Collette decidió fundar su propia empresa y ofrecer trabajo a personas con síndrome de Down o discapacidad intelectual.
Collette Divitto quiere cambiar el mundo y, aunque esto es muy difícil, ella lo está intentando hacer desde su pequeña empresa. Divitto, de 31 años, tiene síndrome de Down, una discapacidad intelectual que no le ha frenado en la vida ya que es directora ejecutiva y jefa de su propia compañía. Collette tiene una empresa de galletas y lucha por las personas con necesidades especiales para que puedan conseguir un trabajo digno.
Después de graduarse en ClemsonLIFE, un programa de la Universidad de Clemson, Divitto decidió mudarse a Boston. Allí comenzó a buscar trabajo como cualquier persona, pero todas sus solicitudes eran rechazadas. «Recibía correos electrónicos que decían que no encajaba bien», dice la CEO de Collettey’s Cookies.
Tras estos rechazos, Collette no lo dudó ni un segundo más y decidió emprender. Lanzó una empresa de galletas que, a día de hoy, tiene muchos seguidores.
Desde que inició su proyecto, Collette Divitto ha vendido más de 550.000
galletas. Además, también ha iniciado un Programa de Liderazgo de Collettey sin
fines de lucro para poder ayudar a personas con capacidades diferentes a
encontrar un trabajo digno.
«Tengo muchas ganas de ayudar a
personas que tienen una discapacidad por la que no pueden encontrar
trabajo», afirma Collette. «Hay un 85 por ciento de personas con discapacidades
que están desempleadas y no pueden encontrar trabajo. Conozco exactamente la
lucha porque en realidad yo era uno de ellos que no podía encontrar trabajo».
De los 15 empleados que hay en su empresa, aproximadamente la mitad tiene
necesidades especiales, ya sea síndrome de Down u otro tipo de discapacidad
mental. Además, una parte de las ganancias de su compañía de galletas se
destina a apoyar su organización sin fines de lucro. Divitto también pasa
tiempo abogando por otras personas con discapacidades.
Sin duda una auténtica luchadora que ha conseguido apostar por su futuro
y ayudar a muchos otros en el camino, ¡y lo que queda!
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