sábado, 23 de marzo de 2024

El TDAH no es solo un trastorno de niños incapaces de permanecer sentados, es una condición de vida










Deby Pérez Vainstok

 

Aproximadamente el 4% de los adultos también experimentan Trastornos por Déficit de Atención e Hiperactividad. Cómo afrontar la situación.

La vida moderna, con su ritmo frenético y sus constantes distracciones, puede ser un campo minado para aquellas personas con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). El TDAH es un trastorno neurobiológico, por lo general malinterpretado como una mera falta de voluntad. La condición trae consigo síntomas que impactan todas las esferas de la vida: personal, familiar, social y laboral.

Imaginemos a Carlos, un programador con TDAH, que se sienta a trabajar en un nuevo código. Pronto, una notificación de correo lo distrae, y al responderla, su mente salta de una tarea a otra. Resultado: el proyecto se retrasa y su jefe, confundido y frustrado, duda de su compromiso.

La desatención puede causar estragos también en la vida familiar y social. Carlos, al olvidar las fechas importantes o no poder seguir una conversación en una reunión familiar, provoca una sensación de negligencia entre sus seres queridos, que pueden sentirse ignorados o poco valorados.

 

Hiperactividad e impulsividad

La hiperactividad se manifiesta en una inquietud constante. No es raro ver a jóvenes con TDAH retorciéndose incómodos en sus asientos durante clases o reuniones. Pablo, por ejemplo, siente que sus piernas tienen voluntad propia. En la oficina, su necesidad de moverse lo lleva a dar paseos frecuentes, lo cual, a ojos de sus colegas, se traduce como falta de seriedad o interés.

 

La hiperactividad de Pablo no solo se percibe en el trabajo, sino también en el hogar y encuentros sociales. Puede manifestarse como una dificultad para relajarse en una película familiar o una incomodidad palpable en eventos sociales que requieren quietud, como teatros o conciertos, lo que a veces resulta en una evitación de actividades sociales. Luego está la impulsividad, esa chispa que convierte el pensamiento en acción sin el filtro de la reflexión.

Otro ejemplo: para María, una madre, el TDAH significa hacer compras por impulso que desequilibran el presupuesto familiar. Un día compra un conjunto de pinturas para comenzar un proyecto artístico; al siguiente, adquiere equipamiento para un deporte que nunca ha practicado.

La impulsividad de María puede llevar también a malentendidos y roces en las relaciones sociales. Su tendencia a interrumpir o actuar sin pensar, como al planificar un viaje sin consultar a la pareja o amigos, puede generar tensión y conflictos, erosionando la confianza y la armonía. Cada decisión espontánea trae consigo la sombra del remordimiento.

 

Cuando el reloj avanza a otro ritmo

El manejo ineficiente del tiempo es un obstáculo engañoso. Usaré otro ejemplo para graficarlo. Laura, una estudiante universitaria, siempre piensa que tiene más tiempo del que realmente dispone. Suele subestimar cuánto tardará en completar sus ensayos, lo que resulta en noches sin dormir y trabajos entregados en el último minuto, lo que afecta su rendimiento y su bienestar.

Laura, al malgastar el tiempo y postergar, no solo perjudica su carrera académica, sino que también deja poco espacio para las actividades en familia o con amigos, ya que termina cancelando planes a último momento o llegando tarde, desilusionando a quienes la rodean.

 

Desorganización: el caos en la cotidianidad

La desorganización es el enemigo silencioso del orden. Veamos el caso de Roberto, gerente de ventas, lucha diariamente contra la marea de documentos y recordatorios. Su escritorio es un reflejo de su mente: pilas de papeles que parecen arbitrarias, pero que guardan una lógica solo comprensible para él. Esto, sin embargo, le acarrea conflictos con sus compañeros, que no logran entender su sistema.

En casa, su incapacidad para mantener el orden puede resultar en un ambiente de caos, donde las responsabilidades del hogar y las necesidades de los miembros de la familia pueden quedar desatendidas, creando un terreno fértil para el estrés y la discordia.

 

Cuando los sentimientos toman el volante

El TDAH también lleva consigo un pasajero inesperado y a menudo abrumador: la regulación emocional deficiente. Las emociones de quienes conviven con este trastorno suelen ser intensas y difíciles de manejar. Se encienden rápidamente y pueden ser tan volátiles como una tormenta de verano.

 

Ana, con su sonrisa amplia y su risa fácil, también llora en un segundo cuando la frustración la embarga, lo que la deja exhausta y confundida en su vida familiar. Un comentario inadvertido de su pareja puede herirla profundamente, desencadenando discusiones que ninguno de los dos comprende completamente.

La regulación emocional deficiente es como una ola que arrasa tanto el entorno familiar como el social. Las explosiones o las reacciones intensas pueden causar desconcierto y preocupación entre amigos y familiares, que pueden sentirse andando sobre cáscaras de huevo, inseguros de cómo actuar o responder.

 El TDAH no es solo un trastorno de niños

Cada uno de estos síntomas, en la riqueza y complejidad de sus matices, revela un desafío diferente. El TDAH no es solo un trastorno de niños incapaces de permanecer sentados, es una condición que atraviesa la vida de las personas, alterando su funcionamiento en todas las esferas. Reconocer que el TDAH no es simplemente una serie de comportamientos disruptivos, sino un trastorno con profundas ramificaciones en todas las áreas de la vida puede abrir puertas a una mayor comprensión y apoyo.

 Cada síntoma presenta sus desafíos únicos, pero también ofrece una oportunidad para que las personas con TDAH y sus seres queridos trabajen juntos hacia un entendimiento y adaptación mutuos. En la empatía y el esfuerzo compartido, se pueden encontrar estrategias que alivien el peso de este trastorno y permitan a quienes lo viven alcanzar su máximo potencial. Comprenderlo es el primer paso para desarrollar estrategias de afrontamiento en un mundo que avanza a distintos ritmos para todos

Fuente Deby Pérez Vainstok

.*Deby Pérez Vainstok es especialista en psiquiatría y consultora senior (2001). Se formó en la Universidad Nacional de Tucumán. Luego completó su formación especializada en psiquiatría en el Centro de Salud Mental Lev Hasharon, Universidad de Tel Aviv, Israel.

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