
En Argentina, un centenar de instituciones utilizan esta modalidad terapéutica para la rehabilitación de personas afectadas por problemas neuromusculares, psicológicos o cognitivos. Cada vez son más los profesionales de la salud que la emplean en patologías que suponen algún tipo de discapacidad física o mental
Los caballos tienen ganado un lugar especial en la
historia de la humanidad. Diversas civilizaciones vivieron convencidas de que
un corcel era mucho más que un animal eficaz en la práctica de la guerra, el
transporte o el trabajo. Para algunos pueblos, como por ejemplo los celtas,
eran tan importantes que tenían por costumbre regalar uno a aquella persona que
había sufrido la pérdida de un ser querido.
Durante miles de años, los caballos fueron
demostrando una capacidad inigualable para provocar cambios anímicos en las
personas. Pero sería recién a mediados del siglo XX en que esa condición sería
aprovechada con fines terapéuticos. En muchos países, su empleo en tareas de
rehabilitación para casos que impliquen algún tipo de discapacidad física o
psíquica es cada vez más frecuente.
La Argentina, bastión de una tradición hípica muy
reconocida, es pionera en la implementación de la equinoterapia. Tanto que ya
son más de 100 los centros que la practican en todo su territorio.
Uno de ellos es el Hípico San Isidro, una
institución que hace décadas desarrolla y difunde la actividad ecuestre y que
en los últimos años decidió poner una parte de sus recursos al servicio de esta
innovadora modalidad terapéutica.
Allí la equinoterapia comenzó a implementarse en
enfermedades ligadas a trastornos motores y neurológicos graves pero luego
extendió su uso a otras patologías.
Para Silvia Logullo, instructora del
Hípico San Isidro, el tratamiento asistido por caballos es siempre integral ya
que abarca las múltiples fases que puede tener una terapia. "Trabajamos
con chicos con discapacidad mental o física y el animal puede asistirlos tanto
en una patología como en otra", asegura Logullo.
Para
los especialistas, los factores determinantes de esta práctica tienen su origen
en la sensibilidad de los caballos y en su capacidad para relacionarse con las
personas desde lo emocional.
En el Hípico San Isidro puede verse
como niños con diferentes patologías pueden encontrar un lugar de sanación en
la calidez de estos animales emblemáticos y en un ámbito natural que les
permite dar rienda suelta a sus emociones con mayor libertad.
La
sonrisa que cruza los rostros de estos espontáneos jinetes despeja bastante la
idea de estar ante un "paciente": las duplas
perfectas que se crean entre niños y caballos son parte esencial de sus logros
terapéuticos.
Isabel
tiene dos años y padece una discapacidad psicomotriz desde su nacimiento. Hace
un año María Niño Kehoe, su madre, decidió aceptar los consejos que algunos
profesionales le habían acercado respecto de llevar adelante un tratamiento de
equinoterapia para su hija. Hoy María evalúa los resultados con satisfacción:
"Es un mundo nuevo tener un hijo que necesita ayuda extra respecto de lo
que requiere un chico que no tiene ninguna discapacidad. Pero con la equinoterapia su psicomotricidad ha mejorado
muchísimo. El cambio en su vida es tremendo, es el día y la noche",
asegura la joven mamá.
La equinoterapia aprovecha los principios terapéuticos del
caballo para tratar discapacidades que pueden ser congénitas o adquiridas. Se
basa en aspectos como la transmisión del calor corporal y de los impulsos
rítmicos y en que el caballo puede desarrollar una marcha muy similar a la
humana. Las sesiones en el Hípico, además de ser asistidas por instructores,
están supervisadas por Jimena Lupo, terapista ocupacional del Club y encargada
de hacer un seguimiento de cada caso. "La mayoría de nuestros pacientes
cuentan con un equipo interdisciplinario con el que se realiza un abordaje
multisistémico según la discapacidad de cada uno de los chicos", señala
Lupo.
La
también denominada "hipoterapia" busca solucionar, además, los
problemas de aprendizaje y adaptación que presentan los niños afectados por
alguna discapacidad. Esta herramienta aumenta la motivación, estimula la
afectividad, mejora la atención y concentración y ayuda al aprendizaje pautado
de acciones, con el cual se logra aumentar la posibilidad de independencia.
María Victoria Andrade es mamá de Martina, una niña que
nació prematura y con toxoplasmosis congénita. Decidió traer a su hija al
Hípico San Isidro por indicación de la neuroterapeuta, quien pensaba que la
equinoterapia era ideal para tratar tanto la afección física como emocional que
tenía la niña. "Martu corrigió
cosas como la postura o la fuerza en las piernas, pero también su actitud:
para ella aprender a respetar los tiempos de la profesora, los tiempos del
caballo, la fue ayudando a bajar revoluciones,
a ser más calma", sostiene María Victoria.
Como
en toda modalidad multisistémica, es necesario que la equinoterapia se practique combinada con otras
técnicas como la fisioterapia, la terapia ocupacional, el deporte o el
arte-terapia.
Más importante que la técnica propiamente dicha será la
habilidad del terapeuta, su capacidad para actuar con creatividad y su
conocimiento sobre la individualidad del niño y su familia.
Siempre habrá instituciones como el Hípico San Isidro e
historias como las de Isa o Martu. Pero es fundamental entender que los
resultados sustanciales no surgirán solamente de la técnica y la habilidad,
sino del compromiso y el amor que se ponga en todo.
Fuente: Infobae
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