiene en relación a las personas con TEA (que son personas que no les gustan que los toquen), generaliza al espectro. Habrá personas a las que les gusta que los toquen y habrá personas a las que no. Son conductas mejor aceptadas, o menos aceptadas socialmente. Lo que sí tenemos que acordar es que son deseos que tienen que ser respetados.
Tenemos que empezar a pensar y preguntarnos:
¿Cómo se construye el cuerpo y la imagen corporal y física de las personas con TEA? ¿Cómo se les respeta el espacio íntimo, el espacio propio y cómo no se los invade?
¿Cómo una persona puede desarrollarse sana, plena y placenteramente en el ámbito sexual, si no tiene, si no se le propician y no se les respetan espacios de intimidad?
Como sociedad buscamos permanentemente lograr que todas las personas respondan a determinadas conductas sociales, a las que muchas de ellas no van a responder, y yo creo definitivamente, que no hace falta que todos respondamos sexual, erótica y afectivamente de la misma manera. Por eso es tan importante hablar de la diversidad.
La asexualización de la personas con TEA, y de cualquier persona que se considere diversa, es un mecanismo de control, de regulación, que nos garantiza como sociedades tener a aquellos “angelitos asexualizados”, que un día se rebelan, porque necesariamente tienen que rebelarse a estos mecanismos de control.

Entonces, ¿cómo podemos comenzar a modificar esas ausencias de información?

Imprescindible: empezar ayer, hoy, mañana, pasado a hablar de sexualidad como nos salga. La peor forma de educar sexualmente a nuestros hijos es el silencio. Y casi todos nosotros hemos aprendido a través del silencio, a través de no dotar de palabras a la sexualidad y pensar que a alguien o algo (la escuela, los medios) le toca esta función.
Es imprescindible también para las familias empezar a mostrarse como seres amorosos, como seres sexuales delante de sus hijos, empezar a preguntarse sobre la manera en que nos hemos acercado a nuestros hijos, de qué manera los hemos tocado, acariciado, mirado, y la importancia de este tocarse y acariciarse, sobre todo en las personas con Autismo.
Es maravilloso poder acompañar a las familias y no culparlas, no dirigirlas, no terapizar cada acto, ya que están demasiado adoctrinadas, racionalizadas, patologizadas cada una de las cuestiones que las rodean, y hay un miedo a lo que vendrá, sobre todo a pensar que la sexualidad o las manifestaciones sexuales van a ser un tiempo de problemas. Y definitivamente, la sexualidad es cualquier cosa, menos un problema, para cualquiera de nosotros.

Sobre Silvina Peirano:

Silvina Peirano es Profesora de Educación Especial, Especialista sexualidad y diversidad funcional/discapacidad, orientadora sexual en diversidad funcional, creadora de “Mitología de la Sexualidad Especial” y “SEX Asistent”.
También es co-creadora de los cursos de Especialista-Orientador/a en sexualidad y diversidad funcional y realiza asesoramiento a personas y/parejas con diversidad funcional, familias e instituciones y da conferencias a nivel nacional e internacional. Es Directora del curso de posgrado “Sexualidad con perspectiva en diversidad funcional/discapacidad”, docente del curso “Discapacidad y familia” de la Universidad Favaloro y tallerista de “Educación Sexual Integral”, dependiente del Ministerio de Educación de la República Argentina. Es columnista en el programa “Desde la vida” (www.desdelavida.tv). Además es Directora del Centro Julia Pastrana , primera comunidad de Argentina dedicada a la sexualidad con perspectivas de diversidad funcional/discapacidad.

* Los nombres los jóvenes mencionados en un inicio fueron modificados para preservar la identidad de los protagonistas. Al ser menores de edad, su historia fue publicada con el consentimiento de sus padres.

** Analía Infante es adulta con Asperger, madre de un niño también dentro del espectro del autismo. Escritora de cuentos, relatos y artículos. Administradora de la página “Maternidad Atipica“.
Fuente Analia Infante

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